"22 años sirviendo a un proyecto humano, creyendo que era Divino"
José Martín Pérez
José Martín Pérez, es Asesor Fiscal.
"NUNCA segundas partes fueron buenas" es un dicho popular que numerosas veces es cierto, empero en mi
caso, puedo dar fe, y esta es mi experiencia por los pasados catorce años, que, segundas partes,
pueden ser tan buenas o mejores que las primeras, especialmente cuando una persona, después de haber vivido una
experiencia de dependencia mental y emocional con relación a un colectivo religioso, toma conciencia de su individualidad
y su derecho a determinar qué valores en la vida merecen la pena luchar, sin que sea un colectivo religioso quien los determine y
los imponga.
Hace veinte años, me sentí muy feliz al contemplar reflejada mi vida en las páginas de
¡Despertad! Pensé que había conseguido algo inimaginable, un privilegio sensacional y único. Obviaba la razón
principal por la que aparecía allí: mi estado físico. Los discapacitados físicos y psíquicos sirven para muchas cosas.
Pero lamentablemente la sociedad en general, y muchos grupos religiosos y políticos, los utilizan muy a menudo para
promover sus propios objetivos: vender sus productos, promulgar sus ideas, concienciar, poner metas, e incluso,
incentivar a una determinada acción; en suma, para decir: "Ésta persona está limitada, pero hace más cosas que tú, ¿por
qué no lo imitas?" Es por eso, que en las revistas de los testigos de Jehová, muy a menudo se relatan experiencias de
discapacitados, enfermos, marginados, parias y otros, con el objetivo de incentivar a la masa de
miembros, a más actividad, más
productividad, más generosidad en la obra de captación y proselistimo que vienen realizando desde hace 135 años.
No me podía imaginar como una historia que yo redacté, (pero que fue "retocada" e intitulada
por Jorge Weilland), iba a tener el efecto bumerang en mi vida, es decir, se iba a volver contra
mí, e iba a ser utilizada en diferentes ocasiones por los propios Testigos de Jehová, (especialmente después que fuí cesado como anciano), para
increparme cualquier pequeño detalle que no concordara con lo que pudiéramos denominar "chico bueno y obediente".
Por supuesto, después de dejar el grupo, no sé si por envidia o por despecho, me han llegado duras críticas, basándose
en tal relato, diciendo: "Ya se veía venir". Mi reputación y honorabilidad han quedado bastante deterioradas por
haberme salidos de los Testigos, y por haber confesado mi gran pecado de manera pública: el orgullo. Atrás han
quedado 22 años de servicio, de sacrificios, de aportaciones económicas, etc., que según ellos, no tienen ningún
valor a los ojos de Dios, y sólo han servido para confirmar mi orgullo y prepotencia intelectual, en relación con
los demás.
Han transcurrido algo más de veinte años desde que fue publicado aquél relato, ¿y qué? ¿qué ha
ocurrido en este tiempo en mi vida? ¿qué pienso sobre todo lo que redacté y fue publicado en esa revista en 1988?
Muchas veces, los seres humanos sienten la necesidad de hacer un replanteamiento de sus objetivos,
su escala de valores, sus esperanzas, especialmente cuando han sido objetos de manipulación por colectivos, que
aparentemente sin
mala intención en su origen, se han apropiado de lo más básico y esencial en el hombre: la libertad. Yo he sentido
esa necesidad, cuando observé que una organización religiosa, asumiendo el papel de Dios en este siglo XX, se había
hecho dueña de mi pensamiento, de mis creencias y de mi individualidad.
Como tuve la oportunidad de decir a los ancianos en mi carta de renuncia, las organizaciones en si,
no tienen nada de incorrecto o malo. Entiendo que son medios para combinar esfuerzos y conseguir más, como grupo que
como individuos. Pero no son figuras o entidades con voluntades, intelectos o capacidades independientes. Lamentablemente,
esto es lo que llegan a ser en la mente de quienes descansan su confianza, ilusiones y expectativas en la figura
incorpórea y omnipresente de una entidad con estas características.
