Qué es el escepticismo?
No es nada esotérico. Nos lo encontramos a
diario. Cuando compramos un coche usado, si tenemos el mínimo de
sensatez, emplearemos algunas habilidades escépticas residuales (las que
nos haya dejado nuestra educación). Podrías decir: "Este tipo es de
apariencia honesta. Aceptaré lo que me ofrezca." O podrías decir:
"Bueno, he oído que de vez en cuando hay pequeños engaños relacionados
con la venta de coches usados, quizá involuntarios por parte del
vendedor", y luego hacer algo. Le das unas pataditas a los neumáticos,
abres las puertas, miras debajo del capó. (Podrías valorar cómo anda el
coche aunque no supieses lo que se supone que tendría que haber debajo
del capó, o podrías traerte a un amigo aficionado a la mecánica.) Sabes
que se requiere algo de escepticismo, y comprendes por qué. Es
desagradable que tengas que estar en desacuerdo con el vendedor de
coches usados, o que tengas que hacerle algunas preguntas a las que es
reacio a contestar. Hay al menos un pequeño grado de confrontación
personal relacionado con la compra de un coche usado y nadie afirma que
sea especialmente agradable. Pero existe un buen motivo para ello,
porque si no empleas un mínimo de escepticismo, si posees una credulidad
absolutamente destrabada, probablemente tendrás que pagar un precio
tarde o temprano. Entonces desearás haber hecho una pequeña inversión de
escepticismo con anterioridad.
Ahora bien, esto no es algo en lo que tengas que emplear cuatro años de
carrera para comprenderlo. Todo el mundo lo comprende. El problema es
que los coches usados son una cosa, y los anuncios de televisión y los
discursos de presidentes y líderes políticos son otra. Somos escépticos
en algunas cosas, pero, desafortunadamente, no en otras.
Por ejemplo, hay un tipo de anuncio de aspirina que revela que el
producto de la competencia sólo tiene una cierta cantidad del
ingrediente analgésico que los médicos recomiendan (no te dicen cuál es
el misterioso ingrediente), mientras que su producto tiene una
cantidad dramáticamente superior (de 1,2 a 2 veces más por cada
pastilla). Por tanto deberías comprar su producto. Pero ¿por qué no
simplemente tomar dos pastillas de la competencia? Nadie te ha dicho que
preguntes. No apliques escepticismo en este asunto. No pienses. Compra.
Las afirmaciones de los anuncios comerciales constituyen pequeños
engaños. Nos hacen gastar algo más de dinero, o nos inducen a comprar un
producto algo inferior. No es tan terrible. Pero considera esto: Tengo
aquí el programa de este año de la Expo Whole Life de San Francisco.
Veinte mil personas asistieron a la del año pasado. He aquí algunas de
las presentaciones: "Tratamientos Alternativos para Enfermos de SIDA:
reconstruirá las defensas naturales y prevendrá crisis del sistema
inmunitario-aprende sobre los últimos avances que los medios han
ignorado por completo." Me parece que esa presentación podría causar
graves daños. "Cómo las Proteínas Sanguíneas Atrapadas Producen Dolor y
Sufrimiento." "Cristales: ¿Son Talismanes o Piedras?" (Yo tengo mi
propia opinión) Dice: "Al igual que un cristal enfoca ondas de sonido y
luz para la radio y la televisión" las radios de galena tienen bastante
tiempo- "también podría amplificar las vibraciones espirituales del
hombre desintonizado." Apuesto a que muy pocos de vosotros estáis
desintonizados. O esta otra: "El Retorno de la Diosa, Ritual de
Presentación." Otra: "Sincronicidad, la Experiencia de
Reconocimiento." Esa la da el "Hermano Charles". O, en la siguiente
página: "Tú, Saint-Germain, y Cómo Curarse Mediante la Llama
Violeta." Sigue y sigue, con montones de anuncios acerca de las
oportunidades (que van desde lo dudoso a lo espurio) disponibles
en la Expo Whole Life.
