Reflexiones ante la Manipulación



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Preguntas de los lectores

ó En vista de la seriedad de introducir sangre en el sistema humano por medio de una transfusión, si violara las Santas Escrituras en este respecto ¿estaría sujeto el recibidor dedicado y bautizado de la transfusión de sangre a ser expulsado de la congregación cristiana?

Las Santas Escrituras inspiradas responden sí. Como a mediados del primer siglo “Cristiano” los doce apóstoles de Cristo se reunieron con los otros representantes maduros de la congregación en Jerusalén para determinar cuál debería ser el requisito bíblico para admitir a los no judíos en la congregación cristiana. Los doce apóstoles y los otros hombres representativos de la congregación de Jerusalén reunidos en esta ocasión para decidir esta cuestión vital eran judíos o prosélitos circuncisos, y, como tales, habían estado hasta el Pentecostés de 33 d. de J.C. bajo la prohibición incluida en la ley mosaica contra el comer o beber la sangre de criaturas animales. En esa ley mosaica en Levítico 17: 10-12 Dios dijo a los judíos: “En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o algún residente temporario que esté residiendo por un tiempo en medio de ustedes que coma cualquier clase de sangre, ciertamente pondré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre y de veras la cortaré de entre su pueblo. Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para que ustedes hagan expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación debido al alma en ella. Por eso he dicho a los hijos de Israel: `Ninguna alma de ustedes debe comer sangre y ningún residente temporario que esté residiendo por un tiempo en medio de ustedes debe comer sangre.´ ”

Aquellos cristianos judíos ahora estaban bajo la disposición del nuevo pacto que había sido validado por medio de derramar su sangre hasta morir Jesucristo, el Mediador entre Dios y los hombres. ¿Cuál, entonces, fue su fallo en cuanto a los requisitos que habrían de imponerse a los creyentes gentiles para ser admitidos en la congregación cristiana? El decreto que manifiesta su fallo contesta: “Los apóstoles y los hermanos de mayor edad a los hermanos de Antioquía y Siria y Cilicia que son de las naciones: ¡Saludos! ... Porque al espíritu santo y a nosotros nos pareció bien no agregarles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias, que se mantengan libres de cosas sacrificadas a los ídolos y de la sangre y de cosas que matan sin extraerles su sangre y de la fornicación. Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Que tengan buena salud!” (Hech. 15: 23-29) Por lo tanto para todos los creyentes cristianos el decreto apostólico bajo la dirección del espíritu santo de Dios declaró que entre las cosas necesarias para ellos se hallaba el mantenerse libres de la sangre y de cosas que matan sin extraerles su sangre. Años después ese fallo todavía estaba en vigor y se imponía a los cristianos, según Hechos 21:25. Ese fallo jamás ha sido revocado, porque lo dio Dios y todavía aplica a los cristianos de hoy día que son creyentes dedicados y bautizados, que siguen fielmente las pisadas de Jesucristo, quien nació judío hace más de 1.900 años.

Aunque los doce apóstoles y sus compañeros de la congregación de Jerusalén no hayan tenido en mientes tal cosa como la transfusión de sangre moderna, no obstante el decreto que ellos publicaron incluyó tal cosa en su alcance.

Bajo la ley de Dios mediada por el profeta Moisés hacia la nación de Israel los judíos o prosélitos circuncisos que violaban la prohibición de Dios contra el comer o beber sangre de animales habían de ser cortados de su pueblo escogido. Según el decreto apostólico que esa conferencia en Jerusalén público, la congregación cristiana se hallaba obligada a hacer una cosa semejante a los que comían o bebían sangre de animales. Las transfusiones de sangre no estaban en boga en los días apostólicos. No obstante, aunque los doce apóstoles y sus compañeros de la congregación de Jerusalén no hayan tenido en mientes tal cosa como la transfusión de sangre moderna, no obstante el decreto que ellos publicaron incluyó tal cosa en su alcance.

La profesión médica admite hoy que la transfusión de sangre es una alimentación directa a los vasos sanguíneos del cuerpo humano.

La profesión médica admite hoy que la transfusión de sangre es una alimentación directa a los vasos sanguíneos del cuerpo humano con sangre de otra persona u otras personas que el practicante de la transfusión de sangre dice que se necesita para la supervivencia del recipiente.

El recibidor de la transfusión de sangre se está alimentando de un alma dada por Dios contenida en el medio sanguíneo de un prójimo o de prójimos.