Lo que ahora comprendo con facilidad, ha estado oculto a mi entendimiento, mientras pertenecí al colectivo denominado ‘testigos de Jehová'. Yo llegué a creer que la organización de los Testigos de Jehová, era el ‘canal' de comunicación que Dios utilizaba en este tiempo para comunicar su voluntad a los hombres, porque se me hizo creer que «Dios siempre ha tenido sobre la tierra una organización o enlace de comunicación de los seres humanos, y que era necesario estar asociados y respaldando a tal organización para recibir su favor». Hablaba y actuaba para con ella como si fuera un ente diferente con personalidad propia, con vida propia.
Como han dicho otros con antelación, para mí, la organización de los testigos de Jehová era como una madre amorosa que en ausencia del padre, se preocupa por el bienestar espiritual, emocional y físico de sus hijos. No percibía que tal creencia, controlada y administrada por hombres imperfectos, podría provocar una metamorfosis en los símbolos, una transformación en los personajes, para convertirse en auténticas figuras que asumen papeles que no les corresponden.
Que la ilustración asume el papel de realidad, y va ocupando parcelas de poder en la vida de los afectados a tal grado, que lo que comienza con la determinación de que la Biblia es y será su guía única y definitiva, su verdadera fuente de información autorizada, se convierte en casos extremos, en una prescripción de lo que se ha de leer, estudiar, de qué debe hablarse, por todos los que se adhieren a esa estructura. Ese ha sido el patrón de desarrollo de muchas de las religiones que existen en la actualidad.
Pablo lo explicó profetizando la llegada del "hombre del pecado" y diciendo: "el cual se opone y se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el santuario de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios". (1ª Tes 2:4 Val)
Es por eso que mientras creí lo que creí yo era feliz, y canalizaba mis habilidades en pos de colaborar y contribuir para que esta "madre" tuviera una familia muy numerosa de hijos obedientes y sumisos. Curioamente, los defectos que yo tenía: (mi "orgullo" que no era otra cosa, que el utilizar una fórmula de equilibrio psicológico de mis carencias físicas), era aceptado por el colectivo, siempre que asumiera el "papel" de hijo desvalido que aparenta una humildad ficticia, y siempre que me mantuviera en el redil. Cuando uno está allí, todos los defectos son excusables, achacados a la imperfección humana. Nunca tuve experiencias en las que se me increpara tan horrendo pecado, hasta que yo mismo tuve el valor de confesarlo públicamente.
No me di cuenta que estos "hijos", en cuanto aceptaban la "maternidad" protectora del grupo comenzaban a perder su individualidad y a asumir una colectiva, impersonal, que a veces solía ser prepotente e intolerante contra todo aquel que no se mantenía en el cobijo de su madre. Y esa personalidad colectiva, en la mayoría de los casos es un arma peligrosa y hasta tiránica.
Me ha costado mucho trabajo llegar a estas conclusiones pues mi dependencia física y mental de la organización de los testigos de Jehová ha sido siempre muy fuerte. Ellos fueron los primeros que se interesaron en mí, no solo para que estudiara la Biblia, sino recogiéndome de mi casa y llevándome a las reuniones, asambleas, etc. También me invitaban a reuniones sociales, comidas, excursiones, etc. donde me cuidaban y atendían. Yo creía que estos favores personales me los hacía "la organización", mi "madre", cuando en realidad eran Pepe, Jesús, Rosario, Manuel, Paco, etc. Esto me daba una medida grande de seguridad. El problema es que ellos, los que me hacían dichos favores, también creían que era gracias a la ‘organización' que ellos actuaban así, por lo tanto, no era a ellos a quienes tenía que agradecer sus favores, sino a la organización.
Intelectualmente, también satisfacían mis inquietudes, pues sus conceptos sobre la vida, la verdad, el amor, etc., eran asumidos y contemplados por mí como conceptos propios.
