DE LA HISTORIA AL MITO:
LA PROHIBICIÓN DE LAS TRANSFUSIONES DE SANGRE


El Concilio de Jerusalén


Anónimo (Recogido de las desaparecidas páginas de TJ-Info)



Preámbulo

Este artículo, queridos hermanos, estaba en principio programado para más adelante, ya que hay abundante información sobre el asunto de la sangre en esta página. Sin embargo y, ya que se han acelerado algunos acontecimientos relacionados con el tema, me ha parecido bien interrumpir lo que hubiera sido el desarrollo normal en la elaboración de esta serie de artículos e introducir esta consideración en este preciso momento. También se debe, en parte a que algunos de ustedes me han pedido información sobre el tema de la sangre, de manera que a lo largo de estas páginas trataré de exponer lo que creo personalmente que la Sagrada Escritura nos transmite para nuestro conocimiento y nuestra observancia en cuanto a la cuestión.

Notarán que, aunque ha sido mi costumbre copiar los textos bíblicos íntegramente a fin de facilitarles su lectura y acercarlos más al comentario, en esta ocasión no siempre sucede así debido a que cito incluso capítulos enteros. Sin embargo, creo muy importante que se consideren (se lean) esos capítulos ya que en ellos se aprende a extraer el espíritu que apoya, en mi opinión, lo que aquí se considera. No es, por tanto, cuestión de abarcar toda la información de prisa, sino más bien estudiar porciones de la Palabra de Dios que, aunque se refieran a otros temas (distintas circunstancias en tiempo y espacio), también nos ilustran y nos arrojan luz, porque encontramos los principios bíblicos que nos capacitan y desarrollan nuestra mente espiritual para relacionar unas cosas con otras y encontrar el punto justo del mensaje que nos transmite la Palabra de Dios, la sabiduría divina, no la humana.

Creo que echar un vistazo a las condiciones y a la vida de aquellos primeros tiempos, a las preocupaciones y los problemas con los que tuvieron que bregar Pablo y sus compañeros entre los incircuncisos, así como Pedro, Santiago y otros entre los de la circuncisión puede resultar clave en esclarecer todo lo relacionado con el tema que abordamos en esta ocasión. En todo caso, piensen (como siempre) que es una reflexión que, aunque creo extrae enseñanza sana, nunca la considero inamovible en todos sus puntos, siendo ustedes libres de concordar o no con lo que expreso. Aparte de eso, me permito expresarles que, aunque a lo largo del artículo se aborda el tema bajo diversos ángulos, para mí el aspecto más importante es el tratamiento bajo el punto de vista bíblico, ya que estoy convencido de que el texto sagrado, analizado cuidadosamente no prohibe ni el comer sangre, ni admitir sangre mediante una transfusión sanguínea.

Sé que algunos de ustedes incluso han considerado en grupo los artículos de esta serie. Me siento feliz de que les puedan haber sido y les sigan siendo útiles, sin olvidar nunca que es la Palabra de Dios la que nos instruye. Teniendo todo eso en cuenta, les invito a considerar lo que creo podemos aprender entre todos de aquella memorable reunión que tuvieron los apóstoles y hombres de mayor edad en el primer siglo y que ha dado en llamarse el “Concilio de Jerusalén”. Cualquier observación que quieran hacerme sobre este o cualquier otro tema, saben que pueden hacerlo dirigiéndose a:

Circunstancias

Al comienzo de la congregación cristiana no sucedió que automáticamente todos los nuevos creyentes dejaran de observar completamente todas las cosas de la Ley de Moisés, sino que de hecho acudían a las sinagogas judías y allí exponían la nueva situación, basada en la muerte y resurrección de Jesucristo.

El propio apóstol Pedro reconoció que “jamás cosa profana o impura entró en mi boca” cuando tuvo una visión en la que vió toda suerte de animales y se le dijo que matara y comiera de ellos. Hechos, 10:14; Hechos, 11:8. Previamente los de la circuncisión le habían reprochado su encuentro con los no circuncisos. Hechos 11:1-3.

Por otra parte muchos de los no judíos que también se convertían al cristianismo no estaban acostumbrados a las observancias judaicas y para seguir a Jesucristo y ser discípulos de él no se requería que observaran todo lo que se hallaba escrito en la Ley mosaica. De hecho esa Ley quedó clavada en el madero, es decir, la muerte de Jesucristo hizo inservible, en cuanto a obtener la salvación se refiere, el código de leyes que regulaba la vida de los israelitas.

En estas circunstancias eran frecuentes las discusiones y hasta las tensiones entre los judíos conversos y los gentiles, especialmente en Antioquía de Siria y los territorios relativamente cercanos a Palestina en donde había multitud de personas de origen judío (en la diáspora), viéndose envueltos los apóstoles y misioneros del primer siglo.

Leer los capítulos 10 a 14 de Hechos.

Concilio de Jerusalén

Cuando Pablo regresó a Antioquía de Siria después de su primer viaje misional, relató a toda la congregación lo que Dios había hecho con los gentiles:

A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Y permanecieron no poco tiempo con los discípulos. Hechos 14: 27-28 (BJ)

Pero surgió un problema con los de origen judío en cuanto a la Circuncisión:

Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: “si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros”. Hechos 15:1 (BJ).

Eso provocó tensión entre aquellas personas y Pablo y su compañero Bernabé. Debido a que era una cuestión suficientemente importante, con buen criterio decidieron exponer el asunto a los apóstoles y ancianos en Jerusalén para entre todos llegar a un entendimiento común, conciliando a las partes en el ejercicio de la nueva fe:

Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos; y decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran a Jerusalén donde los apóstoles y presbíteros para tratar esta cuestión. Hechos 15:2 (BJ).

Aunque aquí se menciona sólo la circuncisión, en realidad estaba envuelta la observancia de la Ley mosaica, ya que una vez en Jerusalén y, después de ser recibidos por los apóstoles y presbíteros, se encontraron con opiniones discrepantes:

Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés. Hechos 15:5 (BJ).

De manera que todo en conjunto era fuente de polémica y desacuerdo. Para dilucidar las cosas se convocó una reunión:

Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto. Hechos 15:6. (BJ).

Pero tampoco estaba completamente claro para los apóstoles y ancianos cómo manejar la situación a fin de encontrar la mejor manera de solventar satisfactoriamente los problemas, ya que también hubo una larga controversia entre ellos. (Hechos 15:7). Eso nos da a entender que no era una cuestión de que se estaban enfrentando a una ley claramente expuesta en las Escrituras, como el asesinato por ejemplo. De otro modo no se hubiera producido disparidad de opiniones.

Entonces tomó Pedro la Palabra y, para exponer que estaban en una nueva situación como pueblo de Dios diferente a la anterior a la muerte y resurrección de Cristo, dijo:

“Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la Palabra de la Buena Nueva y creyeran. Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros; y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos”. Hechos 15: 7-11 (BJ).