La ley de Dios dice definitivamente que el alma del hombre está en su sangre. Por consiguiente el recibidor de la transfusión de sangre se está alimentando de un alma dada por Dios contenida en el medio sanguíneo de un prójimo o de prójimos. Esta es una violación de los mandamientos de Dios a los cristianos, la seriedad de la cual no debe reducirse al mínimo por medio de excusarla a la ligera como si fuera un asunto optativo para que el individuo decida en cuanto a ello según su conciencia. El decreto de los apóstoles en Jerusalén declara: “Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán.” Por consiguiente el cristiano que deliberadamente recibe una transfusión de sangre y no se guarda de la sangre no prosperará espiritualmente. Según la ley de Moisés, que manifestó sombras de cosas por venir, el que recibe una transfusión de sangre tiene que ser cortado del pueblo de Dios por medio de excomunión o expulsión.

Si el tomar una transfusión de sangre es la primera falta de un cristiano dedicado y bautizado debido a su falta de madurez o falta de estabilidad cristiana y discierne el error de su acción y se aflige y se arrepiente a causa de ello y pide perdón divino y perdón de la congregación de Dios en la Tierra, entonces se le debe extender misericordia y no hay por qué expulsarlo. Se hace necesario ponerlo bajo vigilancia e instruirlo cabalmente según las Escrituras en cuanto a este tema, y así ayudarlo a adquirir fortaleza para hacer decisiones según la norma cristiana en cualesquier casos futuros.

Sin embargo, si rehusa reconocer su disconformidad con la norma cristiana requerida y hace del asunto un punto en cuestión en la congregación cristiana y trata de influir en otros en eso para que lo apoyen; o, si en el futuro persiste en aceptar transfusiones de sangre o en donar sangre para llevar a cabo esta práctica médica en otros, muestra que realmente no se ha arrepentido, sino que se opone deliberadamente a los requisitos de Dios.

Cual opositor rebelde y ejemplo infiel a los otros miembros de la congregación cristiana tiene que ser cortado de ella por medio de ser expulsado.

Cual opositor rebelde y ejemplo infiel a los otros miembros de la congregación cristiana tiene que ser cortado de ella por medio de ser expulsado. Así la congregación cristiana se vindica de cualquier acusación de consentir en la infracción de la ley de Dios por un miembro de la congregación por medio de la transfusión de sangre, y sostiene la norma cristiana apropiada delante de todos los miembros de la congregación cristiana, y se mantiene limpia de la sangre de todo hombre, así como se mantuvo el apóstol Pablo, quien promulgó a las diversas congregaciones gentiles el decreto apostólico dado en Jerusalén. -Hechos. 20:26.


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EL EMPLEO Y SU CONCIENCIA

ó Manteniéndose libre de la sangre

A los cristianos se les dice que se abstengan de la sangre. (Hechos 15:20, 28, 29) Exactamente, ¿cuán transcendente es eso? ¿Qué requieren las Escrituras de un siervo dedicado a Dios? Si usted está matando a un animal o ave, entonces, para cumplir con la ley de Dios y dejar a esa criatura adecuada para alimento, usted tiene que escurrir la sangre. De acuerdo con la ley de Dios usted tiene que abstenerse de comer sangre o tomarla, como en una transfusión, para sostener la vida. Génesis 9:3, 4 y Deuteronomio 12:23, 24 contienen mandamientos bíblicos. Levítico 17:10 indica que las personas del Israel antiguo que tomaban voluntariosamente la sangre eran cortadas por Jehová. Sin embargo, si un israelita comía la carne de un animal limpio que había muerto por sí solo o había sido desgarrado por una bestia salvaje, se le declaraba inmundo hasta la noche, siempre que se limpiara. (Lev. 17:15,16) También los cristianos, si alguno participaba de la carne de un animal que no hubiese sido desangrado apropiadamente al ser muerto, y no era deliberado de su parte y se arrepentía cuando más tarde esto llegaba a su atención, evitando la repetición de tal iniquidad, Jehová, misericordiosamente lo perdonaba.

Hoy en día varios usos de la sangre son objetables desde el punto de vista bíblico. La sangre podía usarse sobre el altar bajo determinadas circunstancias en el antiguo Israel, y si no se usaba de esa manera había que deshacerse de ella. (Lev. 17:11-14) No solo se usa sangre en conexión con las prácticas médicas modernas, sino que se informa que ahora la sangre se está usando en una variedad de productos, tales como sustancias adhesivas para hacer madera terciada, tablas de partículas, tablas de madera triturada y comprimida, “corcholatas”, muebles e instrumentos musicales. La sangre también se está usando en la polimerización de compuestos de caucho, liga insecticida, compuesto de sedimentación para el tratamiento de los desperdicios industriales, purificación para agua clara (industria del papel), purificación del uranio, agente espumoso para concreto celular de poco peso, agente para clarificar el vino, revestimientos ligas del papel, calidad de crespo y aderezos del papel, reemplazo de la caseína en las emulsiones de látex, asfalto emulsionado, composición de corcho, soluciones para hacer clisés de fotograbado, operaciones de acabado de piel, liga impermeable de pigmentos para estampados en tela de algodón, abonos, alimentos para animales, y producción de aminoácido, como la histidina y la histamina, por ejemplo. Quizás se conozcan usos adicionales de la sangre en el futuro. En el mundo los usos de la sangre son numerosos y ninguno de éstos está de acuerdo con el método bíblico de manejar la sangre, la cual ha de derramarse en el suelo. Sin embargo, el cristiano no es responsable del uso incorrecto mundano de la sangre, de lo que otra gente haga con ella, y no puede utilizar todo su tiempo emprendiendo investigación detallada respecto a los diversos usos incorrectos de la sangre en el mundo de la humanidad, especialmente cuando se trata de productos no comestibles. Si lo hiciera, le quedaría menos tiempo para predicar las buenas nuevas del reino de Dios. Para algunas personas, esto quizás sea una decisión difícil de hacer en cuanto a dónde una persona debe estar empleada. Queda como asunto de conciencia.