Siempre había observado algunas deficiencias de carácter doctrinal, especialmente mientras conduje un estudio bíblico a un Pastor de la Iglesia Pentecostal, y profundicé en temas como la Trinidad, la prohibición de la sangre, el fin del mundo, etc., aunque siempre me autoconvencía de que yo llevaba la razón, que los argumentos que utilizaba eran más poderosos que los de este señor, que mis razonamientos estaban basados en la Biblia y los de él no, (aunque en algunas ocasiones éste conseguía dejarme callado sin argumentos con que refutar sus ideas); en fin, pensaba que yo era el vencedor, aunque mi victoria fuera una victoria pírrica, sin dar mayor importancia al asunto. También veía muchas deficiencias en el aspecto personal de la gente que me rodeaba, pero como yo también me consideraba muy imperfecto y cometía errores continuamente, las evidentes faltas de amor que se observaban dentro de la organización las veía como algo natural.
En más de una ocasión, tuve que mediar en problemas y disputas entre los hermanos, ¡y hasta entre mis propios compañeros "ancianos"!
Curiosamente, no percibía que estos errores personales y de organización que yo excusaba generosamente, eran los mismos que criticaba de otros grupos o movimientos religiosos
A raíz de mi baja como anciano, comencé a observar ciertas actitudes en algunos miembros de la congregación donde servía, que me entristecieron. La frialdad en el trato a partir de éste hecho me dolía, pues durante los ocho años que estuve con esa responsabilidad, había sacrificado muchas cosas por servir a los demás, y no veía una respuesta positiva por parte de dichos miembros de la organización, que antes habían valorado profusamente mi labor a pesar de mi estado. El tan cacareado amor que se dice, existe entre los Testigos, mostraba su verdadero rostro ante la dificultad o la desgracia de los demás.
Pero no fueron estos los factores que me llevaron a desasociarme de los testigos de Jehová. De hecho, desde mi cese de anciano hasta mediados de 1995, me mantuve fiel a la 'organización' y se continuó efectuando un "estudio de libro" en mi hogar, y mi esposa y yo nos mantuvimos regulares en la asistencia a las reuniones, y en la predicación de casa en casa, (termómetros utilizados por la congregación para discernir quién es considerado "espiritual" y quién no, dentro de sus filas).
Mis dudas comenzaron a tomar cuerpo, con las preguntas incisivas de un familiar, testigo de Jehová desde su niñez, que siempre daba vueltas al mismo asunto: la cuestión de la "verdad progresiva" y la "verdad actual", pues no las llegaba a entender del todo. No entendía cómo los testigos de Jehová afirman con dogmatismo que sus conclusiones bíblicas y doctrinales son "la verdad", (y de hecho, todos sus miembros deben acatar tales conclusiones, para no ser expulsados del colectivo), y unos meses después, modifican una doctrina o norma, diciendo que esa también "es la verdad" sin discusión. Esto lo pueden hacer tres o cuatro veces sobre un mismo asunto, ‘voltejeando' de un lugar a otro, y siempre su interpretación última es la verdad.
Yo le explicaba lo mismo que reproducen las publicaciones de la Watch Tower, cuando tratan este asunto, empero conforme más examinaba el tema y meditaba en él, palpaba las carencias de los argumentos utilizados.
Para empatar el asunto, los rumores se dispararon en la Asamblea de Distrito que celebramos a principios de Agosto en el pabellón de Deportes, Zona Sur, de Granada, pues hermanos de mucho tiempo, me comentaron que "la Sociedad" había cambiado lo de 1914, y que tal explicación vendría en una próxima Atalaya.
Mantuve unos días de verdadera espectativa a la espera de que la noticia fuera publicada en La Atalaya, pero no fue lo de 1914 lo que modificaron. Fue lo de las ‘ovejas y las cabras'. Después de haber estado afirmando por más de 70 años que Cristo "vino en su gloria" en 1914, y que a partir de ese momento comenzó a reunir a las naciones para juzgarlas y a separarla como "ovejas y cabras", después de afirmar con rotundidad que esta labor la había estado efectuando por medio de la predicación que han realizado los testigos de Jehová en las pasadas siete décadas, los redactores de la Atalaya, habían descubierto otra "verdad". Hasta ese momento, se alababa, de hecho, el gran discernimiento mostrado por Josep F. Rutherford que descubrió dicha «verdad».