Este discurso de Pedro, después de una larga discusión y previo a la intervención de Pablo es muy importante tenerlo en cuenta, porque forma parte esencial de toda la argumentación y el razonamiento doctrinal latente a fin de entender mejor la decisión tomada. Del mismo se pueden resaltar las siguientes palabras:

“... y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe”. Hechos 15:9.

Es decir, la fe en Jesucristo los limpió, sin otras consideraciones. Evidentemente ellos no observaban la Ley mosaica, ni se circuncidaban, posiblemente comerían animales sin desangrar dependiendo de sus costumbres. Nada de eso fue obstáculo para ser limpiados por la fe y compartir el espíritu santo. En cambio sí que es de suponer que no participaban en inmoralidad, fornicación, adulterio... como requisito para ser admitidos en la nueva fe y limpiados.

“...¿por qué tentáis a Dios, pretendiendo imponer sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar? Es por la gracia del Señor Jesús por la que creemos ser salvos, de la misma manera que ellos. (Hechos 15: 10-11). (NT versión Ecuménica)

Toda la asamblea calló entonces para escuchar el testimonio de Pablo y Bernabé referente a la aceptación de los gentiles por parte de Dios. Eso corroboraba las palabras de Pedro. Habían sido aceptados, sin observar requisitos que estuvieran en la Ley de Moisés. Pablo y Bernabé habían sido utilizados por Dios para llevar a cabo señales y prodigios entre las naciones. Con todo, la reunión fue convocada por diferencias de opinión basadas en las costumbres derivadas de la práctica judía y de las costumbres de los no judíos que chocaban con fuerza con algunos hábitos de los circuncidados. Se hacía necesario un arbitraje conciliador, que hiriera lo menos posible a todos y que no fuera gravoso para nadie.

En esas circunstancias y una vez oído todo, Santiago tomó a continuación la palabra y, después de hacer alusión a las palabras de Pedro, entre otras cosas dijo:

«Por ello pienso yo que no se debe seguir molestando a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de la fornicación, de lo estrangulado y de la sangre. Porque desde hace muchas generaciones Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores que lo leen en las sinagogas todos los sábados». Hechos 15: 19-21 (NT versión ecuménica)

Por lo tanto, estaba muy arraigado en los conversos de origen judío debido a su asistencia a la sinagoga en donde escuchaban la lectura, era algo consustancial a su género de vida. El verbo que emplea Santiago (Krino) tiene el significado de escoger, decidir, preferir, juzgar, interpretar. Por tanto claramente se da a entender que estaba exponiendo su opinión (posiblemente acordada con otros) y lo que creía que era apropiado decidir.

Esto (lo que pensaba Santiago) pareció bien a todos y en el escrito que enviaron a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia (No se menciona ninguna otra congregación, ya que estaban en la zona en la que se había originado el conflicto) se dice:

Pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros otra carga fuera de éstas, que son indispensables: que os abstengáis de las carnes consagradas a los ídolos, de la sangre, de lo estrangulado y de la fornicación. Preservándoos de estas cosas obraréis rectamente. Conservaos bien. Hechos 15: 28-29 (NT versión ecuménica).

Leer Hechos 15 completo.

¿Quiere decirse que no eran las únicas posibles cargas o normas que se les podría haber impuesto?, es decir, ¿Podrían haber añadido alguna otra carga menos indispensable? En otras palabras, ¿No se da a entender que todo ello fue resultado de una deliberación ponderada, teniendo en cuenta los planteamientos y las cuestiones surgidas y que todo ello les parecía tanto a ellos como al Espíritu Santo suficiente como para apaciguar los ánimos?

Es de notar que no citan de lo escrito en las Sagradas Escrituras como apoyo a la decisión tomada, sino más bien utilizan frases que dan a entender la conveniencia de dicha decisión. Además “Porque Moisés desde hace muchas generaciones tiene en cada ciudad sus predicadores que lo leen en las sinagogas todos los sábados”. Hechos, 15: 21. La única cita de Santiago a la Escritura es para corroborar la incorporación de los gentiles al pueblo de Dios. Hechos 15: 16-17.

El criterio seguido era correcto y la decisión acertada y aprobada por el espíritu santo. Tal vez aquí apliquen además las palabras de Jesucristo: “Os lo aseguro: todo lo que atéis en la tierra, atado será en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, desatado será en el cielo”. Mateo, 18: 18.

Repercusiones y ambiente general de la Congregación primitiva

En su siguiente viaje Pablo iba recomendando la observancia de los decretos acordados por los apóstoles y ancianos en Jerusalén, haciendo entrega de los mismos a las congregaciones en la zona de Siria y Cilicia, tal como se indica en hechos 16: 4 (Hechos 15:41). Es más, fue más lejos y circuncidó a Timoteo obedeciendo a razones que se explican en hechos 16:3: “... en atención a los judíos que había en aquellos lugares; pues todos sabían que su padre era griego.” Por tanto, podría decirse que Pablo hizo una interpretación adaptada de la decisión tomada en Jerusalén, ampliándola en este caso particular al asunto concreto de la circuncisión, pero con el mismo espíritu, evitar tensiones.

Leer Hechos 15:26 a 16:5.

También se sometió a otros requisitos de la Ley mosaica cuando las circunstancias lo requerían. Así, cuando al término de su tercera gira misional regresó a Jerusalén y se reunió con los ancianos, siguió las recomendaciones verbales de éstos a fin de tranquilizar a los “millares” de judíos conversos y “celosos” de la Ley. Hechos 21:17-26.

Teniendo en cuenta que el incidente que provocó la reunión en Jerusalén se produjo al finalizar el primer viaje misional de Pablo y que este nuevo regreso a la capital judía tuvo lugar después de su tercera gira misional, se entiende que Pablo no inculcaba en absoluto la observancia de los requisitos de la Ley mosaica en los nuevos territorios incluso después de aquella memorable reunión, y que eso debía ponerlo bajo escrutinio entre muchos de aquellos miles de conversos procedentes del judaísmo.

En efecto, tal como se expresa en Hechos 21:24: “... Así sabrán todos que no es verdad nada de lo que han oído decir de tí, sino que tú también sigues guardando la Ley”.

Y precisamente a continuación añaden nuevamente y, como en un paralelismo con lo anterior y, a modo de causa (motivo o razón por la cual), las estipulaciones del concilio de Jerusalén:

“Por lo que respecta a los gentiles que han creído les hemos mandado a decir que se debían abstener de los alimentos sacrificados a los ídolos, de sangre, de carnes ahogadas y de fornicación.” Hechos, 21:25 (La Santa Biblia. Dir. Dr. E. Martín Nieto).

En una nota a este versículo la Biblia de Jerusalén incluye el Texto occ.: “En cuanto a los gentiles que han abrazado la fe, no hay nada que decirte, pues nosotros hemos comunicado nuestra decisión: ninguna otra cosa tienen que observar sino abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre y de la impureza”.

