Cartas de Hijo Pródigo



...sobre la cuestión de la Sangre.



Querido José Antonio XXXXXX:

Ha llegado el momento clave. Ayer recibí una llamada de teléfono del Superintendente Presidente de la congregación, citándome para el próximo sábado, a las seis de la tarde en el Salón del Reino, y si no me equivoco, creo que el motivo tiene que ver con mi solicitud hace unos meses para ser restaurado a la congregación como un miembro más.

La verdad es que estoy asustado, muy asustado, no ya por la posible negativa del comité judicial a restaurarme, que esto ya no me preocupa tanto, sino por los posibles problemas de conciencia que esto me ocasionará, en vista de la evolución en mi pensar en las últimas semanas.

Quiero y debo ser honrado conmigo mismo y con ellos en este proceder: conmigo porque en nada me resultaría el incorporarme a un colectivo con el que difiero sustancialmente en la interpretación de cosas muy básicas y primordiales; y con ellos, pues no quiero engañarlos, ni hacerles creer algo que no es.

Antes de la llegada de ese día, me he puesto presto a escribirte nuevamente, creo que mi última carta, en la que recojo mis impresiones sobre otro tema trascendente y que siempre me ha preocupado: el tema de la sangre. Lo hago porque todas mis cartas e investigaciones han tenido un punto  de origen: los primeros capítulos de Génesis, y concretamente el capítulo 9, recoge por primera vez la prohibición a utilizar la sangre como alimento. Cada vez que he leído el pasaje, me ha quedado un saborcillo de insatisfacción, pues no he llegado a comprender nunca cómo de un frió mandato dado hace miles de años, se puede establecer una doctrina compleja y delicada como la de prohibir una terapia médica, y que esta doctrina sea un dogma de fe, que de no respetarse conlleve a la penalización de ser expulsado del colectivo.

Pues bien, José Antonio, cuando yo conocí a los Testigos de Jehová (finales de 1973) uno de los pocos escollos que presenté tuvo que ver con la prohibición a las transfusiones de sangre. El capítulo 19 del libro La Verdad que lleva a Vida Eterna ya advertía en el párrafo 2 de la posible sorpresa del lector ante el punto de vista que se iba a expresar, y yo era uno de esos sorprendidos lectores.

Básicamente mostraba que la vida es preciosa para Dios y que por este motivo, después del Diluvio, Dios estableció algunas normas que asentaban este principio. Primero, vuelve a repetir el mandato de «ser fructíferos y hacerse muchos», después establece un temor en los animales con respecto al ser humano y autoriza al hombre para tomar a los animales como alimento, con una condición: “Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer”. Y posteriormente, establece el mandamiento de “Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su propia sangre, porque a la imagen de Dios hizo él al hombre.” (Gén. 9:1-6) En el susodicho libro, se asentaba un principio: «Ese mandamiento no se ha hecho anticuado. Aplica a toda la humanidad hoy día como descendientes de Noé». (Párrafo 3)

La línea de razonamiento del libro obviaba detalles de interés, con objeto de centrar la discusión en afirmar que la ‘sangre’ significa ‘vida’, y que existe tal vinculación de una con otra, que son equivalentes. Por tanto, fue apropiado que al dar permiso para comer carne de animales, se le ordenara al hombre el derramar su sangre como símbolo de la vida. Más tarde, esa ley fue incorporada en los mandamientos dados a la nación de Israel, y la Palabra de Dios la impone a los cristianos también.

Yo, de la lectura simple del relato, deduzco que al ser una ley universal que no ha sido derogada, está en vigor en la actualidad y aplica a toda la humanidad. Aunque la Biblia indica que Jehová había aludido en ocasiones anteriores a la santidad, con la Ley dada a Noé, él, por primera vez promulgó una ley, incluidas las prohibiciones, que efectivamente puso al hombre en alerta en cuanto a su visión de la vida, es decir, esta es sagrada. Con su ley, Jehová decretó que la humanidad debe mantener esa visión de la vida en ese mismo grado. Su disposición de respetar incluso la vida tomada de animales para comida, no comiendo su sangre, enfatizó la visión de Jehová en este sentido.

La Sociedad se expresó claramente sobre a quienes aplicaba esa prohibición, en el libro Perspicacia, tomo II, pág. 931 al decir que «Jehová permitió a Noé y a sus hijos que añadieran la carne animal a su dieta después del Diluvio, pero les prohibió estrictamente comer sangre. (Génesis 9:1, 3, 4). En ese momento, Dios promulgó una ley que no solo aplicaba a Noé y a su familia inmediata, sino a toda la humanidad desde aquel tiempo, pues todos los que han vivido después del Diluvio descienden de la familia de Noé».