Si alguien se hubiera atrevido a discutir esa interpretación, habría sido expulsado irremisiblemente. Si alguien se atreve a discutir su actual concepto, también será expulsado.
¿Cuándo se discernió que la humanidad estaba siendo juzgada como ovejas y cabras? La Atalaya del 15 de mayo de 1986, pág. 17, declaró: "De modo que para 1923, la gran profecía de Jesús sobre las ovejas y las cabras se entendió apropiadamente y se discernió que el mundo entero estaba bajo juicio."
Efectivamente, La Atalaya del 15 de febrero de 1995, pág. 8, expuso: "... en los años veinte, la Sociedad Watch Tower proclamó el mensaje "Millones que ahora viven no morirán jamás". Quiénes serían esos millones de personas? Las 'ovejas' de las que habló Jesús en su parábola de las ovejas y las cabras. Se profetizó que estas personas de condición de oveja se presentarían durante el tiempo del fin, y tendrían la esperanza de vivir para siempre en una tierra paradisíaca. [...] Se entendió que habría que diferenciar a esas personas obedientes de las 'cabras' obstinadas, y después de la destrucción de éstas últimas, las ovejas heredarían la región terrestre del Reino que se había preparado para ellas. Desde 1935, el 'esclavo fiel' se ha concentrado en localizar a tales personas de condición de oveja y traerlas a la organización de Jehová."
Así, que unos siete años después de la supuesta llegada de Cristo 'en su gloria', unas pocas personas de entonces, disciernen que Cristo, ya está gobernando en los cielos, que lleva ¡7 años gobernando!, y que el mundo entero está bajo juicio. Y el mundo sin enterarse.
Aunque en estas publicaciones se afirma que tal creencia 'se entendió apropiadamente' en 1923, esta creencia no fue establecida, hasta 12 años después. Efectivamente, el promotor de ella fue el segundo Presidente de la Sociedad Watch Tower, Joseph F. Rutherford, tal como reconocen diversas publicaciones, entre ellas La Atalaya del 1 de septiembre de 1980, pág. 20, cuando dijo: "En la primavera de 1935 se empezó el recogimiento de aquellos que le hacían bien a los 'escogidos.' Algo que dio tremendo ímpetu al recogimiento fue el discurso que se presentó el viernes 31 de mayo de 1935 en la asamblea de los testigos de Jehová que tras amplia publicidad se celebró en Washington, D.C... En aquél día el presidente de la Sociedad Wath Tower habló sobre el tema "La grande muchedumbre" y explicó que estas personas y las 'ovejas' de la parábola de Jesús en Mat. 25:31-46 eran las mismas."
Y el verdadero problema no era cometer un error de interpretación sobre el cuándo, el cómo y el dónde del cumplimiento de ésta parábola. El verdadero problema era que relacionaban aquella explicación que ellos exponían, con la operación y revelación del espíritu santo, y que obligaban a otros a profesar estas mismas creencias, pues cualquier cuestionar o mostrar desacuerdo con tales creencias era considerado punible.
Esto se deduce de los comentarios que realizó La Atalaya del 15 de mayo de 1995, pág. 17-18, relacionando aquél descubrimiento con los destellos de luz que se asignan al Espíritu santo.
Efectivamente, después de afirmar que 'las personas que Jehová utilizó para proveer este aumento gradual de luz espiritual', eran C.T. Russell y sus compañeros, y que "es notable observar lo mucho que Jehová, mediante el espíritu santo, favoreció a aquellos primeros Estudiantes de la Biblia con destellos de luz," señala que un año después de la Asamblea de 1922 en Cedar Point, Ohio, "...una luz brillante aclaró la parábola de las ovejas y las cabras. Se entendió que esta profecía se cumple en el presente día del Señor, no durante el Milenio, como se había pensado anteriormente."