El hecho de incluir esta alusión explícita a lo acordado en el decreto apostólico junto con una fuerte recomendación a Pablo para que cumpliera con ciertos ritos de la Ley Mosaica (a los que no estaba obligado) es significativo, ya que pone ambas cuestiones al mismo nivel de obligatoriedad, que en la práctica se trata de la conveniencia de no constituirse en un obstáculo o tropiezo para ningún cristiano, cualesquiera que fueran sus antecedentes. ¿Qué sentido tiene, si no, el traer a colación el decreto apostólico en este contexto?. Entiendo que es muy importante observar este hecho y hacerse esa reflexión. Además, tanto el lenguaje de Santiago, ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros, como esa expresión nuestra decisión de la nota citada en la BJ denotan la existencia de una decisión tomada por conveniencia circunstancial, no de algo exigible por las Escrituras de las que en absoluto se cita como base para dicha decisión.

A continuación se relata cómo Pablo se sometió al rito de la purificación juntamente con los hombres que estaban sometidos a un voto. Hechos 21:26. (Normas para los nazareos en Números, 6: 13-21).

Así, entre este acto en el que Pablo se somete a unos requisitos de la Ley mosaica por una parte y las recomendaciones para observancia de lo acordado en el Concilio de Jerusalén por parte de los gentiles por otra, se evitaba perturbar la conciencia escrupulosa de aquellos nuevos conversos judíos. Además eran cosas fáciles de hacer, no contradecían ningún principio ¿Por qué, entonces, no someterse a ellas en beneficio de la buena convivencia?. En cuanto a Pablo, Hechos 21:24 menciona que: “... Así sabrán todos que no es verdad nada de lo que han oído decir de tí, sino que tú también sigues guardando la Ley”. ¿De verdad Pablo era un estricto observante de la Ley después de su conversión al cristianismo? Es evidente que no era ese el caso, pero sí que es cierto que no tenía inconveniente en someterse en aquella o cualquiera otra ocasión a uno de sus requisitos a fin de salvar la paz entre los hermanos. En ese sentido él continuaba guardando la Ley.

Naturalmente, los cristianos ya no estaban sometidos a las estipulaciones de la Ley mosaica, sin embargo eran considerados con quienes aún tenían muy arraigada su observancia. Pablo lo hizo así en esta ocasión por sugerencia de los ancianos de Jerusalén. Ellos estaban familiarizados con el ambiente y las costumbres de sus hermanos en aquella ciudad, sabían lo arraigado de su celo en la observancia de la Ley mosaica y entendieron que era mejor no violentar sus conciencias. También en este caso se actuó de una manera que fue más allá de lo estrictamente exigido en el Concilio de Jerusalén. Pero se aplicó el mismo principio expuesto en 1ª a los Corintios 10: 29 en cuanto a tener en cuenta la conciencia ajena, aunque en este caso no se trataba de “abstenerse” de algo para no perturbar la conciencia del prójimo, sino de “hacer” algo con ese mismo propósito.

El apóstol Pablo fue un ejemplo en amoldarse a toda circunstancia para ganar a todos para Cristo. Así pudo escribir:

“Libre, de hecho, como estoy de todos, me hice siervo de todos para ganarlos a todos. Y con los judíos me hice judío; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo ella sin estarlo, para ganar a los que están bajo la Ley; con los que están sin Ley, como quien está sin ella, para ganarlos, no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo.”. 1ª Cor., 9:19-21. (La Santa Biblia. Dir. Dr. E. Martín Nieto)

Hay suficientes consejos y comentarios del apóstol Pablo relacionados con algunos de los puntos del decreto apostólico enviado a los conversos gentiles que amplían el entendimiento de aquellas normas y permiten deducir el espíritu con el que fueron emitidas, su alcance y obligatoriedad (ámbito) de su observancia.

En lo que a la fornicación se refiere, es evidente que no sólo el apóstol Pablo la condena en sus escritos, sino que en toda la Escritura está muy claro que forma parte esencial de la limpieza moral de todo servidor de Dios. Pablo lo explica de esta manera:

“¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo”. 1ª Cor., 6:18 (BJ).

Es un pecado explícitamente declarado. Alguien pudiera decir y, de hecho se ha dicho, que las otras observancias decretadas por los apóstoles y hombres de mayor edad en Jerusalén han de tener la misma obligatoriedad que la prohibición de la fornicación. Pero eso no es verdad. Allí se anotan las cosas a las que los gentiles estaban más expuestos y a las que podían ser más vulnerables por su cultura y el entorno en que desarrollaban su vida. De no ser así, se tenían que haber añadido cosas como el asesinato, el robo, la mentira y otras que, es evidente, tenían que observar.

Años después de la decisión tomada por los Apóstoles y ancianos de Jerusalén, Pablo respondió a varias preguntas que le hicieron los cristianos de Corinto. Precisamente el tema de la carne inmolada a los ídolos es objeto de un amplio y profundo tratamiento, aclarándonos plenamente cómo debe entenderse y cómo aplica dependiendo de las circunstancias.

Para empezar, algunos versículos del capítulo 8 son ilustrativos y esclarecedores:

“Respecto a lo inmolado a los ídolos, es cosa sabida, pues todos tenemos ciencia. Pero la ciencia hincha, el amor en cambio edifica.” 1ª Cor,8: 1 (BJ)

“Ahora bien, respecto a comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que el ídolo no es nada en el mundo y no hay más que un único Dios”. 1ª Cor., 8: 4 (BJ)

“Mas no todos tienen este conocimiento. Pues algunos, acostumbrados hasta ahora al ídolo, comen la carne como sacrificada a los ídolos, y su conciencia, que es débil, se mancha”. 1ª Cor, 8:7 (BJ)

“Por tanto, si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo a mi hermano”. 1ª Cor., 8:13. (BJ)

A continuación Pablo se extiende en un dilatado desarrollo de temas relacionados con estas cuestiones, concluyendo con estas palabras:

“Todo es lícito, mas no todo es conveniente. Todo es lícito, mas no todo edifica. Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás”. 1ª Cor., 10:23-24. (BJ).

“Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis escándalo ni a judíos ni a griegos ni a la Iglesia de Dios; lo mismo que yo, que me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría, para que se salven”. 1ª Cor., 10:31-33. (BJ)

Observamos cómo años después de aquella importante resolución tomada en Jerusalén, Pablo no iba imponiendo la norma de abstenerse de carne sacrificada a los ídolos en las congregaciones más lejanas, establecidas con posterioridad en sus otros viajes misionales.

Leer 1ª Corintios capítulos 8, 9 y 10.

El asunto de comer sangre y animales estrangulados no se menciona más. Teniendo en cuenta que la sangre era la representación de la vida, que sólo pertenece a Dios, resultaba muy difícil para un judío el aceptar que se violara una ley tan arraigada, ya que los sacerdotes debían derramar la sangre del toro de la ofrenda en derredor del altar. Levítico, 1:5. Por otra parte, no debería resultar una cosa difícil de observar por los creyentes de entre los gentiles en atención a los de la circuncisión.