Si tuvieras que bajar a la Tierra en cualquier momento del dominio
humano, te encontrarías con un conjunto de sistemas de creencia
populares, más o menos similares. Cambian, a veces rápidamente, a veces
en una escala de varios años: pero, a veces, sistemas de creencia de
este tipo duran muchos miles de años. Al menos unos cuantos están
siempre presentes. Creo que es razonable preguntarse por qué. Somos
Homo Sapiens. Ésa es nuestra característica diferenciadora, eso
de sapiens. Se supone que somos listos. Entonces ¿por qué nos
rodea siempre todo ese tema? Bueno, por una parte, muchos de esos
sistemas de creencia tratan necesidades humanas reales que no se
presentan en nuestra sociedad. Existen necesidades médicas
insatisfechas, necesidades espirituales, y necesidades de comunicación
con el resto de la comunidad humana. Puede que haya más de esos defectos
en nuestra sociedad que en muchas otras de la historia de la humanidad.
Por tanto, es razonable para la gente probar y hurgar en varios sistemas
de creencia, para ver si ayudan en algo.
Por ejemplo, tomemos una manía de moda: la canalización. Tiene como
premisa fundamental, al igual que el espiritualismo, que, cuando
morimos, no desaparecemos exactamente, sino que una parte de nosotros
continúa. Esa parte, dicen, puede retomar el cuerpo de un humano u otras
criaturas en el futuro, y por tanto, personalmente, la muerte pierde
mucha amargura para nosotros. Y lo que es más, tenemos una oportunidad,
si los argumentos de la canalización son ciertos, de contactar con seres
queridos que han muerto.
¿Hemos contactado con los extraterrestres?
Hablando personalmente, yo estaría encantado de que la reencarnación
fuese cierta. Perdí a mis dos padres en los últimos años, y me
encantaría tener una pequeña conversación con ellos, para decirles cómo
están los niños y asegurarme de que todo va bien dondequiera que estén.
Eso toca algo muy profundo. Pero, al mismo tiempo, y precisamente por
esa razón, sé que hay gente que intenta beneficiarse de las
vulnerabilidades de los afligidos. Mejor que los espiritualistas y los
canalizadores tengan un argumento convincente.
O tomemos la idea de que, pensando mucho sobre formaciones geológicas,
podemos decir dónde hay depósitos de mineral o petróleo. Uri Geller
afirma eso. Ahora bien, si eres un ejecutivo de una compañía de
exploración de mineral o petróleo, tus garbanzos dependen de que
encuentres los minerales o el petróleo: por tanto, gastar cantidades
triviales de dinero, comparadas con lo que te gastas a menudo en
exploración geológica, en este caso para encontrar físicamente los
depósitos, no suena tan mal. Podrías caer en la tentación.
O tomemos a los OVNIs, el argumento de que nos están visitando
continuamente seres de otros mundos en naves espaciales. Encuentro esto
muy emocionante. Al menos es una ruptura con lo ordinario. He empleado
una buena cantidad de tiempo en mi vida científica trabajando en el tema
de la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Piensa cuánto esfuerzo
podría ahorrarme si esos tipos están visitándonos. Pero cuando podemos
reconocer alguna vulnerabilidad emocional relacionada con una
pretensión, es cuando tenemos que hacer los esfuerzos más firmes de
escrutinio escéptico. En esa situación es cuando pueden aprovecharse de
nosotros.
Ahora reconsideremos la canalización. Hay una mujer en el Estado de Washington
que afirma entrar en contacto con alguien que tiene 35.000 años de edad:
Ramtha (quien, por cierto, habla muy bien inglés con lo que me parece un
acento indio). Supongamos que tenemos a Ramtha aquí y supongamos que Ramtha es
cooperativo. Podríamos hacer algunas preguntas: ¿Cómo sabemos que Ramtha vivió
hace 35.000 años? ¿Quién está llevando la cuenta de los milenios que se
interponen? ¿Cómo es que son exactamente 35.000 años? Eso es un número muy
redondo. ¿35.000 más qué, o menos qué? ¿Cómo eran las cosas hace 35.000 años?