¿Quién favoreció a aquellos primeros Estudiantes de la Biblia para que se equivocaran? ¿Quién la transmitió una luz brillante que les oscureció totalmente la parábola de las ovejas y las cabras? Seguro que no fue el Espíritu santo de Dios.
Pero la cosa no quedó ahí. Una semana después me llegó otra Atalaya que contenía el cambio que más influyó en mí para que comenzara una seria investigación. Tenía que ver con la afirmación que se había efectuado por más de 50 años, de que la generación que vio lo acontecido en 1914 vería el final de este sistema. Basados en este argumento, la Sociedad Wathtower ha ejercido gran presión sobre todos los sobrevivientes al debacle doctrinal de 1975, para que nuestras vidas giraran sobre tres premisas básicas: la predicación y distribución de revistas y libros, las reuniones programadas, y la lectura y estudio exclusivo de las mismas publicaciones que distribuyen.
Leí la revista con asombro, la releí creyendo que no había entendido bien su significado, la subrayé y la comenté esa misma noche en el grupo de Estudio de libro. La cara de sorpresa y desilusión de algunos lo decía todo. No podía ser de otro modo.
Me pregunté: ¿Que garantías tenía yo en ese momento, de que la nueva explicación era mejor que la anterior? ¿Qué garantías, que ésta nueva explicación que todos tenemos que aceptar sin rechistar como 'la verdad', mañana no será desmentida o modificada o incluso rechazada como falsa? ¿Qué crédito tenía una Sociedad que durante 81 años había estado insistiendo con los argumentos más sutiles y sofisticados sobre una idea, para que yo pusiera mi confianza sobre nuevas explicaciones que tenía que profesar a la fuerza y que provenían de los dirigentes de ella?
¿Qué había detrás de todo esto? Una mañana, sin que mi esposa ni mis trabajadores Testigos se percataran, con ayuda de otro trabajador no-Testigo me presenté en una Librería Evangélica, y le pregunté: "¿Tiene algún libro que hable de los testigos de Jehová?" El que atendía me dijo presuroso: "Sí, me acaba de llegar un libro escrito por uno que fue de la cúpula. Se llama Raymond Franz." Estas últimas palabras las dijo, mientras me mostraba el libro ‘Crisis de Conciencia' publicado por Editorial Clie. No lo pensé mucho. Pregunté el precio (aunque éste me importaba muy poco), pagué, y ese mismo día comencé la lectura más fascinante que durante muchos años haya tenido.
Era tal la emoción que me embargaba que traté de compartir algunas ideas con mi esposa esa misma noche, pero ésta se enfadó bastante. Cuando vió quién era el autor del libro, se negó rotundamente a saber nada sobre su contenido. Yo insistí otro poquito en los siguiente días. No podía callar lo que sabía y lo que aquél libro me mostraba. Una semana más tarde, mi esposa no podía salir de su asombro: ¿Quién era el ‘esclavo fiel y discreto'? ¿Era una figura real y tangible, encarnada en un grupo de personas a través de la historia del cristianismo, que han tenido y tienen el encargo de proveer 'alimento', (en forma de explicaciones, entendimiento y revelación) del contenido de la Palabra de Dios, sus doctrinas y enseñanzas, y que es el 'único conducto de revelación de la verdad de Dios' a los hombres en este siglo XX? ¿Quiénes eran ‘los hijos de Dios'? ¿Es necesaria una organización tipo Watch Tower para servir y agradar a Dios en este tiempo?
Fue como si un velo que nos cegaba, hubiera caído de repente de delante de nuestros ojos (2ª Cor. 4:4). Comenzamos unidamente a investigar más profundamente el contenido del libro buscando y contrastando citas, razonando sus argumentos, y reviviendo nuestra propia experiencia con los detalles que aportaba el hermano Franz. No había duda para nosotros. El engaño y la manipulación a que habíamos sido sometidos por la Sociedad Watch Tower eran evidentes. No prejuzgaba a ningún hermano porque todos éramos víctimas. Nadie era el responsable directo de toda esta patraña mentirosa, pero todos teníamos un grado de responsabilidad al haber sido enlaces de la mentira. Nuestros dones y habilidades habían sido utilizados por esta Sociedad para hipotecar las mentes de muchas personas en favor de un colectivo denominado ‘Cuerpo Gobernante', que había asumido el control de las mentes y corazones de ellos.