En su carta a los colosenses, Pablo escribió lo siguiente:

“Así pues, que nadie os critique en asuntos de comida o bebida, o a propósito de una fiesta o de una luna nueva o de un sábado, las cuales cosas son sombra de las venideras, pero la realidad es Cristo”. Colosenses, 2:16-17 (NT versión ecuménica).

Por lo que respecta a la circuncisión, que fue el tema central del debate, es evidente que quedó excluída de las exigencias para la vida cristiana. De hecho, en el decreto apostólico no se incluye. No obstante hemos visto cómo Pablo se sometió a este requisito en alguna ocasión a fin de no causar tropiezo a los de la circuncisión. Sobre este asunto leer Gálatas 5:1-12.

Para quienes puedan equiparar y poner al mismo nivel de prohibición el abstenerse de sangre y el abstenerse de fornicación (ya que se mencionan juntas en el decreto apostólico y podría resultar lógico hacerlo así), se puede hacer el razonamiento de otra manera. Es decir, siguiendo esa misma lógica, tampoco se podría participar de ningún modo de la carne inmolada a los ídolos. Pero no es ese el caso. Aparte de los textos antes mencionados, dijo claramente:

Comed todo lo que se vende en el mercado sin plantearos cuestiones de conciencia; ... mas si alguien os dice: esto ha sido ofrecido en sacrificio”, no lo comáis a causa del que lo advirtió y por motivos de conciencia. No me refiero a tu conciencia, sino a la del otro...” 1ª Corintios 10:25-29 (BJ).

Además hay otras consideraciones en la Biblia que nos pueden ilustrar que esa manera de razonar, tan apegada a la letra no es la procedente. Así, cuando Pablo expone a Timoteo las cualidades que deben tener los superintendentes y los siervos ministeriales, es evidente que no pueden catalogarse todas como del mismo nivel “moral”. Entiendo que no están al mismo nivel el requisito de tener un único cónyuge, el no ser un borracho, el ser moderado, ser hospitalario y el tener capacidad para enseñar a otros, por ejemplo. Algunas de esas cualidades eran exigibles igualmente a quienes no tuvieran esos privilegios.

Las tres cosas alistadas juntas de las que los cristianos gentiles harían bien en abstenerse, lo están por el grado de posibilidad y riesgo de que en sus prácticas los gentiles pudieran escandalizar a los conversos entre los de la circuncisión independientemente de su respectiva gravedad moral intrínseca. De la única que hay constancia de que sea considerada como pecado es la fornicación.

La aclaración que Pablo hace del caso concreto del participar de carne inmolada a los ídolos debería ser suficiente para hacer el principio extensible al asunto de la sangre y lo estrangulado. Ya había pasado tiempo, Corinto no era Antioquía, pero las leyes y los principios eran los mismos para todos, el tener consideración para con la conciencia de los demás, aún adquiriendo matices diferentes era una cuestión de amor al prójimo, y eso no cambia ni en el tiempo ni en el espacio. Así creo yo, después de examinadas las Escrituras, que debe entenderse el tratamiento dado a aquellas primeras disputas, resueltas con esas concesiones en deferencia a los judíos.

Otras consideraciones

En el tiempo en que se desarrollaron los hechos que dieron lugar al decreto apostólico evidentemente no había la práctica de las transfusiones sanguíneas de la actualidad y, por consiguiente, todo se ceñía a la ingestión de sangre y de alimentos procedentes de animales sin desangrar. Es decir, se hace referencia al procedimiento normal de ingestión alimentaria con el consiguiente proceso de digestión y transformación química de todos los elementos, pasando unos a nutrir el cuerpo, siendo otros eliminados como desecho. No es así en el caso de una transfusión de sangre. En este caso la sangre transfundida pasa directamente a aumentar el caudal sanguíneo de la persona y parece ser que se considera como un mero trasplante de órgano. No voy a insistir en este hecho.

Volviendo nuevamente a Hechos 15: 28 y 29 hay un análisis que a mí me parece importante hacer.

Es evidente que fueron los apóstoles y ancianos de Jerusalén quienes tomaron aquella decisión dentro del ámbito restringido de obligatoriedad al que forzosamente ellos estaban sometidos, ya que no podían imponer ley alguna sobre los discípulos, pero sí, como puede ser fácilmente discernible alguna norma no gravosa o coyuntural para el buen funcionamiento del colectivo de entonces, cuya finalidad fuera la preservación de la armonía entre todos. Eso es lo que he querido enfatizar en este comentario y que, a mi parecer, queda corroborado no sólo por todo el contexto bíblico que se ha considerado, sino también por la forma del redactado recogido por Lucas en Hechos. Hemos de fijar la atención en las palabras de introducción al decreto en sí y a las palabras que lo concluyen. Anoto la redacción de las mismas tal como las han vertido diferentes traductores de la Biblia, subrayando las expresiones que confirman el sentido de las estipulaciones de aquel decreto:

Pues ha parecido bien a nosotros y al Espíritu Santo no imponeros otra carga, fuera de estas que son indispensables... Preservándoos de estas cosas, obraréis rectamente. NT versión Ecuménica.

Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: ...de las cuales cosas si os guardáreis, bien haréis. (Valera)

Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables: ...Haréis bien en guardaros de estas cosas. (BJ)

Porque el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no poneros ninguna carga más que estas imprescindibles: ...Haréis bien en guardaros de estas cosas. (La Santa Biblia. Dir. Dr. E. Martín Nieto).

Porque hemos decidido, contando con el Espíritu Santo, no imponeros ninguna otra carga excepto las siguientes obligaciones: ... Haréis bien en guardaros de estas cosas. (Sagrada Biblia. Dir. P. Franquesa y J. M. Solé).

Porque ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna otra carga más que estas necesarias: ...de lo cual haréis bien en guardaros (NC)

No cabe duda sobre el origen de la recomendación, los propios responsables en Jerusalén de aquel entonces. En Hechos 16: 4 son consideradas como “las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén” (BJ). De haber sido considerada una ley impuesta por Dios, no se habrían incluido ellos como responsables en aquella decisión. Está claro que el espíritu santo aprobó la decisión, como puede ocurrir con cualquier actividad o toma de decisión que una persona o un grupo emprenda en la vida. Y es evidente que la conclusión no es otra cosa que una fuerte recomendación a amoldarse a aquellos mínimos imprescindibles que, sin ser gravosos para nadie, sí, en cambio, eran eficaces en la suavización de las relaciones de aquellos cristianos procedentes de entornos tan dispares. No citaron de las Escrituras como autoridad y base (La Watch Tower da a entender eso en sus publicaciones), sino su propio juicio y criterio para manejar aquella situación de la mejor manera.

La forma utilizada (edoxen) para introducir el decreto corresponde al verbo griego dokeo que puede traducirse por creer, opinar, pensar, así como decidir, resolver, etc. Se corresponde muy bien con cualquiera de las traducciones anteriormente anotadas y que no recogen la obligatoriedad de un mandato, sino la “conveniencia” basada en un parecer, una toma de decisión, pero sin la fuerza de una ley proveniente de Dios.