A los israelitas se les dijo: “No deben comer ningún cuerpo ya muerto. Al residente forastero que está dentro de tus puertas puedes dárselo, y él debe comérselo; o puede haber venta de él a un extranjero, porque tú eres un pueblo santo para Jehová tu Dios”. (Deu. 14:21) De modo que el que un cristiano que trabaja en una tienda se deshaga de artículos de sangre, tales como morcilla o moronga, vendiendo tales artículos a personas del mundo que estén anuentes a pagar por ellos es asunto de conciencia. También es un asunto personal el que otro cristiano venda artículos de sangre a personas mundanas en una farmacia o esparza abono de sangre sobre el campo de un patrón mundano a petición de él. Naturalmente, el cristiano no podría estimular apropiadamente a personas a obtener artículos de sangre en vez de los que están libres de sangre y no podría abogar por ningún uso incorrecto de la sangre. Sin embargo, debemos dejar a la conciencia del individuo cristiano decidir qué hará cuando se trata de asuntos de esta naturaleza al manejar tales productos. Un cristiano no debe criticar a otro cristiano por la decisión que haga, así como un israelita no podía criticar razonablemente a otro israelita por vender a un extranjero un animal que muriera por sí mismo y que por consiguiente no hubiera sido desangrado apropiadamente.

El uso de la sangre en las sustancias adhesivas para fabricar madera terciada y otros materiales que se usan comúnmente ha llegado ahora a la atención de los cristianos, y usamos a la madera terciada como ejemplo. Mucha de esta madera se hace usando goma de sangre, pero alguna de esta madera está libre de sangre. El comprador o contratista cristiano puede tratar de obtener madera terciada que esté libre de sangre si puede hacerlo; sin embargo, si decide usar todo tipo de madera terciada, esto debe dejarse a su conciencia. No siempre es posible determinar exactamente cómo se ha hecho esa madera. El hecho de que quizás se use sangre en alguna de la madera terciada no significa que un cristiano no podría comprar, vender o alquilar una casa o comprar un remolque en el que se halle madera terciada. El grado al cual verificaría tales asuntos queda a decisión de él.

También, si un cristiano está trabajando para una compañía que usa goma de sangre en alguna de su madera terciada u otros productos, no necesariamente tendría que dejar ese trabajo. Puede trabajar en los bosques, derribando los árboles. Parte de la madera se usa de una manera y parte de otra. El empleado no es responsable de lo que le suceda a la madera después de haber hecho su trabajo. Por supuesto, si el cristiano trabajara en una planta de madera terciada y se requiera que él preparara la goma de sangre o la aplicara a la madera terciada, pudiera creer que no podría hacerlo con la conciencia limpia. Pudiera solicitar que su patrón le diera alguna otra clase de trabajo en el que no se maneje sangre. Pero aun esto es un asunto personal. Al hacer otro trabajo para la misma compañía, como el trabajar de chofer de camión, vendedor, etc., quizás el individuo crea que está libre de la responsabilidad de cualquier uso incorrecto de la sangre. Puesto que la sangre se usa en la fabricación de tantos productos comunes, casi llega a ser imposible que el cristiano evite todo contacto con ellos- artículos de piel, muebles, “corcholatas”, tela de algodón, etc. Por eso, lo que el cristiano haya de hacer es asunto de conciencia, y otros no deberían criticarlo. Ciertamente no sería adecuado desbaratar la unidad de una congregación cristiana en determinada localidad por medio de envolverse en discusiones y altercaciones detalladas a causa de la decisión personal en este respecto de parte de algún cristiano asociado con esa congregación.- Sal. 133:1; Pro. 26:21; Sant. 3:16-18.

«La Sociedad no aprueba ninguno de los usos médicos modernos de la sangre en conexión con inoculaciones... por eso dejamos a la conciencia del individuo».