Los siguientes pasos fueron inevitables. No podíamos guardar silencio. No podíamos "callar lo que sabíamos y habíamos oído" (Hch 4:20 Biblia del Peregrino). Nuestros amigos tenían que enterarse de las cosas que sabíamos. Es por eso que, cuando nos encontrábamos con algún hermano, o salíamos con él a predicar, dar un estudio, o en el propio Salón del Reino, la conversación llevaba a matices en los que expresábamos nuestra discrepancia, la 'rareza' de ciertos cambios.
Rápidamente fuimos detectados por los "ancianos" que nos amenazaron con descaro, después de reunirse con nosotros durante más de tres horas. Nos dijeron que teníamos que guardar silencio pues de otra manera "tomarían medidas". Lo sentía por ellos, pues estaban asumiendo un papel que no les correspondía: el papel de jueces, pero mi esposa y yo no podíamos seguir sometiéndonos a tal control en nuestras vidas.
Esa misma tarde, acordamos no volver más a las reuniones, y unos meses después, redactamos una carta de renuncia que reproduzco al final de éste artículo, para general conocimiento.
En ese intervalo, tuve diversas experiencias verdaderamente tristes y que me dieron mayores motivos a apartarme del colectivo.
Una de ellas tuvo que ver con el arreglo de ayuda que la congregación tenía concertado para que yo asistiera a las reuniones y que consistía en que un joven diferente cada semana, venía a mi trabajo u hogar y me llevaba al Salón. Después me volvía a llevar a casa. Este arreglo se hizo, no por iniciativa de la congregación o los ancianos, (siempre era mi esposa o mis cuñados los que me llevaban y traían a la reunión), sino porque mi esposa quedó embarazada a finales de 1994, y tenía grandes dificultades para llevarme, y después de nacido mi niño, peor. Ante esa necesidad, yo personalmente hablé con los ancianos para que me pusieran el arreglo.
Pues bien, después de aquella reunión en Mayo de 1996, uno de esos ancianos me llamó por teléfono y me dijo que no volvíera a llamar a los jóvenes para que me llevaran o trayeran al Salón del Reino, que primero hablara con ellos, pués ellos se encargarían del asunto. De esta manera, evitaban mi contacto con esos jóvenes, que hablara con ellos, y ‘canalizaban' el amor de éstos, de forma que ninguno pudiera expresar espontáneamente ese amor, llevándome y trayéndome de las reuniones, si no era con permiso de los ancianos.
Otra, tuvo que ver con el proceder de algunos clientes de la Asesoría que dirijo, que mucho antes de tomar mi decisión de abandonar el grupo comenzaron a boicotear mi negocio, y a retirar sus documentos y libros contables, con la excusa de que les pillaba lejos, o que iban a llevar ellos mismos estos documentos. Una hermana me dijo que ‘venía a llevarse los papeles porque había escuchado en la Asamblea de Distrito, que me había hecho un apóstata, y los ancianos me iban a expulsar'.
Estas actitudes sumamente ignorantes y totalitarias propias de un régimen político, pero no de un grupo religioso que dice seguir las pisadas de Cristo y tener las señas de identidad del cristianismo verdadero, colmaron el vaso de nuestra paciencia, por lo que decidimos presentar la renuncia.
Por supuesto, los que conocen a los Testigos se pueden imaginar el proceder inmediato de los clientes que me quedaban. En cuanto se hizo pública nuestra renuncia, todos y cada uno de ellos fueron peregrinando a retirar sus documentos de mi oficina. A ellos no les importaba mi estado físico, el que estuviera casado y con dos niños pequeños. Es más, estoy por decir, que si a raíz de mi marcha, me hubiése ido a la ruina con mi negocio, se habrían alegrado, y habrían dicho: "Esto le ha ocurrido por dar la espalda a Jehová".