¿Cómo era el clima? ¿Dónde vivió Ramtha? (Sé que habla inglés con un acento
indio, pero ¿dónde se hablaba así hace 35.000 años?) ¿Qué come Ramtha? (Los
arqueólogos saben algo sobre lo que comía la gente por aquel entonces.)
Tendríamos una buena oportunidad de descubrir si sus afirmaciones son ciertas.
Si fuera realmente alguien de hace 35.000 años, podríamos aprender mucho sobre
hace 35.000 años. Por tanto, de una manera u otra, o Ramtha es realmente
alguien de hace 35.000 años, en cuyo caso descubriremos algo sobre ese periodo
(que es anterior a la glaciación de Wisconsin, una época interesante), o es un
farsante y se equivocará. ¿Cuáles son los idiomas indígenas, cómo es la
estructura social, con quién más vive Ramtha (hijos, nietos), cuál es el ciclo
de vida, la mortalidad infantil, qué ropas lleva, cuál es su esperanza de vida,
qué armas, plantas y animales hay? Dinos. En cambio, lo que oímos son las
homilías más banales, indistinguibles de las que los supuestos ocupantes de los
OVNIs les dicen a los pobres humanos que afirman haber sido abducidos por
ellos.
Ocasionalmente, por cierto, recibo una carta de alguien que está en
contacto con un extraterrestre que me invita a "preguntar lo que sea".
Así que tengo una lista de preguntas. Los extraterrestres están muy avanzados,
recordemos. Por tanto pregunto cosas como: "Por favor, denme una demostración
simple del Último Teorema de Fermat." O de la Conjetura de Goldbach. Y luego
tengo que explicar qué son estas cosas, porque los extraterrestres no las
llamarán Último Teorema de Fermat, así que escribo la pequeña ecuación con sus
exponentes. Nunca recibo respuesta. Por otra parte, si le pregunto algo como
"¿Deberíamos ser buenos los humanos?", siempre recibo respuesta. Pienso que
se puede deducir algo de esta habilidad diferenciada para contestar preguntas.
Si son cosas imprecisas y vagas, están encantados de responder, pero si es algo
específico, que dé ocasión a descubrir si saben algo realmente, sólo hay
silencio.
El científico francés Henri Poincarè hizo una observación sobre por qué la
credulidad está tan extendida: "También sabemos lo cruel que es la verdad a
menudo, y nos preguntamos si el engaño no es más consolador." Eso es lo que he
intentado decir con mis ejemplos. Pero no creo que ésa sea la única razón por
la que la credulidad está extendida. El escepticismo desafía a instituciones
establecidas. Si enseñamos a todo el mundo, digamos a los estudiantes de
instituto, el hábito de ser escépticos, quizá no limiten su escepticismo a los
anuncios de aspirinas y a los canalizadores de 35.000 años. Puede que empiecen
a hacerse inoportunas preguntas sobre las instituciones económicas, o sociales,
o políticas o religiosas. ¿Luego dónde estaremos?
El escepticismo es peligroso. Ésa es precisamente su función, en mi
opinión. Es menester del escepticismo el ser peligroso. Y es por eso que
hay una gran renuencia a enseñarlo en las escuelas. Es por eso que no
encontramos un dominio general del escepticismo en los medios. Por otra
parte, ¿cómo evitaremos un peligroso futuro si no poseemos las
herramientas intelectuales elementales para hacer preguntas agudas a
aquéllos que están nominalmente al cargo, especialmente en una
democracia?