La Sociedad no aprueba ninguno de los usos médicos modernos de la sangre, como los usos de la sangre en conexión con inoculaciones. Sin embargo, la inoculación casi es una circunstancia inevitable en algunas secciones de la sociedad, y por eso dejamos a la conciencia determinar si se someterá o no a la inoculación con un suero que contenga fragmentos de sangre con el propósito de edificar anticuerpos para combatir la enfermedad. Si una persona hiciera esto, puede sacar consuelo, bajo las circunstancias, del hecho de que no está comiendo directamente sangre, lo cual se prohibe explícitamente en la Palabra de Dios. No se usa para alimento ni para reemplazar sangre perdida. En esto el cristiano tiene que hacer su propia decisión basándose en su conciencia. Por lo tanto, el que un cristiano se someta o no a la inoculación con un suero, o el que los doctores o enfermeras que sean cristianos la administren, es decisión personal. Los cristianos que se hallan en la profesión médica son responsables individualmente por las decisiones de empleo. Tienen que aceptar las consecuencias de las decisiones que se hacen, en armonía con el principio de Gálatas 6:5. Algunos médicos que son testigos de Jehová han administrado transfusiones de sangre a personas del mundo a petición de ellas. Sin embargo, no lo hacen en el caso de un testigo dedicado de Jehová. En armonía con Deuteronomio 14:21, el administrar sangre a petición de personas mundanas queda de la propia conciencia del doctor cristiano. Esto es semejante a la situación a que se enfrenta un carnicero o un abarrotero cristiano que tiene que decidir si puede vender con la conciencia limpia morcilla a una persona del mundo.


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Preguntas de los lectores

ó Un doctor dijo que antes de la operación quirúrgica al paciente se le pudiera sacar alguna sangre que entonces se pudiera almacenar, por si se necesitara una transfusión durante la operación. ¿Cómo debería ver el cristiano ese uso de su propia sangre?

Desde el punto de vista de las personas del campo médico, este procedimiento puede parecer muy práctico. El aceptar una transfusión de sangre de otra persona encierra graves peligros. Aparentemente hay menos riesgos envueltos en la situación si a uno se le diera una transfusión de su propia sangre. De modo que entre los médicos hay una tendencia a usar el procedimiento llamado "transfusión autóloga." En esto lo que está envuelto es sacar la propia sangre del paciente y ponerla en el "banco" o almacenarla para transfundirla cuando sea necesario. Si el donante no la necesita, la sangre se pudiera usar para otros pacientes.

Como lo muestra la información en las páginas 22-25 de esta revista, la transfusión de sangre está en conflicto con la Biblia. Las Escrituras revelan que Dios considera sagrada la sangre, y sus siervos deben tratarla de la misma manera. En armonía con esto, Jehová Dios dijo a los israelitas que solo podían hacer dos cosas con la sangre. Primero, Dios dijo: "Yo mismo la he puesto sobre el altar [de sacrificio] para ustedes para hacer expiación por sus almas." En segundo lugar, si la sangre de un animal no se usaba sobre el altar, el israelita había de derramarla en el suelo; así reconocía que la vida viene de Dios y que la sangre que representaba la vida no estaba siendo dirigida en otra dirección para algún uso personal. (Lev. 17:11-14) Pero ¿era esta manera de tratar la sangre únicamente para los siervos de Dios que estaban bajo la ley mosaica? Al contrario, es lógico pensar que los adoradores verdaderos, antes de que se diera la Ley, ya habían estado tratando de esta manera con la sangre.

Antes, Dios le había dicho a Noé y su familia que los seres humanos no debían comer carne con la sangre en ella. (Gén. 9:3, 4) Por eso, ¿qué se hubiera hecho? Cuando se hubiera dado muerte a un animal para usarlo como alimento, normalmente se habría dejado escurrir su sangre y se habría dispuesto de ésta en el suelo. La sangre que representaba la vida no pertenecía a Noé ni a su familia, sino que pertenecía al Dador de Vida. Por consiguiente, sería apropiado derramar la sangre en la tierra, que es el simbólico ‘escabel de los pies’ de Dios.-Isa. 66:1.

El mandato que se dio a Noé también aplica a los cristianos. En el primer siglo E.C., el cuerpo gobernante cristiano publicó la decisión, apoyada por el espíritu santo, que decía que los cristianos tenían que ‘abstenerse de cosas estranguladas y de sangre.’ (Hech. 15:19, 28, 29) ¿Qué significaría eso en la práctica? La expresión "cosas estranguladas" designa la carne de animales a los cuales se daba muerte de una manera que dejaba su sangre en la carne. Los cristianos no podían comer tal carne. ¿Qué hay de la frase ‘abstenerse de sangre’? Esto prohibiría usar sangre que se hubiera hecho escurrir de tal criatura, como en el caso de algunos paganos, quienes hacían y comían morcilla u otros alimentos que contenían sangre o quienes bebían sangre que venía de animales o guerreros muertos en la arena del combate. Los cristianos no hacían ninguna de estas cosas. Cuando dejaban escurrir la sangre de la criatura animal, hacían lo que los siervos de Dios del pasado habían hecho, se abstenían de ella. Así podían dar énfasis al hecho de que apreciaban lo sagrado de la sangre y la vida y también demostraban que dependían del mérito de la sangre de Cristo.