Posteriormente Dios estableció una ley para el pueblo de Israel conocida como ‘ley mosaica’ donde puso restricciones mayores que la Ley dada a Noé. No derogó esta que había sido dirigida a toda la humanidad, sino que exigió un mayor grado de perfección para un pueblo concreto. Posteriormente con la derogación de dicha Ley, volvió a quedar subsistente la Ley dada a Noé, siendo dicha Ley el baluarte actual del punto de vista de los Testigos de Jehová sobre la sangre.

De hecho, todas las publicaciones de la Sociedad que han tocado este tema, aceptan expresamente que el Decreto Apostólico recogido en Hechos 15:28, 29 está basado en la Ley de Noé y no en la Ley de Moisés.

Ahora, permíteme José Antonio, que enfoque mi atención en la declaración de Génesis 9:4: “Solo carne con su sangre no debes comer”, pues como es evidente, este texto no trata de hacer una prohibición absoluta de comer la sangre en si. La Biblia no sugiere que un animal sea completamente drenado de sangre para ser considerado propiamente desangrado. Al contrario, un animal simplemente es desangrado hasta que la sangre deja de fluir, lo que significa que una cantidad substancial de sangre queda en el cadáver del animal y es subsecuentemente comida.

Debido a la que la Ley dada a Noé no es una prohibición absoluta de comer sangre, volví a leer el pasaje de Génesis 9:1-7 con objeto de entender por qué se prohibió específicamente, y la clave la encontré en el versículo 3. «Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras lo doy todo a ustedes».

Si aceptamos este relato como válido, Dios por primera vez le dio permiso a la humanidad para matar animales y comer su carne. La única condición era que la sangre de estas criaturas no debía ser consumida junto con la carne. Ello requería que la sangre de un animal debiera ser razonablemente drenada antes de comerla. Sin embargo, José Antonio, el texto sólo está hablando de los animales sacrificados de la mano del hombre para la alimentación. No habla de los animales muertos de muerte natural o accidental.

El texto dice: “En mano de ustedes ahora se han dado” y “Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento”, y “Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer”. Es evidente, José Antonio, que en estos textos se habla de animales que son sacrificados para alimento. Por lo tanto, la prohibición dada a Noé tenía que ver con comer la sangre de los animales sacrificados para el alimento. La Atalaya de 15 de junio de 2004, pág. 21 reconoce sutilmente al decir: «Algunos pudieran pensar que el cuerpo gobernante solo se refería a que los cristianos no debían comer o beber sangre directamente ni comer carne sin desangrar o alimentos mezclados con sangre. Ese era el primer significado del mandato que Dios dio a Noé, cierto». Si éste es el primer significado, ¿por qué queremos deducir uno diferente? ¿Por qué queremos ver lo que no hay? Yo afirmaría José Antonio, que la prohibición sólo se debe aplicar nada más que eso, y que es aplicable a toda la humanidad.

Pero es que esto lo podemos deducir  de la disposición establecida en la Ley Mosaica con respecto a qué hacer con los animales encontrados muertos, es decir, animales que mueren por accidente o vejez, o fueron muertos por algún otro animal. El texto que se encuentra en Deuteronomio 14:21 dice: “No deben comer ningún cuerpo [ya] muerto. Al residente forastero que está dentro de tus puertas lo podrás dar, y él tendrá que comerlo; o puede venderlo a un extranjero, porque tú eres un pueblo santo a Jehová tu Dios”.

Esta disposición de la Ley Mosaica fue dicha a aquellos bajo dicha Ley, pero la disposición en sí involucra el dar o vender un cadáver sin desangrar a "residentes extranjeros" y "extranjeros" para comer. Debido a que esta es una disposición de Jehová, y que los residentes extranjeros y los extranjeros están bajo la Ley dada Noé en los ojos de Dios, esta escritura proporciona soporte textual a la idea que he expresado antes en cuanto a que la Ley dada a Noé no prohíbe el consumo de carne sin desangrar que no haya sido asesinada deliberadamente para alimento. En otras palabras, José Antonio, la Ley dada a Noé sólo prohíbe comer la sangre animales sacrificados para alimentación. A menos que se concluyera que Jehová pretendiera la ruptura de su propia ley por aquellos bajo la misma, no puedo llegar a ninguna otra conclusión distinta de la anterior.

¿Es permisible, querido José Antonio, el que pueda hacerse una distinción entre la sangre de una criatura asesinada para alimento y una que haya muerto por si sola? La Sociedad lo ve como viable, y lo enseña en el libro Perspicacia, tomo II, pág. 931 al decir: «Según Deuteronomio 14:21, se permitía vender a un residente forastero o a un extranjero un animal que hubiera muerto por sí mismo o al que hubiera despedazado una fiera. De este modo se hacía una distinción entre la sangre de tales animales y la de aquellos que se mataban para alimento».