Creo que éste es un buen momento para reflexionar sobre el tipo de
problema nacional que se podría haber evitado si el escepticismo
estuviese más disponible en la sociedad americana. El fiasco de
Irán/Nicaragua es un ejemplo tan obvio que no tomaré ventaja de nuestro
pobre y hostigado presidente (Reagan) hablando sobre ello. La
resistencia de la Administración a un Tratado de Prohibición de Pruebas
Nucleares y su continua pasión por aumentar las armas nucleares (uno de
los pilotos principales en la carrera nuclear) bajo el pretexto de estar
más seguros es otro asunto semejante. También lo es La Guerra de
las Galaxias. Los hábitos de pensamiento escéptico que fomenta el CSICOP
tienen relevancia para asuntos de la mayor importancia para la nación.
Hay tantas tonterías promulgadas por los partidos políticos que el
hábito de escepticismo imparcial debería declararse un objetivo nacional
esencial para nuestra supervivencia.
Quiero decir algo más sobre la carga del escepticismo. Se puede coger un
hábito de pensamiento en el que te diviertes burlándote de toda la gente
que no ve las cosas tan bien como tú. Esto es un peligro social
potencial, presente en una organización como el CSICOP. Tenemos que
protegernos cuidadosamente de esto.
Me parece que lo que se necesita es un equilibrio exquisito entre dos
necesidades conflictivas: el mayor escrutinio escéptico de todas las hipótesis
que se nos presentan, y al mismo tiempo una actitud muy abierta a las nuevas
ideas. Obviamente, estas dos maneras de pensar están en cierta tensión. Pero si
sólo puedes ejercitar una de ellas, sea cual sea, tienes un grave problema.
Si sólo eres escéptico, entonces no te llegan nuevas ideas. Nunca aprendes nada
nuevo. Te conviertes en un viejo cascarrabias convencido de que la estupidez
gobierna el mundo. (Existen, por supuesto, muchos datos que te apoyan.) Pero de
vez en cuando, quizá uno entre cien casos, una nueva idea resulta estar en lo
cierto, ser válida y maravillosa. Si tienes demasiado arraigado el hábito de
ser escéptico en todo, vas a pasarla por alto o tomarla a mal, y en ningún caso
estarás en la vía del entendimiento y del progreso.
Por otra parte, si eres receptivo hasta el punto de la mera credulidad y no
tienes una pizca de sentido del escepticismo, entonces no puedes distinguir las
ideas útiles de las inútiles. Si todas las ideas tienen igual validez, estás
perdido, porque entonces, me parece, ninguna idea tiene validez alguna.
Algunas ideas son mejores que otras. El mecanismo para distinguirlas es una
herramienta esencial para tratar con el mundo y especialmente para tratar con
el futuro. Y es precisamente la mezcla de estas dos maneras de pensar el motivo
central del éxito de la ciencia.
Los científicos realmente buenos practican ambas. Por su cuenta, cuando hablan
consigo mismos, amontonan grandes cantidades de nuevas ideas y las critican
implacablemente. La mayoría de ellas nunca llega al mundo exterior. Sólo las
ideas que pasan por rigurosos filtros salen y son criticadas por el resto de la
comunidad científica. A veces ocurre que las ideas que son aceptadas por todo
el mundo resultan ser erróneas, o al menos parcialmente erróneas, o al menos
son reemplazadas por ideas de mayor generalidad. Y, aunque, por supuesto,
existen algunas pérdidas personales (vínculos emocionales con la idea de que tú
mismo has jugado un papel inventivo), no obstante la ética colectiva es que,
cada vez que una idea así es derribada y reemplazada por algo mejor, la misión
de la ciencia ha salido beneficiada. En ciencia, ocurre a menudo que los
científicos dicen: "¿Sabes?, ése es un gran argumento; yo estaba equivocado."