Por eso, si miembros de un personal médico sugieren que un cristiano permita que alguna de su sangre le sea removida y entonces sea depositada en un banco de sangre con el fin de transfundirla posteriormente, el cristiano no está sin guía bíblica en cuanto al proceder apropiado. Puede mencionar que a los israelitas antiguos se les dijo que la sangre removida había de ser ‘derramada sobre el suelo como agua,’ para mostrar que era para Dios y no para sustentar la vida de alguna criatura terrestre. (Deu. 12:24) Y puede referirse al mandato directo de que los cristianos ‘se abstengan de sangre.’ En vista de esto, ¿cómo pudiera él permitir que su sangre fuera recogida en un banco de sangre para ser transfundida posteriormente a él mismo o a otra persona?


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Preguntas de los lectores

ó ¿Admiten los testigos de Jehová transfusiones de su propia sangre, dejando que sealmacene su propia sangre y después se les devuelva?

El personal médico suele distinguir entre sangre "homóloga" (que viene de otra persona) y sangre "autóloga" (la sangre del mismo paciente). Es bien conocido que los testigos de Jehová no aceptan sangre de otros humanos. Pero ¿qué hay de usar sangre "autóloga", un término que se aplica a varios procedimientos?

Algunos de estos procedimientos no son aceptables para los cristianos porque están en claro conflicto con la Biblia, pero otros hacen surgir preguntas. Por supuesto, cuando se escribió la Biblia no se conocían las transfusiones ni otros usos médicos semejantes de la sangre. Sin embargo, Dios suministró guía que permite a sus siervos decidir si ciertos procedimientos médicos que implican la sangre pudieran desagradarle o no.

Lo que Dios ha determinado es que la sangre representa la vida y, por lo tanto, es sagrada. Mandó que ningún humano debe sostenerse la vida mediante consumir sangre. Por ejemplo, Dios declaró: "Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. [...] Solo carne con su alma -su sangre- no deben comer". (Génesis 9:3, 4; Levítico 7:26, 27.) Según el Dador de la Vida, la sangre solo se podía usar aceptablemente para sacrificio: "Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación en virtud del alma en ella. Por eso he dicho a los hijos de Israel: ‘Ninguna alma de ustedes debe comer sangre’". (Levítico 17:11, 12.)

Aunque los cristianos no están bajo la Ley de Moisés, la Biblia dice que es ‘necesario’ que nos ‘abstengamos de la sangre’, y la consideremos sagrada. (Hechos 15:28, 29.) Esto se comprende, porque los sacrificios hechos bajo la Ley prefiguraron la sangre de Cristo, el medio que Dios usa para darnos vida eterna. (Hebreos 9:11-15, 22.)

¿Cómo se trataba con la sangre bajo la Ley si no se usaba en sacrificio? Leemos que cuando un cazador mataba a un animal para usarlo como alimento ‘tenía que derramar la sangre del animal y cubrirla con polvo’. (Levítico 17:13, 14; Deuteronomio 12:22-24.) Por eso, la sangre no había de usarse para nutrición ni con otro propósito. Si se sacaba de una criatura y no se usaba en sacrificio, había que deshacerse de ella derramándola en la tierra, el escabel de los pies de Dios. (Isaías 66:1; compárese con Ezequiel 24:7, 8.)

Esto claramente elimina un uso común, en operaciones, de la propia sangre del paciente: el recogerla antes de una operación, almacenarla y después introducirla de nuevo en el paciente. En ese procedimiento se hace lo siguiente: antes de la cirugía electiva, se almacenan algunas unidades de la sangre entera de la persona, o se separan, congelan y almacenan los corpúsculos rojos. Entonces, si parece que el paciente necesita sangre durante una operación, o después de ella, se le puede devolver su propia sangre que ha sido almacenada. Los temores corrientes sobre las enfermedades transmitidas por la sangre han popularizado este uso de la sangre. Sin embargo, los testigos de Jehová NO aceptan este procedimiento. Desde mucho tiempo atrás hemos comprendido que tal sangre almacenada ciertamente ha dejado de ser parte de la persona. Ha sido completamente quitada de ella, y por lo tanto hay que deshacerse de la sangre de acuerdo con la Ley de Dios: "Debes derramarla sobre el suelo como agua". (Deuteronomio 12:24.)