Un incidente que tuve con un "anciano" de Chauchina (Granada) es sintomático de la actitud de la mayoría. Él se dedica a pintar viviendas y domicilios particulares, y de hecho, pintó mi casa en dos ocasiones y una vez la oficina. Vino personalmente a retirar sus documentos (otros enviaban a sus esposas) y al presentarse ante mí, le dije que no entendía porqué se llevaba los documentos, que yo seguía siendo Pepe, y que mi trabajo nada tenía que ver con mi posición religiosa. De inmediato, me dijo con aspereza que "él sí que no entendía lo que yo había hecho". "¿Qué he hecho?", pregunté. "Haz abandonado a Jehová", respondió. Y es que confundía a la organización con el propio Jehová.
Le pregunté: "¿Te imaginas si tus clientes, cuando te hicistes testigo de Jehová hubieran hecho lo que tú estás haciendo ahora mismo, de qué habrías comido? ¿O si tus clientes te preguntaran tu religión antes de contratarte y al darse cuenta que eres Testigo no quisieran saber nada contigo?" Él, molesto por mi pregunta dijo volviendo la cabeza: "Es que no es lo mismo." Y salió de mi despacho.
El caso es, que después de salir de los Testigos comencé a respirar una atmósfera diferente, mucho
más sana de la que respiraba entre ellos: los chismes, la hipocrecía, el favoritismo eran el pan nuestro de cada día
entre sus filas. El ‘ajustarse' a las normas de la Sociedad para recibir la palmadita de aprobación puede ser animador
al principio, pero con el tiempo se convierte en una pesada carga. Aunque al principio, noté el ‘aislamiento' a que
someten los testigos al ex-miembro, al poco de nuestra renuncia, nuevos círculos de amistad comenzaron a surgir, en
especial, personas que con anterioridad han pertenecido a los Testigos, y que han sufrido y sufren de la mano opresora
y sofocante de la Watchtower. Con ellos he compartido y comparto mis pensamientos, mi amistad y mis deseos de poner mi
conocimientos y experiencia, al servicio de todas aquellas personas que así lo requieran, especialmente aquellas que están
sometidas a los dictados de una Sociedad religiosa que dice estar dirigida por Dios.
Y como están en lugares diferentes de la geografía española, ahora viajamos más que antes, pues visitamos a nuestros
amigos y le ayudamos a entender detalles bíblicos que antes no alcanzaban a comprender.
A menudo, recordamos las injustas normas a las que estuvimos sometidos, en especial, su desgraciada política en el trato con ex-miembros del grupo que por razones de conciencia dejan de apoyar a la Watch Tower. No reímos cuando oímos hablar de "tolerancia", pues esta palabra está borrada del diccionario de los testigos de Jehová. Haciendo un gran esfuerzo y pensando que la Watch Tower fuera igual a Cristo, no me imagino a éste tratando con desdén, mirando de reojo y con asco, y evitando el saludo más elemental a uno de sus seguidores que en un momento dado dejara de apoyarle. Esto es lo que se enseña en las ‘edificantes' reuniones que tienen, en las publicaciones que distribuyen, y este es el proceder que sigue la mayoría.
Mi pensamiento en asuntos religiosos ha cambiado mucho. Mi concepto sobre los testigos de Jehová
también. Temo, como Pablo, que el afán, el denuedo y el sacrificio de muchos de ellos sean en vano, que la
parafernalia que acompañan a su proceder sea inútil, que todo el sufrimiento que han padecido, haya sino innecesario.
Y lamento haber colaborado con un grupo como éste, (tanto de hechos como de palabra), en hipotecar las mentes de
quienes me escuchaban e imitaban, a una enseñanza basada en la tradición y el capricho.
Por eso, abogo por la disolución de todo tipo de organizaciones religiosas, en especial, de la
Watch Tower Bible and Tract, que comercian con la inclinación natural hacia adorar a Dios, y regulan la vida
de las personas; que se apropian de la figura de Jesucristo como si fuera patrimonio de ellos, e imponen una forma de
ver las cosas, robando el más preciado don que tiene el ser humano.