Y luego cambian su mentalidad y jamás se vuelve a escuchar de sus bocas esa
vieja opinión. Realmente hacen eso. No ocurre tan a menudo como debiera, porque
los científicos son humanos y el cambio es a veces doloroso. Pero ocurre a
diario. No soy capaz de recordar la última vez que pasó algo así en la
política o en la religión. Es muy raro que un senador, por ejemplo, responda:
"Ése es un buen argumento. Voy a cambiar mi afiliación política."
Me gustaría decir unas cuantas cosas sobre las estimulantes sesiones sobre la
búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI) y sobre el lenguaje animal en
nuestra conferencia del CSICOP. En la historia de la ciencia, existe un
instructivo desfile de importantes batallas intelectuales que resultan tratar
todas ellas sobre lo centrales que son los seres humanos. Podríamos llamarlas
batallas sobre la presunción anti-copernicana.
¿Cuál es nuestra posición en el Universo?
He aquí algunas de las cuestiones:
Somos el centro del Universo. Todos los planetas y
las estrellas y el Sol y la Luna giran alrededor nuestro. (Chico, debemos ser
realmente especiales.)
Ésa era la creencia impuesta (Aristarco aparte) hasta la época de Copérnico. Le
gustaba a mucha gente porque les daba una posición central personalmente
injustificada en el Universo. El mero hecho de estar en la Tierra te hacía
privilegiado. Eso te hacía sentir bien. Luego llegó la prueba de que la Tierra
era sólo un planeta y de que esos puntos brillantes en movimiento eran también
panetas. Decepcionante. Incluso deprimente. Mejor cuando éramos centrales y
únicos.
Pero al menos nuestro Sol está en el centro del Universo.
No, esas otras estrellas también son soles, y lo que es más, nos encontramos en
las afueras de la galaxia. No estamos nada cerca del centro de la galaxia. Muy
deprimente.
Bueno, al menos la Vía Láctea está en el centro del Universo.
Luego un poco más de progreso científico. Descubrimos que no existe eso del
centro del Universo. Lo que es más, hay cien mil millones de galaxias más. Ésta
no tiene nada de especial. Completamente deprimente.
Bueno, al menos nosotros, los humanos, somos el pináculo de la
creación. Somos aparte. Todas esas criaturas, las plantas y los animales, son
inferiores. Nosotros somos superiores, no tenemos conexión con ellos. Todo ser
viviente ha sido creado separadamente.
Luego viene Darwin. Descubrimos una
continuidad evolucionaria. Estamos relacionados estrechamente con las otras
bestias y vegetales. Lo que es más, nuestros parientes biológicos más cercanos
son los chimpancés. Ésos son nuestros parientes más cercanos
(¿esos bichos?) Es una vergüenza. ¿Has ido alguna vez al zoo y los has
visto? ¿Sabes lo que hacen? Imagina lo embarazosa que era esta verdad en la
Inglaterra victoriana, cuando Darwin tuvo esta idea.
Hay otros ejemplos importantes (sistemas de referencia privilegiados en física
y la mente inconsciente en psicología) que pasaré por alto.
Mantengo que en la tradición de este largo conjunto de debates (cada uno de los
cuales ha sido ganado por los copernicanos, por los tipos que dicen que no hay
nada especial en nosotros), hubo una nota callada profundamente emocional en
los debates de las dos sesiones del CSICOP que he mencionado. La búsqueda de
inteligencia extraterrestre y el análisis de un posible lenguaje animal
hieren a uno de los sistemas de creencia pre-copernicanos que quedan:
Al menos somos las criaturas más inteligentes de
todo el Universo.