Deduzco José Antonio, que como está registrado en Génesis 9:3, 4, Dios prohibió a los hombres de comer sangre de animales que el mató para alimentarse. Debido a que un animal encontrado muerto no fue matado por un hombre para alimentarse, la prohibición de Noé no aplica, incluso si dicha carne contiene toda su sangre. Eso indica que Génesis 9:1-7 no pretendía establecer un carácter sagrado especial con respecto a la sangre, sino fue el de inculcar Su visión de lo sagrado de la vida. La vida era la cuestión sagrada dirigida a Noé, no la sangre. Las prohibiciones en relación con la sangre sólo servían para infundir gran respeto por la vida, incluso si esta era la de un animal. Recuerda que la sangre es un símbolo, representa algo, no es la realidad. No podemos elevar al símbolo por encima de la realidad.

¿Qué labor desempeñó la Ley Mosaica con respecto a este objetivo de la Ley de Noé? ¿Es legítimo utilizar principios de la Ley Mosaica para tratar de arrojar luz adicional sobre el significado de la expresión "abstenerse de sangre" como se utiliza en el Decreto Apostólico de Hechos 15:28, 29? Para responder a esa pregunta, primero tenemos que comprender el fundamento de las leyes de la sangre contenida en la Ley Mosaica.

Como te he señalado, la Ley de Noé de Génesis 9:3, 4 fue dada a toda la humanidad. Ninguna ley local podía revocarla mientras Dios no indicara expresamente su derogación, lo cual no ha sucedido. La Ley de Moisés fue dada a un pueblo (Israel) y trata con cuestiones que van más allá de la Ley de Noé. Figuran requisitos adicionales en relación con la sangre. Por ejemplo, la Ley de Moisés requiere a los Israelitas verter la sangre drenada en el suelo, sin utilizarla para nada en absoluto. En la Ley de Noé no se indicaba nada al respecto. A Noé solo le fue dicho lo que no podía comer. Él era libre de usar la sangre de otras maneras. Además, la Ley Mosaica prohibía a aquellos que estaban bajo esta, no comer ningún tipo de sangre, pero como hemos visto aquellos que están solamente bajo la Ley de Noé pueden comer carne sin desangrar como una disposición de parte de Jehová. Y es que los requisitos relativos a la sangre fueron más altos para aquellos bajo la Ley de Moisés que para otros.

Este detalle fue señalado en las publicaciones de la Sociedad, pues en la continuación del párrafo antes citado del libro Perspicacia, tomo II, pág. 931 dijeron: «La gente de todas las naciones estaba bajo el requisito de Génesis 9:3, 4, pero Jehová esperaba más de los que estaban bajo el pacto de la Ley que de los extranjeros y residentes forasteros que no se habían hecho adoradores suyos».

¿Por qué un estándar más alto? ¿No son todas las leyes de Dios perfectas? ¿Qué hay de diferente en la Ley Mosaica que requiere un estándar más alto que las simples prohibiciones originalmente dadas a través de Noé? La respuesta se encuentra en la misma Ley Mosaica. En Levítico 17:10-12 se dijo:

«En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o algún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes que coma cualquier clase de sangre, ciertamente fijaré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre, y verdaderamente la cortaré de entre su pueblo. Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para USTEDES para hacer expiación por SUS almas, porque la sangre es lo que hace expiación en virtud del alma [en ella]. Por eso he dicho a los hijos de Israel: “Ninguna alma de USTEDES debe comer sangre, y ningún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de USTEDES debe comer sangre”».

Como ves, José Antonio, la Ley Mosaica incorpora un segundo factor, o mejor, combina dos causas como las razones de esta prohibición. Mientras la Ley de Noé inculcaba Su visión de lo sagrado de la vida, la Ley Mosaica elevaba la visión, estipulando que Israel sólo se debe usar la sangre para el propósito sagrado de los sacrificios de expiación. Cuando por primera vez Jehová combinó, el uso sagrado de la sangre con la Ley de Noé, el resultado fue un mayor nivel para los que vinieron a estar bajo la Ley Mosaica. Esto no implica que la Ley de Noé hubiera quedado obsoleta, y que había sido sustituida, sino simplemente estándares diferentes y más estrictas eran requeridos en Israel. La humanidad en general estaba obligada a ajustarse a la Ley dada a Noé, pero no a los niveles más altos de la Ley de Mosaica, como hemos visto en nuestro examen del texto de Deuteronomio 14:21.