Apoyo a toda aquella persona que en libertad, opte por adorar a Dios sin perder su individualidad, su autonomía, su capacidad crítica sobre sí mismo y sobre el grupo con el que se asocia; a aquella persona que, independientemente de sus ideas religiosas de matiz, vivan las buenas nuevas de salvación las veinticuatro horas del día, no como un acto de santurronería religiosa, sino como un reflejo imperfecto de la imagen de Dios en el ser humano.
También respaldo a aquellos grupos de culto que tienen un juego de creencias y rituales y que no mantienen una relación piramidal con sus adeptos; que sus componentes son libres de escoger con total libertad el disfrutar de las doctrinas y prácticas del grupo con pleno conocimiento de la mismas y pueden desafiliarse en cualquier momento, sin miedo u hostigamiento, estando al mando de su propia mente, en contacto con sus sentimientos, teniendo "sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto." (Heb 5:14)
Grupos que permitan y fomenten en sus miembros la habilidad de pensar analíticamente, preguntar, mirar opiniones desde múltiples perspectivas, y que no pongan trabas para que el adepto, pueda tomar periódicas "vacaciones" en las que se pueda reflexionar y tener acceso a información que podría ser "negativa" para la dirección del grupo.
Grupos que permitan ser a sus adeptos, cristianos y solamente CRISTIANOS.
No me considero mejor que nadie. De hecho, he bajado del pedestal donde me subieron los Testigos. Tengo los pies sobre la tierra. Y por supuesto, no es mi propósito destruir la fe de ninguna persona.
No es tampoco mi ambición propagar las enseñanzas de ninguna secta religiosa. Pienso que el cristianismo es mucho más grande que todo eso, que no podemos encerrarlo en una denominación o doctrina particular. Cada cual tiene su preferencia personal, y respeto su opción. Pero no puedo dejar de hablar de cual ha sido mi experiencia dentro de los testigos de Jehová, de lo que he visto y he oído dentro de ellos.
Hace más de veinte años, tal como dije en ¡Despertad! del 8 de noviembre de 1988,
quería o pedía una 'señal', sin saber de qué tipo. Por mucho tiempo, creí que Dios me había contestado a esa solicitud
con la llegada de Miguel a mi puerta, y con el ofrecimiento que éste me hizo, para que estudiara la Biblia con el, y
posteriormente para que me asociara con su grupo, y me sintiera seguro y protegido entre ellos. Como he
dicho tambien en otro lugar, esta 'señal' la solicitaba, no sé si con egoísmo, con interés o con orgullo. Pero ahora
tengo la seguridad que la llegada de Miguel a mi puerta no fué la 'señal' que yo pedía. Yo no pedía a Dios, entrar en
un colectivo religioso que me hiciera favores, al tiempo que se adueñaba de mi persona, por muy bien que me sintiera
con ellos. No le pedía «paraísos» a cambio de esclavitud y sumisión a las dirextrices de hombres imperfectos.
Yo le pedía una señal de su existencia y de su interés en mí, y tenía tantos deseos de 'ver' esa
'señal', que confundí una llamada a mi puerta de un señor predicando una religión, con la posible señal de interés de
parte de la deidad en una persona como yo. Confundí la casuística, las habilidades de un señor para convencerme, y el
estructurado organizacional de un colectivo, con la 'aparición' de Dios en mi vida. ¡Pobre iluso!
La 'señal' era una utopía. Sólo el paso de los años, pone las cosas en su sitio, y nos da una
perspectiva de Dios, de la religión, y de la vida, que asienta nuestros pensamientos, nuestras inquietudes, nuestra
tabla de valores y prioridades.
Todavía me queda mucho que andar desde mi silla de ruedas. Puedo decir que la vida, sin necesidad de
tanto boato, de tantos 'vicarios' y 'canales de comunicación', y a pesar de las muchas intolerancias que tiene que
soportar todo aquél que decide andar sin ataduras, me ha tomado de la mano y me indica el camino. "Éste es
el Camino. Anda en él."
De eso doy testimonio.
José Martín Pérez
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