Si no existen más chicos listos en ninguna parte, aunque estemos
relacionados con los chimpancés, aunque estemos en las afueras de un universo
vasto y tremendo, al menos todavía nos queda algo especial. Pero, en el momento
que encontremos inteligencia extraterrestre, se perderá el último pedazo de
presunción. Creo que parte de la resistencia a la idea de la inteligencia
extraterrestre es debida a la presunción anti-copernicana. Asimismo, sin tomar
ninguna postura en el debate de si hay otros animales (los primates superiores,
especialmente los grandes monos) inteligentes o con un lenguaje, es claramente,
a nivel emocional, la misma cuestión. Si definimos a los humanos como criaturas
que tienen lenguaje y nadie más tiene lenguaje, al menos somos únicos en ese
aspecto. Pero si resulta que todos esos sucios, repugnantes y graciosos
chimpancés pueden, con el Ameslan o de cualquier otra manera, comunicar ideas,
entonces ¿qué nos queda de especial a nosotros? En los debates científicos
existen, a menudo inconscientemente, impulsoras predisposiciones emocionales
sobre estas cuestiones. Es importante darse cuenta de que los debates
científicos, al igual que los debates pseudocientíficos, pueden llenarse de
emociones por todas estas razones.
¿Estamos solos en el universo?
Ahora echemos un vistazo más de cerca a la búsqueda de inteligencia
extraterrestre por radio. ¿En qué se diferencia de la pseudociencia? Dejadme
contar un par de casos reales. A principios de los sesenta, los soviéticos
ofrecieron una rueda de prensa en Moscú en la que anunciaron que una fuente
distante de radio, llamada CTA-102, estaba variando sinusoidalmente, como una
onda seno, con un periodo de unos 100 días. ¿Por qué convocaron una rueda de
prensa para anunciar que una fuente distante de radio estaba variando? Porque
pensaban que era una civilización extraterrestre de inmenso poder. Eso se
merece convocar una rueda de prensa. Esto es incluso anterior a la existencia
de la palabra cuásar. Hoy sabemos que CTA-102 es un cuásar. No sabemos
muy bien lo que es un cuásar: y existe más de una explicación para ellos
mutuamente exclusiva en la literatura científica. No obstante, pocos consideran
seriamente que un cuásar, como CTA-102, sea una civilización galáctica
extraterrestre, porque hay un número de explicaciones alternativas de sus
propiedades que son más o menos consistentes con las leyes físicas que
conocemos sin evocar a la vida alienígena. La hipótisis extraterrestre es una
hipótesis de último recurso. Sólo si falla todo lo demás se acude a ella.
Segundo ejemplo: en 1967, científicos británicos encontraron una fuente de
radio cercana que fluctuaba en un periodo de tiempo mucho más corto, con un
periodo constante de hasta diez cifras significativas. ¿Qué era? Su primer
pensamiento fue que era algo como un mensaje que se nos estaba enviando, o un
faro de navegación interestelar para las naves espaciales que volaban entre las
estrellas. Incluso le dieron, entre los de la Universidad de Cambridge, el
pervertido nombre de LGM-1 (Little Green Men, u Hombrecillos Verdes). Sin
embargo (eran más listos que los soviéticos), no convocaron una rueda de
prensa, y pronto se hizo claro que lo que tenían era lo que ahora se llama un
púlsar. De hecho fue el primer púlsar, el púlsar de la Nebulosa
Cangrejo. Bueno, ¿qué es un púlsar? Un púlsar es una estrella comprimida hasta
el tamaño de una ciudad, soportada como no lo está ninguna otra estrella, no
por presión gaseosa, no por exclusión electrónica, sino por las fuerzas
nucleares. Es, en cierto sentido, un núcleo atómico del tamaño de Pasadena.
Sostengo que esa es una idea al menos tan rara como la del faro de navegación
interestelar. La respuesta a lo que es un púlsar tiene que ser algo muy
extraño. No es una civilización extraterrestre, es otra cosa: pero otra cosa
que abre nuestros ojos y mentes e indica posibilidades en la naturaleza que
nunca habríamos adivinado.