Pero quiero matizarte, querido José Antonio, otro detalle. He observado que las palabras del Génesis son utilizadas a menudo, para decir algo que es muy diferente de lo que en realidad dicen. La lectura del texto hace patente que Dios ahí habla de la sangre en conexión con el matar animales y posteriormente con el matar humanos. En el caso de los animales, su sangre era vertida para hacer un reconocimiento implícito de que la vida que había sido sacrificada (para obtener alimento) era tomada solamente por permiso divino, no por derecho natural. Con relación al hombre, el derramar su sangre exigía la vida del que hacía tal derramamiento, puesto que la vida humana es un don de Dios y El de ninguna manera ha autorizado al hombre para que quite la vida humana cuando quiera.

La sangre derramada de animales y humanos matados, representa la vida que ellos han perdido. Lo mismo es cierto con relación a los textos de la ley mosaica que se citan regularmente, requiriendo que la sangre sea "derramada. "En todos los casos, esto se refiere muy claramente a la sangre de animales que han sido matados. La sangre representa la vida tomada, no la vida que todavía está activa en la criatura.

Las transfusiones de sangre, no obstante, no son el resultado de matar a animales o humanos; la sangre proviene de un donante vivo que continúa vivo. En vez de representar la muerte de alguien, tal sangre se emplea para un propósito totalmente contrario, a saber, la conservación de la vida. Digo esto, no para declarar a las transfusiones de sangre como una práctica deseable o con propiedades incuestionables, sino simplemente para demostrar que no hay una conexión real o parecido legítimo entre el mandato del Génesis con relación al matar y después comerse la sangre del animal matado, y el uso de la sangre de una transfusión. Simplemente no hay ninguna correspondencia verdadera.

Por lo tanto, creo José Antonio que ahora estamos en condiciones de responder a la pregunta planteada anteriormente en cuanto a la legitimidad del uso de la ley Mosaica para ampliar el significado del Decreto Apostólico. Mi conclusión es que no es legítimo utilizar las disposiciones de la ley Mosaica concerniente a la sangre como un principio para el resto de la humanidad. La humanidad no ha estado nunca sometida a dicha Ley. Es cierto que la norma de Dios fue mayor para los que estaban sujetos a la Ley Mosaica, pero en el momento que dicha Ley fue derogada, sólo quedaba subsistente la Ley de Noé, es decir, la norma de sangrar al animal que matamos y utilizamos como alimento. Debe existir el acto de matar o quitar la vida del animal, y utilizarlo para alimentarnos para que se aplique dicha Ley. Aquí nada se dice de los animales muertos por accidente, ni los animales que mueren de muerte natural o del uso de la sangre de un ser humano.

Y como anécdota final, un detalle: ¿Por qué la Sociedad insiste en cumplir el mandato de ‘abstenerse de sangre’ al grado de negar la terapia médica de las transfusiones, mientras que obvia el cumplimiento de Génesis 9:1 de "ser fructíferos y llenar la tierra" y de " hacer que la tierra enjambre de ustedes y hacerse muchos sobre ella"?, ¿no es cierto que debería ser igualmente aplicable dicho mandato que está contenido en la Ley de Noé?

Tú recordarás, querido José Antonio, de varias publicaciones que han estimulado no sólo la soltería, sino de cierto modo el que no se tengan hijos entre los Testigos de Jehová casados. La Atalaya del 1 de marzo de 1988, página 26 llegó a decir: "Hoy día el tener hijos no es una parte específica de la obra que Jehová ha encomendado a su pueblo.... De modo que el asunto de tener hijos en este tiempo del fin es un asunto personal que cada matrimonio debe decidir por sí mismo. Sin embargo, puesto que 'el tiempo que queda está reducido,' las parejas casadas harían bien en pesar cuidadosamente y con oración los puntos a favor y en contra de tener hijos en estos tiempos."

Si las palabras de Jehová a Noé con relación a tener hijos y el 'enjambrar fructíferamente la tierra' pueden dejarse de lado como algo que no aplica, ¿cómo se puede afirmar consistentemente que sus palabras con relación a la sangre sí que están en vigor, y también utilizarlas como base para justificar la aplicación de mandatos de la ley mosaica con relación a la sangre, y decir también que estos están en vigor para los cristianos hoy?

Finalizo, José Antonio. No te molesto más. El escribirte ha sido para mi como un bálsamo. No sé si me habré hecho bien al escribirte estas cartas, y si me habré hecho entender perfectamente, pero confío de tu comprensión en saber delimitar mi vehemencia de mi cordura. No sé lo que ocurrirá el sábado, pero sea lo que sea, quiero que sepas que te aprecio y que valoro mucho tu madurez y tu saber estar ante cualquier situación. Espero poder compartir nuevamente contigo los buenos ratos de juegos, conversaciones y excursiones que tuvimos en el pasado.

Un fuerte abrazo.