Igualmente la fraseología utilizada al término del mismo abunda en esa idea y, quizá también, en un deseo de que colaboren para que a todos vaya bien. El verbo que se utiliza para mostrar el desenlace final de esa manera de proceder (futuro de prasso) tiene el sentido de irle bien a uno, tener buen éxito, salir airoso, etc. Una vez más, cualquiera de las versiones de la Biblia referenciadas recoge esa idea.

Hay algo más a examinar que ya he mencionado anteriormente, pero que quiero recalcar un poco más. Se trata de la expresión: “no imponeros más cargas que estas indispensables”.

Si imaginamos y examinamos aquella ocasión memorable con los elementos que la Biblia nos proporciona, observaremos que empezando por el asunto de la circuncisión, en realidad “toda” la Ley estaba envuelta. Hubo discusión, hubo discursos abordando la realidad de la aprobación de los gentiles. ¿Cómo gravar a aquellas personas con semejante carga? Por otra parte estaban los conversos judíos, celosos de la ley. ¿Qué hacer para que sus hermanos gentiles no hirieran sus sentimientos con unas prácticas que a ellos les resultaban repugnantes?. Se hacían necesarias unas medidas a tomar con buen “criterio”. Eso es lo que hicieron. Pudieron haber sido algunas cosas más según puede desprenderse del lenguaje utilizado, pero se ciñeron a lo que “consideraron”, como “imprescindible”, lo que les pareció que podría funcionar y contando con el espíritu santo que, seguro bendijo aquellas medidas.

Todo lo cual, tomado en su conjunto nos transmite no la obligatoriedad de una ley ineludible, sino la bondad de una toma de posición ante un problema que, de seguirla, tendrá un resultado feliz.

De lo dicho se desprende que los apóstoles no impusieron una ley de obligado cumplimiento a los cristianos. Y de ninguna manera dan a entender la autoría divina en cuyo caso habría resultado innecesaria aquella deliberación. Como he dicho, no estaban autorizados para tomar una decisión con ese carácter para todos.

Pero es que además el propio Pablo así lo reconoce. Años más tarde él menciona aquella ocasión a los gálatas y les dice:

Y de parte de los que eran tenidos por más calificados (cómo habían sido ellos en un tiempo, no me interesa; Dios no tiene acepción de personas); pues bien, aquellos más calificados nada nuevo me impusieron. Gálatas 2: 6. NT versión ecuménica. Leer Gálatas 2: 1-10.

Está claro que Pablo no consideró las estipulaciones de aquel encuentro en Jerusalén como algo que modificara sustancialmente su evangelio, es decir, la libertad que él predicaba basada en la fe en Jesucristo, aparte de las estipulaciones de la Ley mosaica. Es importante considerar eso que Pablo expresa inequívocamente. Hechos 15: 28, 29 hemos de considerarlo, pues, como una normativa eclesial en unas circunstancias determinadas. Conviene tener en cuenta para un entendimiento mejor de aquella situación que Pablo se dedicó y se movió dentro del mundo gentil no sometido a la Ley, mientras Pedro, Santiago y quienes permanecieron en Jerusalén vivían diariamente en contacto con los de tradición judía.

Sobre la posición de la Watch Tower

El libro El Conocimiento que lleva a Vida eterna, páginas 128 y 129, párrafo 22, dice:

Jehová dijo a Noé y su familia que la sangre representa el alma, es decir, la vida. Por ello, les prohibió comer sangre de cualquier clase, (Génesis 9: 3, 4) Como somos sus descendientes, aquella ley es obligatoria para todos nosotros.

Con ello, la Watch Tower quiere dar a entender que se trata de una ley para toda la humanidad, independientemente de la Ley Mosaica. Sin embargo, Génesis 9:1 dice: Sed fecundos, multiplicáos y llenad la tierra. Esta también es una ley dada en la misma ocasión y, a pesar de eso, no se han cansado en disuadir de tener hijos en este sistema de cosas. El que unas personas tengan o no tengan hijos es algo que puede deberse a muchos factores. Pero el incitar a otros a no tenerlos, alegando beneficios espirituales, es una cosa absolutamente aberrante. Aparte de eso, Dios permitió el consumo de carne sin desangrar, como es el caso de animales muertos, a los extranjeros (Deuteronomio 14: 21). El no podría permitir la violación de su propia Ley.

Por otra parte y, por mucho empeño que se ponga en lo contrario, la cuestión surgida en el primer siglo fue con respecto a la observancia de la Ley mosaica, no una ley universal. Si estamos considerando el capítulo 15 de Hechos hemos de ceñirnos a lo que es el objeto de la polémica allí surgida que, como digo, estaba restringido a la observancia de los requisitos de la Ley. Nada hay que permita ir más lejos de eso.

Pero, prescindiendo de otras consideraciones, en la Sagrada Escritura, aparte de la letra encontramos un espíritu que es el que le da vida y el que aporta beneficio al cristiano. Quien se aferra a la letra y prescinde del espíritu que la anima, queda atrapado, esclavo y muerto por la letra. Era el caso de los fariseos del tiempo de Jesús. Es precisamente la actuación de Jesucristo y sus palabras las que nos ayudan a entender el espíritu que hay tras la ley (tras toda ley) y los límites de la misma, siempre en beneficio de la vida humana. Tomemos como ejemplo una curación que Jesús llevó a cabo en sábado:

Habiendo entrado en sábado en casa de uno de los principales de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: “¿Es lícito curar en sábado, o no?” Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó y le despidió. Y a ellos les dijo: “¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en sábado y no lo saca al momento? Y no pudieron replicar a esto. Lucas 14: 1-6 (BJ)

Está claro que no se trataba de un cesto, una herramienta o algo que pudiera esperar su extracción. Se trataba de un hijo o un buey que podían morir. La vida es lo más importante. Ni siquiera la ley de reposo sabático se dio para que estuviese por encima del cuidado y conservación de la vida. El salvarla es un acto de amor y, tal como estableció claramente Pablo en cuanto a las cualidades cristianas a cultivar:

En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5: 22-23 (BJ)

Es decir, en la Sagrada Escritura no encontraremos una ley que, bien interpretada, sea un obstáculo para el amor y el resto de cualidades que han de adornar al cristiano. ¿No dice el sentido común que toda ley, especialmente la Ley divina está para protección y beneficio del ser humano, especialmente de su vida? Cuando hablamos de esas cualidades, los frutos del espíritu y especialmente del amor ¿Qué cosa hay que se pueda poner, en el ejercicio de esas cualidades, por delante de la vida misma? Como Jesucristo mismo reconoció en otra ocasión:

El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. Marcos 2: 27 (BJ)

Es un principio declarado por Jesucristo después de una excelente aplicación del espíritu de las Escrituras que creo oportuno citar aquí:

Un sábado cruzaba Jesús por los sembrados y sus discípulos, al pasar, se pusieron a arrancar espigas. Decíanle los fariseos: “Mira cómo hacen en sábado lo que no está permitido”. El les dice: “¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la proposición, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con el? Y les dijo: El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. Marcos 2: 23-27 (BJ).

