Testigos de Jehová

La secta por dentro

Por Ignacio Bazán.



El testimonio de tres hombres que durante décadas profesaron una religión a la que siguen 120 mil chilenos. Decepcionados por lo que vivieron quieren que otros no ingresen e hipotequen sus vidas. A través de su experiencia, El Periodista reconstruye creencias y manera de operar de una organización que para algunos, es considerada altamente peligrosa.



Jorge Caso, José Yánez y Francisco Font han decidido entregar su testimonio después de años dedicados a la causa de los testigos de Jehová. No sólo piensan en la gran sensación de tiempo perdido dedicado a un camino espiritual alejado de muchos valores cristianos y/o humanos. También lo hacen para evitar que más gente se integre a la organización para predicar el fin del mundo y un estilo de vida que aísla completamente a cada nuevo miembro de un contacto real con el mundo exterior.

Los tres coinciden en que contradicciones vitales hay demasiadas. Y es por eso que se han organizado y tienen un foro en internet donde discuten sobre la organización a la que pertenecieron y sobre la nueva vida como ex testigo. Los tres saben que muchas decisiones tomadas por los líderes en Nueva York, han ido cambiando a través de los años, lo que es serio para una organización que sólo cuenta con poco más de un siglo y medio de vida. Es cosa de revisar. Antes era prohibido ir al servicio militar para los testigos y muchos de ellos sufrieron penas de cárcel o fueron asesinados por resistirse. Ahora no. Las vacunas antes eran del diablo. Ahora no. Las transfusiones de órganos también eran del diablo. Ahora no. Mucha gente murió en el proceso.

Las transfusiones de sangre son otro problema. Mientras siguen estando prohibidas en todo el mundo, en Bulgaria el gobierno amenazó con quitarles status legal a los testigos, lo que incidió en que se aceptaran las transfusiones exclusivamente en ese país. Muchos testigos han perdido familiares como consecuencia directa de esta doctrina.

"He sabido de casos de testigos llevados de urgencia a hospitales que se sacan las agujas que les transmiten sangre a la fuerza", dice Caso. "Por mucho tiempo la mayoría de los miembros prefiere morir a recibir sangre. Se les ha llevado a creer que de aceptar sangre, quedan invalidados para entrar al reino de Dios".

También se dijo que la generación nacida después de 1914 no alcanzaría a morir por causas naturales. Después se anunció que el fin del mundo llegaría el año 75 y luego se cambió la fecha para el 86. Es un hecho que el fin no llegó en ninguno de esos años.

Caso: "Como el fin del mundo no llegó en las fechas que ellos dieron, culparon a los miembros de entender mal. Ahora evitan dar fechas concretas, pero se dedican a decir que el final es inminente. Eso produce una sensación de despojo, de no querer estudiar, no querer superarse porque viene el fin".

Font: "Lo raro es que siempre el fin del mundo está a la vuelta de la esquina. Mucha gente mayor no estudió y ahora no tiene un peso por haber creído en ese mensaje. Los más viejos, que se han pasado una vida predicando, no reciben ningún tipo de ayuda de la organización y viven en forma miserable".

Yánez: "El problema es que si alguno de los miembros piensa distinto y empieza a cuestionarse las doctrinas, lo llevan a una sala para que recapacite. Si no lo hace viene la amenaza de ser expulsado de la comunidad, lo que significa que toda la gente con lo que tuviste contacto durante tu vida como testigo, ya no podrá ni siquiera dirigirte la palabra si te expulsan. Muchos dejan de hablar por temor a perder todo su círculo social".

La doctrina del fin del mundo es una de las razones por las que la mayoría de los testigos de Jehová viven con lo mínimo. La única manera de que se acabe su pobreza es llegando al reino de Dios. Y basados en ese pensamiento viven el día a día dejando de lado las planificaciones a mediano y largo plazo. "Lo divertido es que los que dirigen el asunto viven en la opulencia", dice Caso. "Ellos van a congresos en Nueva York, tienen previsión, una buena casa", agrega.

Caso, Yánez y Font coinciden en que hay un desencanto general en algunos miembros antiguos por las fechas que no se cumplen. Todos los testigos esperan el fin del mundo con ansias, ya que ese será el día de su salvación final. El resto, la gente que no pertenece a la comunidad enfrentará un juicio nada de beneficioso. De ahí que muchos testigos sientan un velado complejo de superioridad sobre el resto de las personas.

Yánez: "Ahora me doy cuenta que en mis años predicando, aunque lo hice con mucho amor, fui egoísta e indirectamente asesino. Cuando yo predicaba decía que 6 millones de personas se salvaban y que todo el resto se moría en Armagedón. Eso no es moral ni cristiano".

Investigar, leer, informarse a través de fuentes externas está prohibido. De hecho, entrar a internet no se permite. Así y todo, mucha gente -Yánez incluido- se ha dado cuenta a través de la net que miembros de la organización sufren procesos de alienación similares en otros países. "Me metí con miedo", dice Yánez. "Pero me di cuenta que los ex testigos están cada vez más organizados porque saben que donde estuvieron metidos es nefasto para sus vidas y sus familias".

Suena el teléfono: "Hay que amar a Dios, no marchar por Dios", dice Caso convencido. Y cuelga.

Historias personales

Jorge Caso entró a los testigos de Jehová a través de la nana de su casa y contra la voluntad de su familia cuando tenía 13 años. Con el paso del tiempo, los suyos, una familia de comerciantes exitosa, aceptaron su opción espiritual.