Luego está la cuestión de los falsos positivos. Frank Drake en su original
experimento Ozma, Paul Horowitz en el programa META (Megachannel
Extraterrestrial Assay) patrocinado por la Sociedad Planetaria, el grupo de la
Universidad de Ohio y muchos otros grupos han recibido señales que han hecho
palpitar sus corazones. Piensan por un momento que han captado una señal
genuina. En algunos casos no tenemos la menor idea de lo que fue; las señales
no se han repetido. La noche siguiente apuntas el mismo telescopio al mismo
punto en el cielo con la misma modulación y la misma frecuencia, y lo
pasa-bandas todo de la misma manera, y no oyes nada. No publicas esos datos.
Puede ser un mal funcionamiento del sistema de detección. Puede ser un avión
militar AWACS revoloteando y emitiendo en canales de frecuencia supuestamente
reservados para la radioastronomía. Puede ser un aparato de diatermia en la
misma calle. Hay muchas posibilidades. No se declara inmediatamente que has
descubierto inteligencia extraterrestre sólo porque has encontrado una señal
anómala.
Y si se repitiese, ¿lo anunciarías? No. Puede ser una broma. Puede ser algo que
le pasa a tu sistema y que no eres capaz de descifrar. En cambio, llamarías a
los científicos de un montón de radiotelescopios y les dirías que en ese punto
particular del cielo, a esa frecuencia, modulación, y banda y todo eso, pareces
captar algo curioso. ¿Por favor, podrían mirar si captan algo parecido? Y sólo
si obtienen la misma información varios observadores independientes del mismo
punto del cielo piensas que tienes algo. Aun entonces sigues sin saber que ese
algo es inteligencia extraterrestre, pero al menos has podido determinar que no
es algo de la Tierra. (Y también que no es algo en órbita terrestre; está más
lejos que eso.) Este es el primer plan de acción que se requiere para
asegurarse de que realmente tienes una señal de una civilización
extraterrestre.
Fíjate que hay una cierta disciplina implicada. El escepticismo impone una
carga. No puedes salir y gritar pequeños hombrecillos verdes, porque vas
a parecer muy tonto, como les pasó a los soviéticos con el CTA-102, que resultó
ser algo muy distinto. Es necesaria una cautela especial cuanto las
implicaciones son de tanta importancia como aquí. No estamos obligados a
decidirnos por algo en cuanto tenemos unos datos. No pasa nada por no estar
seguros.
Me suelen preguntar: "¿Crees que existe inteligencia extraterrestre?" Y yo
respondo con los argumentos habituales. Hay un montón de lugares allá afuera,
miles de millones. Luego digo que me sorprendería mucho que no existiese
inteligencia extraterrestre, pero que por supuesto no tenemos pruebas
concluyentes de ello. Y luego me preguntan: "Vale, pero ¿qué es lo que crees
realmente?" Y respondo: "Ya te he dicho lo que creo." "Sí, pero ¿qué te
dicen tus entrañas?" Pero yo no intento pensar con mis entrañas. En serio, es
mejor reservarse la opinión hasta que tengamos pruebas.
Carl Sagan escribía en Parade, una revista semanal de
temática general que se distribuye con diferentes diarios en EEUU, leído
por 65 millones de personas. Aunque cada vez más, y en Astronomía
Digital somos testigos, este es aún un caso poco común entre los
científicos.
Después de que se publicase mi artículo El Arte de la Detección de
Camelos en Parade (1 feb. 1987), recibió, como puedes imaginar, un
montón de cartas. Parade es leído por 65 millones de personas. En el
artículo di una larga lista de cosas que eran presuntos o demostrados
camelos (treinta o cuarenta). Los defensores de todas esas cosas resultaron
uniformemente ofendidos, por lo que recibí montones de cartas. También ofrecí
un conjunto de instrucciones muy elementales acerca de cómo tratar a los
camelos (los argumentos de una autoridad no valen, todos los pasos de una
cadena de evidencias tienen que ser válidos, etcétera). Mucha gente contestó
diciendo: "Tiene usted toda la razón en las generalidades; desafortunadamente,
eso no es aplicable a mi doctrina particular." Por ejemplo, uno de ellos decía
que la idea de que existe inteligencia extraterrestre fuera de la Tierra es un
ejemplo de excelente camelo. Concluía: "Estoy tan seguro de esto como de
cualquier otra cosa en mi experiencia. No hay vida consciente en otro lugar del
Universo. El Hombre vuelve así a su legítima posición en el centro del
Universo."