Lo que, en mi opinión nos ilustra la diferencia entre apegarse a la letra o extraer el espíritu de la Escritura. Insisto una vez más. Teniendo en cuenta que el amor es la única ley cristiana y dado que la vida está en el grado más elevado de las cosas a cuidar, resulta difícil concebir una ley que, en su aplicación estricta, resulte en dejar perderla.

Con todo, y dado que aún con toda la información bíblica disponible (buena parte ha sido expuesta aquí) puede entenderse que alguien vea el asunto de otra manera, ¿Es esa una razón válida para imponer a otros ese punto de vista? Tengamos en cuenta que todos tenemos el deber ineludible ante Dios de defender nuestra vida. Por supuesto también la vida de los hijos. Hasta las instituciones humanas reconocen como el primero de los derechos el derecho a la vida.

Teniendo eso en cuenta, una persona se puede enfrentar a su conciencia en el sentido contrario al punto de vista de la Sociedad Watch Tower. ¿Cuál puede ser la responsabilidad ante Dios de un padre que se enfrenta a la posibilidad de la pérdida de la vida de su hijo, sabiendo la obligación que ha contraído de defenderla? Tampoco es pequeña la responsabilidad ante la sociedad. Pero no sólo la vida de un hijo, sino la propia, se tenga o no a otros bajo la responsabilidad de uno. Todos hemos de rendir cuentas a Dios. También por eso, si llega el caso.

En una visión distorsionada de la realidad de lo ocurrido en el primer siglo, La Atalaya del 15.3.98 muestra en la página 19 una representación gráfica de lo que pudo ser aquella (u otra) reunión celebrada en Jerusalén en el primer siglo. (Evidentemente hay otras ilustraciones similares en la literatura de los Testigos de Jehová). Esa ilustración lleva al pie esta leyenda:

El cuerpo gobernante del siglo primero preservó la unidad doctrinal.

La misma Atalaya en la página 21, párrafo 10 dice entre otras cosas:

Con el fin de alcanzar este objetivo, se escogió a unos cuantos cristianos de la clase ungida del esclavo fiel y discreto para que representaran a todo el grupo....
Los cristianos de ese entonces aceptaron con gusto la institución... (Hechos 15: 1-32).

Pues bien, jamás existió tal institución como un cuerpo gobernante. En ninguna parte de la Biblia consta semejante cosa. Las referencias de Pablo dan a entender claramente que él no consideraba la existencia de semejante organismo:

Y de parte de los que eran tenidos por notables (¡Qué importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas) en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron. Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, (Pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles) y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero. Gálatas 2: 6-10 (BJ)

Ser tenidos por “notables” (cosa natural en aquellos personas cercanas al propio Jesús) no es lo mismo que tener un nombramiento en una institución que no existía por ninguna parte. La expresión ¡Qué importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas, no da a entender semejante cosa precisamente.

Allí se reunieron los responsables que había en Jerusalén, Pablo y Bernabé y los que marcharon con ellos de la iglesia o congregación de Antioquía. Cada uno expuso lo que tenía que decir y fueron escuchados todos, tomándose una decisión de orden práctico, no doctrinal. Tanto Pedro, como Pablo, como Santiago dirigieron sus palabras a toda una asamblea de gente. Se tomaron unas decisiones adecuadas para la ocasión y el territorio afectado por el problema. Pero no hay constancia bíblica de que se llevaran más lejos, a Corinto o Roma, por ejemplo. En los textos citados en este artículo hay, creo, suficiente documentación para hacerse una idea clara de esta cuestión.

¿Quiénes eran, entonces los miembros del hipotético cuerpo gobernante y quiénes intervinieron en su elección? ¿Era Pablo uno de ellos? ¿Cómo pudo decir, entonces que no se le había impuesto nada nuevo? ¿No lo era? ¿Es comprensible que no lo fuera habiendo sido elegido directamente por Jesucristo, como lo había sido anteriormente Pedro?

Pablo representó la posición de los gentiles, extraños a la Ley, y aceptó aquellos requisitos en atención a sus hermanos de raza, pero obró fuera de aquel marco tanto por exceso como por defecto, cuando las circunstancias lo aconsejaron. Entendió perfectamente el espíritu de aquella decisión. En cuanto a Pedro, si realmente lo hubieran considerado como miembro de esa supuesta “institución” ¿alguien le habría echado en cara el haber tenido tratos con los gentiles? Hechos 11: 1-2. Cuando eso sucedió, Pedro pacientemente les explicó la visión que había tenido con relación a ese asunto. ¡Qué diferencia con el arrogante Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová! ¡Cualquiera se atreve a insinuarles algo, a discrepar lo más mínimo...! Pero eso es otra cuestión.

Dejando a un lado el tema de esa supuesta “institución” mal llamada “Cuerpo Gobernante”, un mínimo de sensibilidad debería obligar a los dirigentes de la Watch Tower a considerar que puede haber personas temerosas de Dios, que ven el asunto de la sangre de otra manera y que su conciencia debe ser respetada. Eso es muy difícil para ellos, ya que en su mente no hay alternativa de comportamiento y práctica cristiana que no esté bendecida por su criterio exclusivo, toda interpretación de puntos doctrinales ha de ser sancionada por el “canal de Dios”, o sea, por ellos.

Naturalmente en muchos aspectos pueden llegar a rozar los límites de las leyes civiles de los diferentes países, incluso los derechos humanos universalmente reconocidos y que no están en pugna en absoluto con la Ley de Dios. Por eso, entre otras cosas, han tenido problemas de reconocimiento en Bulgaria y frecuentemente miembros individuales de la secta han tenido que comparecer ante tribunales civiles en diferentes países.

Lógicamente han desarrollado todo un entramado de mecanismos en su defensa (información impresa, los CEH, aceptación arbitraria de ciertos componentes sanguíneos, rechazando otros, vaya usted a saber por qué...) a fin de paliar las posibles consecuencias negativas que pudieran derivarse de posibles denuncias previsibles por el riesgo cierto que se corre en cuanto a pérdida de vidas por negarse a recibir tratamiento que implique una transfusión de sangre.

En el caso búlgaro hasta han firmado un documento polémico y que, para muchos que sabemos lo que ocurre ahí dentro nos resulta confusa esa firma, sobre todo, teniendo en cuenta, declaraciones unilaterales posteriores en cuanto al estado inmovilista en realidad de la doctrina.

¿Cuál será la situación en el caso de los testigos búlgaros a partir de ahora? En realidad ¿Qué han firmado para que se les acepte y se les reconozca? ¿Entienden de la misma manera el documento firmado las autoridades búlgaras, la Comisión Europea de Derechos Humanos y la Sociedad Watch Tower? ¿No será el caso que se han reservado alguna restricción mental que no coincide con lo que piensa la otra parte? ¿Qué nombre asignamos a eso? ¿Estrategia teocrática en defensa legal de las Buenas Nuevas o mentira descarada para salvar el trámite? ¿Sería eso enseñanza sana?