En un proceso algo diferente, puede que se desvíe la sangre del paciente hacia un aparato de hemodiálisis (riñón artificial) o a una bomba cardiopulmonar (corazón-pulmón artificial). Esa sangre fluye por un tubo desde el cuerpo del paciente a un órgano artificial que la bombea y filtra (u oxigena), y entonces regresa al sistema circulatorio. Algunos cristianos han permitido esto si no se ceba el equipo con sangre almacenada. Han visto el sistema exterior de tubos como una extensión de su propio sistema circulatorio para que la sangre pase por un órgano artificial. Les ha parecido que la sangre que ha fluido por este circuito cerrado ha seguido siendo parte de ellos y no ha tenido que ser ‘derramada’.

El cristiano que tuviera que decidir si permitiría que su sangre fuera desviada mediante alguna máquina externa no debería enfocar su atención principalmente en si ocurriera o no una breve interrupción en el fluir de la sangre, sino en si a conciencia cree que la sangre desviada es todavía parte de su sistema circulatorio o no.

Sin embargo, ¿qué hay si el flujo de esa sangre del propio paciente se detiene brevemente, como cuando se desactiva una máquina cardiopulmonar mientras el cirujano examina la condición de los injertos en caso de operaciones de desvío coronario?

En realidad la Biblia no pone el énfasis sobre la cuestión de un fluir constante. Hasta aparte de la cirugía, pudiera ser que el corazón de alguien se le detuviera brevemente y luego volviera a activarse. Su sistema circulatorio no tendría que ser vaciado ni habría que disponer de su sangre solo porque la sangre hubiera dejado de fluir durante el paro cardíaco. Por lo tanto, el cristiano que tuviera que decidir si permitiría que su sangre fuera desviada mediante alguna máquina externa no debería enfocar su atención principalmente en si ocurriera o no una breve interrupción en el fluir de la sangre, sino en si a conciencia cree que la sangre desviada es todavía parte de su sistema circulatorio o no. (Gálatas 6:5.)

¿Qué hay de una hemodilución inducida? Algunos cirujanos creen que es ventajoso diluir la sangre del paciente durante la cirugía. Por eso, al principio de la operación dirigen alguna sangre a bolsas de almacenamiento fuera del cuerpo del paciente y reemplazan esa sangre con fluidos no sanguíneos; después se permite que la sangre fluya de nuevo al paciente. Puesto que los cristianos no permiten que se les almacene la sangre, algunos médicos han hecho una adaptación de este procedimiento mediante organizar el equipo en un circuito que esté constantemente conectado con el sistema circulatorio del paciente. Algunos cristianos han aceptado esto; otros lo han rechazado. De nuevo, cada persona tiene que decidir si va a considerar el desvío de su sangre en un circuito de hemodilución de este tipo como similar al fluir de la sangre por una máquina cardiopulmonar, o si vería la sangre como sangre que ha salido de la persona, y por lo tanto sangre que debería descartarse.

Un ejemplo final del uso de la propia sangre del paciente envuelve el recuperar la sangre para volver a usarla durante una operación. Se usa equipo para aspirar sangre de la herida, bombearla por un filtro (para eliminar coágulos u otra materia) o un centrífugo (para eliminar fluidos), y entonces introducirla de nuevo en el paciente. A muchos cristianos les ha preocupado profundamente el que en esa recuperación de la sangre se interrumpiera brevemente el fluir de la sangre. Sin embargo, como ya se ha mencionado, más bíblico sería preocuparse de si la sangre que fluye hacia una herida operatoria es o no es todavía parte de la persona. ¿Significa el que la sangre haya fluido de su sistema circulatorio a la herida que tal sangre deba ser ‘derramada’, como la que se menciona en Levítico 17:13? Si así lo cree la persona, probablemente rehusaría permitir tal recuperación de la sangre. Sin embargo, otro cristiano (quien tampoco permitiría que sangre que se hiciera fluir de su persona fuera almacenada por algún tiempo y después volviera a introducírsele en el cuerpo) pudiera concluir que un circuito con recuperación en una operación, con la subsiguiente reinfusión, no violaría su conciencia educada.

Como se ve, hay una variedad creciente de equipos o técnicas que implican el uso de la propia sangre del paciente. No podemos tratar de comentar sobre cada variación, ni debemos hacerlo. Cada cristiano, al enfrentarse a una cuestión de esta índole, tiene la responsabilidad de obtener detalles del personal médico y entonces tomar una decisión personal.