Como casi todos los testigos, Caso no fue a la universidad y se dedicó a algunos negocios familiares a tiempo parcial. Hace un par de años pudo comprobar abusos a niños dentro de la comunidad. Hizo la denuncia respectiva con los líderes de su congregación, quienes le dijeron que el tema sería investigado. Nada de eso pasó. "Me dijeron que iban a atender el problema y al final todo se volvió en contra mía. Hay una obsesión con mostrar a los testigos como gente tan pulcra e intachable que se oculta todo lo perverso que ocurre. En otras religiones, por lo menos hay más libertad para denunciar".

Caso fue expulsado de la congregación en febrero del año pasado, el día en que efectuó un reclamo por abusos y violaciones a menores ante la Fiscalía Metropolitana Oriente, la jefatura de la congregación de Pocuro, donde habrían acontecido los hechos y de la cual Caso era miembro. Luego también se hizo parte en la denuncia al ex testigo conocido públicamente como Zacarach, a quien le dieron 20 años tras las rejas. Ahora está comprometido en la demanda a Luis Mena, alías García Lorca, ex testigo involucrado en una red de material pedófilo por internet. De todos los ex testigos, sin duda, Caso se ha convertido en el opositor más activo.

Este es el balance de sus años en la organización: "Es indudable que la comunidad a uno lo protege de tentaciones a las que está más expuesto en el mundo real, por un tema de principios y valores que son más rígidos. Por otro lado, me privé de muchas cosas, me alejé de mi familia, de celebrar cumpleaños y también pude hacer mejores negocios, hacer más deporte, pasar las fiestas con mi familia. El costo personal es grande, más si se toma en cuenta que adentro pasan cosas que se esconden con tal de proteger a la organización".

Caso estuvo 30 años en la organización hasta que fue expulsado el 2005 por sus denuncias.

José Yánez tiene 43 años y estuvo casi toda su vida en diferentes congregaciones. Creció como testigo por su padre, un trabajador humilde y tranquilo. A pesar de no tener grandes traumas de niño, reconoce haber tenido una infancia diferente: "No íbamos a fiestas y si jugaba a la pelota o estudiaba música, lo hacía a escondidas porque era malo juntarse con los mundanos Ahí empecé a tener dudas, las que se hicieron más intensas cuando comencé a participar en la construcción de salones del reino".

Yánez es obrero y por años dedicó gran parte de su tiempo a levantar nuevas sedes para la comunidad. Gratis, como el resto de sus hermanos. Los salones quedaban a nombre de la sociedad Watchtower en Nueva York quienes prestaban plata para construirlo. "O sea, nosotros hacíamos la construcción, el salón quedaba a nombre de ellos y después más encima había que devolverles la plata".

Cifras de la revista de negocios Forbes, apoyan la tesis de Yánez. El 2002, Watchtower tuvo 951 millones de dólares en ganancias y se ubicó en el lugar 34 de las compañías que más dinero facturaron en el estado de Nueva York, uno de los más ricos del mundo. El principal negocio es editorial, ya que se estima que desde Nueva York salen alrededor de 25 millones de ejemplares de las revistas ¡Despertad! y Atalaya, pero a esto también se le suma la construcción de edificios por voluntarios que quedan a nombre de Watchtower.

Yánez dice que desde que él y su familia renunciaron hay más comunicación en su núcleo familiar. "Mi hija no lo decía, pero no le gustaba ir a las reuniones. Ella tenía que aceptarlo porque yo era la cabeza y yo mandaba. Ahora que dejamos de ir, ella es mucho más abierta, nos cuenta cosas de colegio, nos dice que planea estudiar, algo que no hubiera hecho cuando éramos miembros. De ahí te das cuenta que perdiste pascuas, cumpleaños, años nuevos por creer en reglas que vienen de humanos igual que uno".

El año pasado, el padre de Yánez murió con su familia entera recién retirada de la organización. "Llegó un grupo de testigos, pero ninguno nos saludó o dio el pésame porque habíamos renunciado. A la única que saludaron fue a mi hermana que nunca en su vida había sido parte de ellos. Imagínate, los conoces de años, trabajaste con ellos y para ellos, luego dejas de pertenecer y es como si no existieras".

A pesar de todo, Yánez dice que aprendió cosas en los testigos que no hubiera podido en otros lados: "Yo soy obrero y en la revista ¡Despertad! aprendí de flora y de fauna, cosas que los otros obreros no saben. También me eduqué para hablar bien, aprendí buenos modales, por lo que puedo decir que fue un proceso que no fue del todo malo para mí. También creo haber sido feliz junto a mi familia, porque no conocía otra realidad. De lo único que me arrepiento es de haberme sentido superior al resto de las personas por ser testigo de Jehová".

El 23 de marzo del año pasado, Yánez presentó su renuncia.

Francisco Font entró a los 16 años a los testigos de Jehová en 1972. Lo hizo porque estaba buscando un grupo que se apegara a las escrituras y que, además, no creyera en la Trinidad. Font venía de una familia de profesionales, pero su fe lo hizo desistir de ir a la universidad. "No cumplí las expectativas de ellos y me privé de una formación profesional. Me retiré hace mucho tiempo, pero hasta el día de hoy me arrepiento de haber sido testigo. La organización absorbió mis mejores años".

Llegó 1975, el año del anunciado fin del mundo según los testigos, fecha en que no pasó nada.

Font fue testigo de la paranoia dentro de la comunidad y de cómo gente vendió sus propiedades y sacó a sus hijos del colegio esperando el final. "Mi desilusión fue grande, pero me quedé hasta el 80 en la organización, casi como dándole el beneficio de la duda. El 82 me retiré definitivamente sabiendo que las inconsistencias eran demasiadas. Gané una paz enorme y nunca me arrepentí". Y agrega: "Siempre critiqué que las cosas se hacían más de forma que de fondo. El asunto de las transfusiones de sangre es algo inspirado mucho más por el fondo que por la forma, por ejemplo. Es como que la argolla de matrimonio fuera más importante que el matrimonio mismo"