Me gustaría saber el alcance “real” de las palabras siguientes, procedentes de la Watch Tower:

Los términos del acuerdo no reflejan un cambio en la doctrina de los Testigos de Jehová. En su lugar, el acuerdo refleja un entendimiento progresivo de las preocupaciones y acciones de ambas partes.

Lo de Bulgaria parece ser que ha exigido dar explicaciones en diversos países y, por lo que se ha visto, la consigna es que se trata de una “decisión individual” que no conlleva penalización o expulsión. Eso que diversos portavoces de la Sociedad han declarado a la prensa resulta difícil de creer, salvo que los conceptos sean diferentes para ellos y para el resto de los mortales. Llegado el caso, sería interesante comprobar cómo se “riza el rizo” en la práctica.

Mucho me temo que en todo esto hay un doble mensaje, uno para el mundo exterior, las autoridades, la opinión pública, etc. y otro para los de dentro, los propios testigos. Acostumbrados como nos tienen a la manipulación, llamando “nuevo conocimiento” al encubrimiento de sus especulaciones, no es de extrañar que se valgan de algo parecido hacia fuera a fin de tranquilizar a los diversos organismos, dando la impresión de que dentro de la organización opera un espíritu de libertad que imposibilita todo tipo de coacción y represalias.

Para que saliéramos de dudas, sería necesario algo más explícito. Pongo un ejemplo: Cuando se dejó a conciencia el efectuar algún tipo de servicio civil en sustitución del servicio militar ejercitando así el derecho a la objeción de conciencia, La Atalaya del 1 de Mayo de 1996, se expresaba así:

¿Qué hay del caso en que el Estado pide al cristiano que durante cierto tiempo preste un tipo de servicio nacional bajo administración civil? Una vez más, este debe tomar su propia decisión basada en su conciencia educada. “Todos estaremos de pie ante el tribunal de Dios”. (Romanos 14: 10). Página 20, párrafo 19.

En el párrafo 21 de la página 20 esa misma Atalaya dice, además:

¿Qué pasaría si las respuestas honradas del cristiano a las anteriores preguntas lo llevaran a concluir que el servicio civil nacional es una “buena obra” que puede realizar en obediencia a las autoridades? Tal es su decisión delante de Jehová. Los ancianos nombrados y demás hermanos deben respetar del todo su conciencia y seguir viéndolo como un cristiano ejemplar. No obstante, si otro cristiano cree que no puede prestar el servicio civil, su postura debe asimismo respetarse. Ha de vérsele también como un cristiano ejemplar y brindársele apoyo amoroso. (1 Corintios 10:29; 2 Corintios 1:24; 1Pedro 3:16).

Personalmente, cuando vea algo publicado en términos similares sobre el tema de las transfusiones de sangre, aparte de darle la bienvenida, estaré convencido de que sí se ha producido el cambio. Entre tanto, como mínimo soy escéptico al respecto.

Muchos, basándonos en toda la documentación bíblica disponible, entendemos que con la interpretación irracional de la Watch Tower sobre Hechos 15: 28, 28 la ley de Dios, más justa que las leyes humanas es violada. Pero hasta los derechos humanos elementales reconocidos por la sociedad civil pueden ser violados. No pueden atribuir a la Ley divina una orientación moral que interfiere la conservación de la vida, a menos que intervenga algún tipo de integridad moral o defensa de principios altos que dignifican la propia condición humana y la libertad. Todas las sociedades e ideologías, por lo general, reconocen una justificación para entregar la vida heroicamente en defensa de la dignidad humana o unos ideales. Por supuesto el no transigir en cuanto a la fe, el confesarse seguidor de Jesucristo, dentro del Cristianismo, entra dentro de esa valoración. (Mateo 10: 39; Apocalipsis 20: 4). Ese no es el caso en lo relacionado con una transfusión sanguínea, porque no hay base bíblica para ello. (Tengan además en mente la enseñanza a extraer de la actuación de Jesucristo, Lucas 14: 1-6, considerada con anterioridad).

Bien pudiera darse el caso que alguien, entendiendo estas cosas de una manera, creo yo, razonable y acertada, aunque diferente a cómo ve el asunto la Sociedad Watch Tower, decidiera, ante grave peligro de perder la vida, someterse a una transfusión que le ayude a salvarla, creyendo firmemente servir a Dios y teniendo en cuenta Romanos 14: 10. Supongamos que se trata de un anciano o alguien con responsabilidades dentro de la congregación. Si ello sucediera y la Organización no interviniera para quitarle “privilegios”, sino considerarlo como alguien que ha tomado su propia decisión, según lo que él cree que dicen las Escrituras y, consiguientemente, digno de todo respeto, entonces estaríamos de acuerdo en que efectivamente se tiene en consideración y se respeta la decisión personal. De no ser así, entiendo que se trata de un lenguaje confuso, doble, en total contradicción con las palabras de Jesucristo:

Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’; porque lo que pasa de aquí, viene del Maligno. Mateo 5:37 (BJ)

Lo que previsiblemente pudiera suceder en ese caso es que, si tal hermano, una vez se haya supuestamente sometido a esa transfusión y defendiera públicamente que lo ha hecho para no violar su conciencia y no tener que enfrentarse al juicio divino para no ser hallado culpable ante el tribunal de Dios, sea sometido a un “juicio humano”, haya de comparecer ante un comité de ancianos ineptos (espiritualmente hablando) con el resultado de ser expulsado, y las consecuencias que eso conlleva: pérdida de reputación, separación de amigos y hasta de familiares... El mundo al revés.

Naturalmente, toda esa confusa actuación en cuanto a firmas y declaraciones chocantes con la realidad forma parte de esa ingeniería desarrollada en todas direcciones y que finalmente converge en la defensa de los propios intereses de la Sociedad Watch Tower, ya sea doctrinales, encubriendo los fallos bajo la apariencia de “nueva luz” o “nuevo conocimiento”, ya sea de tipo legal que pueda acarrearle enfrentamientos con los diversos organismos nacionales y con los tribunales de justicia.

En ese sentido, últimamente cuidan mucho las formas en previsión de problemas, desviando el peso de las posibles responsabilidades sobre los hermanos “individualmente”, ya que ellos toman sus propias decisiones. Sutil y veladamente van introduciendo expresiones que los hermanos apenas advierten, pero que llegado el caso, la Organización sabrá muy bien sacar a la luz.