Aunque aquí se ha dicho mucho sobre aspectos médicos, las cuestiones religiosas son lo de mayor importancia. A medida que el cristiano resuelve las dudas o preguntas que tenga sobre los procedimientos médicos que implican la sangre, lo que debe predominar es que despliegue fe, que respete el mandato de Dios de ‘abstenerse de sangre’, y que conserve una buena conciencia. ¿Por qué? Porque el modo más fundamental de salvar vidas por el uso de sangre no es por la tecnología médica, sino por el poder salvador de la sangre de Cristo. El apóstol Pablo escribió: "Por medio de él tenemos la liberación por rescate mediante la sangre de ese". (Efesios 1:7; Revelación 7:14, 17.) Aunque la medicina moderna pudiera alargarnos la vida por un tiempo, ciertamente no desearíamos alargar nuestra vida actual mediante un proceder que violara nuestra conciencia cristiana o que no agradara a nuestro Dador de Vida. (Mateo 16:25; 1 Timoteo 1:18, 19.)


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Preguntas de los lectores

ó¿Aceptan los testigos de Jehová productos médicos derivados de la sangre?

La respuesta fundamental es que los testigos de Jehová no aceptamos sangre. Creemos firmemente que la ley de Dios sobre la sangre no está sujeta a reformas para adecuarla a opiniones cambiantes. No obstante, surgen cuestiones nuevas porque ahora la sangre puede procesarse y es posible extraer cuatro componentes principales y fracciones de estos componentes. A la hora de decidir si los acepta, el cristianismo no debe pensar únicamente en los posibles beneficios y riesgos médicos. Debe interesarle saber lo que dice la Biblia y el posible efecto en su relación con Dios todopoderoso.

Las cuestiones fundamentales son bastante sencillas. Para comprender por qué, analicemos algunos fundamentos bíblicos, históricos y médicos.

Jehová Dios dijo a Noé, nuestro antepasado común, que la sangre debía considerarse algo especial (Génesis 9:3, 4). Las leyes que Dios dio posteriormente a Israel reflejaron la santidad de la sangre: “En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o algún residente forastero [...] que coma cualquier clase de sangre, ciertamente fijaré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre”. Los israelitas que rechazaran la ley de Dios podían contaminar a los demás, por lo que El añadió: “Verdaderamente la cortaré de entre su pueblo” (Levítico 17:10). Tiempo después, en una reunión celebrada en Jerusalén, los apóstoles y ancianos decretaron que debemos ´abstenernos de sangre´ . Hacerlo es igual de esencial que abstenerse de la inmoralidad sexual y la idolatría (Hechos 15:28, 29).

¿Qué significa ´abstenerse´ en aquel entonces? Los cristianos no consumían sangre, ni fresca ni coagulada; tampoco comían carne de un animal no desangrado. También estarían excluidos los alimentos que contenían sangre, como la morcilla. Ingerir sangre de alguna de estas maneras violaría la ley de Dios (1 Samuel 14:32, 33).

A la mayoría de las personas de tiempos antiguos no les perturbaba consumir sangre, como sabemos por los escritos de Tertuliano (Siglos segundo y tercero de nuestra era). En respuesta a las falsas acusaciones de que los cristianos ingerían sangre, Tertuliano mencionó que algunas tribus sellaban alianzas bebiéndola. También hizo esta observación: “[Hay] aquellos que, para curarse de la enfermedad comicial [la epilepsia], beben con avidez en los espectáculos del circo la sangre fresca que mana de las gargantas degolladas”.

Los cristianos consideraban incorrectas aquellas costumbres (aunque algunos romanos las adoptaran por razones de salud). “Ni siquiera la sangre de los animales tomamos en los convites”, escribió Tertuliano. Los romanos ponían a prueba la integridad de los cristianos verdaderos con alimentos que contenían sangre. Tertuliano añadió: “¿Cómo hay que entender, pues, que creáis que ansían sangre humana los [cristianos,] que confesáis aborrecen sangre de bestia?”.

En nuestros días, pocas personas pensarán que han de tener en cuenta las leyes del Dios todopoderoso si el médico les recomienda administrarse sangre. Obviamente, los testigos de Jehová deseamos vivir, pero nos hemos comprometido a obedecer la ley de Jehová sobre la sangre. ¿Qué implica eso en vista de los procedimientos médicos actuales?

Cuando se generalizaron las transfusiones de sangre completa, después de la II Guerra Mundial, los testigos de Jehová comprendimos que estaban en contra de la ley de Dios, y así lo seguimos creyendo. No obstante, la medicina ha ido cambiando con el tiempo. En la actualidad, la mayoría de las transfusiones no son de sangre completa, sino de uno de sus componentes principales: 1) glóbulos rojos, 2) glóbulos blancos, 3) plaquetas o 4) plasma (suero sanguíneo), la parte líquida. Dependiendo del estado del paciente, los médicos podrían prescribirle glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas o plasma. Las transfusiones de los componentes principales permiten que una sola unidad de sangre sirva para varios pacientes. Los testigos de Jehová sostenemos que aceptar tanto sangre completa como alguno de estos cuatro componentes básicos violan la ley de Dios. Es significativo que mantener esta postura basada en la Biblia nos ha protegido de muchos peligros, entre ellos enfermedades como la HEPATITIS y el SIDA, que se pueden contraer por medio de la sangre.