Otro remitente también estaba de acuerdo con todas mis generalidades, pero
decía que, como escéptico empedernido, yo había cerrado mi mente a la verdad.
Más notablemente, he ignorado la evidencia de que la Tierra tiene seismil años
de antigüedad. Bueno, no la he ignorado; he considerado la supuesta evidencia y
luego la he rechazado. Existe una diferencia, y ésta es una diferencia,
podríamos decir, entre prejuicio y postjuicio. Prejuicio es hacer un juicio
antes de considerar los hechos. Postjuicio es hacer un juicio después de
considerarlos. El prejuicio es terrible, en el sentido de que se cometen
injusticias y graves errores. El postjuicio no es terrible. Por supuesto, no
puedes ser perfecto; también puedes cometer errores. Pero es permisible hacer
un juicio después de haber examinado la evidencia. En algunos círculos incluso
se fomenta.
Creo que parte de lo que impulsa a la ciencia es la sed de maravilla. Es una
emoción muy poderosa. Todos los niños la sienten. En una clase de parvulario,
todos la sienten; en una clase de bachillerato casi nadie la siente, o siquiera
la reconoce. Algo pasa entre el parvulario y el bachillerato, y no es sólo la
pubertad. No sólo los colegios y los medios no enseñan mucho escepticismo,
tampoco se fomenta mucho este emocionante sentido de lo maravilloso. Ambas
ciencia y pseudociencia despiertan ese sentimiento. Una pobre popularización de
la ciencia establece un nicho ecológico para la pseudociencia.
Si la ciencia se explicase a la gente de a pie de una manera accesible y
excitante, no habría sitio para la pseudociencia. Pero existe una especie de
Ley de Gresham por la que, en la cultura popular, la mala ciencia expulsa a la
buena. Y por esto pienso que tenemos que culpar, primero, la comunidad
científica por no hacer un mejor trabajo popularizando la ciencia, y segundo, a
los medios, que a este respecto son casi por completo inútiles. Todo periódico
americano tiene una columna diaria de astrología. ¿Cuántos tienen siquiera una
columna semanal de astronomía? Y también pienso que es culpa del sistema
educativo. No enseñamos a pensar. Esto es un error muy serio que podría
incluso, en un mundo infestado con 60.000 armas nucleares, comprometer el
futuro de la humanidad.
Sostengo que hay mucha más maravilla en la ciencia que en la pseudociencia. Y
además, en la medida que esto tenga algún significado, la ciencia tiene como
virtud adicional (y no es una despreciable) su veracidad.
Copyright 1987 por Carl Sagan. Este artículo aparece en la revista
Skeptical Iquirer, vol. 12, otoño de 1987
Carl Sagan fue profesor de la cátedra David Duncan de Astronomía y
Ciencias Espaciales en la Universidad de Cornell, responsable de
misiones de la NASA como la Mariner, Viking,
Voyager y Galileo, instructor de astronautas, genial
divulgador científico, cofundador de la Sociedad Planetaria y gran
activista escéptico contra las pseudociencias. Entre los numerosos
premios que ha recibido se encuentran el Pullitzer, el
Apollo, el Masursky y la medalla al Bienestar Público. El
asteroide 2709 fue bautizado con su nombre.
Este artículo está reproducido con el permiso de su viuda Ann Druyan, a
quien le agradecemos la atención prestada.
Traducción al español de Gabriel Rodríguez Alberich.