En el caso que nos ocupa, ha sido costumbre de la Sociedad proveer para “ayuda” la Tarjeta de Alerta Médica, renovándose cada año. Además, cada vez estrechaban más el cerco a fin de que nadie eluda ese trámite, fijando días concretos y en la reunión del “Libro” para controlarlo todo mejor. No obstante eso, la hoja de Nuestro Ministerio del Reino de Enero de 1998, tímida y solapadamente introduce expresiones, ausentes en años anteriores, que dan a entender la “voluntariedad” de cumplimentar dicho documento:

Al terminar la reunión, se dará una tarjeta nueva a los Testigos bautizados que lo deseen y una tarjeta de identidad para sus hijos menores no bautizados, pero NO DEBEN rellenarse esa noche. Esto se hará con cuidado en casa y se dejarán SIN firmar. Se firmarán en presencia de testigos y se fecharán después del siguiente Estudio del Libro bajo la supervisión de los respectivos conductores. Así se garantiza que cuantos estén asignados a sus grupos y deseen formalizar la directiva médica anticipada cuenten con la ayuda necesaria. Los firmantes en calidad de testigos deben ver cuando el portador de la tarjeta la firme. Los que no estén presentes ese día y deseen llenar y firmar la tarjeta recibirán la ayuda de los conductores o ancianos en la siguiente Reunión de Servicio, hasta que todos los publicadores tengan sus tarjetas en regla... (Nuestro Ministerio del Reino de Enero de 1998. Subrayado nuestro).

Comparen con los años anteriores y observarán que la redacción es muy similar a excepción de las expresiones “y deseen” que, para los bautizados, no solían ser habituales.

Lo que sí se mantiene es el espíritu mostrado en Nuestro Ministerio del Reino de Enero de 1994:

En la siguiente Reunión de Servicio los conductores y/o ancianos ayudarán a los que por alguna razón no hayan estado presentes en el Estudio de Libro a rellenar sus tarjetas, logrando así que todos los publicadores bautizados la tengan debidamente cumplimentada. (subrayado nuestro)

Esa misma hoja de Ministerio da cuenta de lo siguiente:

Se ha podido comprobar que en muchos lugares más del 50% de los hermanos tenían sus tarjetas sin firmar, sin nombres de testigos o caducadas.

También Nuestro Ministerio del Reino de Enero de 1993 dice así:

Los publicadores bautizados nunca deben salir de su hogar sin llevar consigo el documento médico. Los hijos menores de padres Testigos siempre deben llevar consigo su “Tarjeta de identidad”. En una congregación se vio que de cada cinco publicadores, uno no llevaba consigo su documento médico, y ningún niño tenía su tarjeta de identidad. (Subrayado nuestro).

El procedimiento práctico que se lleva a término cada año desmiente, de hecho, la libertad de elección. Lo que sí es cierto es que lo que ellos llaman “ayuda” no es otra cosa que “control”. Naturalmente, si alguien se niega a recoger el mencionado documento, nadie lo va a obligar, pero, en principio, se encuentra con que ha de romper la costumbre y se va a hacer notar por los demás, lo que ya es una medida disuasoria. Si realmente tienen contenido práctico esas declaraciones afirmando que todo es cuestión de una decisión personal, sin coacciones, sin toma de decisiones en contra de quien voluntariamente se someta a una transfusión de sangre, entonces todo ese control, ese formalismo previo de tener que obtener esa tarjeta está de más. ¿No es suficiente con un anuncio de que tales tarjetas están disponibles y que quien lo desee puede recogerlas y cumplimentarlas? ¿Lo harán así a partir de ahora? Hay que tener en cuenta la merma que sufre el concepto libertad o libre elección cuando procede de la Sociedad Watch Tower y va dirigido a los propios testigos. Tanto es así que necesita de una descripción específica de su funcionamiento dentro del colectivo. Esa explicación viene dada, por ejemplo, en La Atalaya del 15 de Marzo de 1998. En la página 19, párrafo 4, dice lo siguiente:

Con objeto de que no haya malentendidos, los testigos de Jehová procuran expresarse con cuidado. En lugar de decir “la Sociedad enseña”, muchos testigos prefieren emplear expresiones como “la Biblia dice” o “creo que la Biblia enseña”.

Seguidamente añaden la razón para actuar de esa forma:

De este modo subrayan la decisión personal que todo Testigo toma al aceptar las enseñanzas bíblicas y también impide dar la impresión errónea de que los Testigos están de algún modo condicionados por los dictados de una secta religiosa. (Subrayado nuestro)

En realidad, más que reflejar el modo de actuar de los testigos, como se quiere dar a entender con esa manera de expresarse, se trata de una manera de decirles cómo deben expresarse los propios testigos a fin de no dar la impresión de estar dirigidos y condicionados por otros, cosa absolutamente cierta. A continuación añaden:

Claro está, las sugerencias respecto a qué términos emplear nunca deben hacerse objeto de controversia. Después de todo, estos solo tienen importancia en la medida en que impiden que haya malentendidos.

Lo que ellos llaman “malentendidos” no son tales, sino “bienentendidos”, es decir, están condicionados por los dictados de la Sociedad Watch Tower. Prueba palpable de ello la tenemos en lo del servicio civil sustitutorio. En la actualidad los jóvenes testigos afectados se acogen masivamente a esa salida que el gobierno ha provisto para canalizar la objeción de conciencia. De un día para otro se produjo el milagro: miles de jóvenes “entendieron” de otra manera la cuestión. Si hicieran otro tanto con el tema de la sangre, dejarlo como asunto de conciencia, desaparecería el problema en el acto, nadie pondría objeciones ante una situación de vida o muerte.

Toda esa necesidad de guía hasta en una cosa tan elemental como es la expresión, se debe a que en la realidad es lo que dice la Sociedad lo único que se sigue como guía y, hasta ahora ese ha sido el lenguaje que se ha utilizado en conversaciones de todo tipo. El que ahora intenten modificar el lenguaje habitual y dar así la impresión de que los Testigos se basan en su conocimiento individual de la Biblia, no altera esa realidad. Sin embargo es de interés para la Organización que no se de esa impresión. Aunque los testigos, acostumbrados como están a eso, aceptan con toda naturalidad estas cosas, no deja de ser llamativo el que la dependencia de la organización llegue hasta esos extremos.

Aunque parezca paradójico, todo ese proceso de adaptación del lenguaje y esa apelación al uso del criterio propio y la propia elección que tal vez a los testigos les halague al considerarlos en La Atalaya (la del 15.3.98 es un buen ejemplo) no es más que mera apariencia, pero también una defensa de la propia Organización contra sus propios miembros, liberándose ella de responsabilidad si llega el caso.

La posibilidad de escuchar otras voces, por el momento, parece muy alejada de lo que los dirigentes de la Sociedad Watch Tower están dispuestos a hacer o a consentir que hagan otros bajo su dominio, su gobierno. Más bien la actitud parece ser la de lanzarles el calificativo de “apóstatas”, para que los demás los traten como a delincuentes o apestados. Lejos de su mente el concederles la comprensión que corresponde a personas serias que estudian la Biblia y se acercan a ella con el corazón limpio, para aprender, sin dejarse guiar ciegamente, aunque sí escuchar y considerar otras posiciones. El caso de las transfusiones de sangre es especial, porque de seguir las pautas de la Sociedad Watch Tower, uno puede estar violando la Ley divina sobre el respeto y conservación de la vida nada menos. No es como el celebrar o no un cumpleaños, por ejemplo.


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