Ahora bien, dado que es posible asimismo obtener fracciones de los componentes sanguíneos principales, surgen algunas preguntas sobre tales fracciones. ¿Cómo se usan, y qué debemos analizar los cristianos cuando hayamos de tomar una decisión al respecto?

La sangre es compleja. Hasta el plasma, constituido por agua en un 90%, transporta una gran cantidad de hormonas, sales inorgánicas, enzimas y nutrientes, incluidos minerales y azúcar. También transporta proteínas, como la albúmina, factores de coagulación y anticuerpos para combatir las enfermedades. Los expertos aíslan y usan muchas de las proteínas del plasma. Por ejemplo, a los hemofílicos, que sangran con facilidad, se les suministra el factor de coagulación VIII. Y a las personas expuestas a determinadas enfermedades, puede que los médicos les receten inyecciones de gammaglobulina extraída del plasma sanguíneo de personas ya inmunizadas. Hay otras proteínas del plasma a las que se dan usos médicos, pero las que se han mencionado sirven para ilustrar cómo un componente sanguíneo principal (el plasma) puede procesarse para tener fracciones.*

Igual que pueden extraerse diversas fracciones del plasma, es posible procesar los demás componentes principales de la sangre (glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas) a fin de aislar las partes más pequeñas. Por ejemplo, de los glóbulos blancos pueden obtenerse los interferones y las interleuquinas, que se emplean en el tratamiento de algunas infecciones virales y de algunos tipos de cáncer. Las plaquetas se procesan con el fin de extraer un factor para la cicatrización de las heridas. Y se avecina la aparición de otros medicamentos elaborados (al menos inicialmente) con fracciones de los componentes de la sangre. Esos tratamientos no implican transfusiones de componentes sanguíneos principales; por lo general conllevan el uso de partes o fracciones de ellos. ¿Podríamos aceptar los cristianos estas fracciones como tratamiento médico? No podemos dar una respuesta. La Biblia no da detalles, por lo que los cristianos debemos tomar ante Dios nuestra propia decisión en conformidad con nuestra conciencia.

Algunos rechazarán todo derivado sanguíneo (incluso las fracciones cuyo propósito es proporcionar inmunidad pasiva temporal al paciente). Así es como entienden el mandato de Dios de ´abstenerse de sangre´. Razonan que la ley dada a Israel exigía que la sangre que salía de una criatura se ´derramara sobre el suelo´ (Deuteronomio 12:22-24). ¿Por qué es pertinente este punto? Pues bien, para preparar la gammaglobulina, los factores de coagulación elaborados a partir de la sangre, etc., hay que recoger y procesar la sangre. Por tanto, algunos cristianos rechazan esos productos, igual que rechazan las transfusiones de sangre completa o de sus cuatro componentes principales. Debe respetarse su postura sincera y acorde con su conciencia.

Otros cristianos toman una decisión distinta. También rechazan las transfusiones de sangre completa, glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas o plasma, pero permiten que los médicos los traten con una fracción extraída de los componentes principales. Aun en este caso puede haber diferencias. Quizá un cristiano acepte una inyección de gammaglobulina, pero no necesariamente dé su conformidad a una inyección que contengan un elemento extraído de los glóbulos rojos o los blancos. Ahora bien, ¿qué motivaría, en líneas generales, a un cristiano a aceptar fracciones de sangre?

La sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 1 de junio de 1990 indicó que algunas proteínas del plasma (fracciones sanguíneas) de las mujeres embarazadas pasan de su sangre al sistema sanguíneo independiente del feto. Así, este obtiene las inmunoglobulinas de su madre, gracias a lo cual adquiere una valiosa inmunidad.

Preguntas que se aconseja plantear a los médicos.

  • Si le van a operar o administrar un tratamiento que pudiera incluir el uso de un producto sanguíneo, pregunte:
  • ¿Sabe todo el personal médico implicado que soy testigo de Jehová y que he dado instrucciones de que, bajo ningún concepto, se me administren transfusiones de sangre (sangre entera, glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas ni plasma sanguíneo)?
  • Si es posible que el medicamento que se le va a recetar esté elaborado a partir de plasma sanguíneo, glóbulos rojos o blancos, o plaquetas, pregunte:
  • ¿Se ha elaborado el medicamento con uno de los cuatro componentes principales de la sangre? En caso afirmativo, ¿podría explicar su composición?
  • ¿Qué cantidad se administraría de este medicamento obtenido a partir de la sangre, y de qué modo?
  • Si mi conciencia me permite aceptar esta fracción, ¿qué riesgos médicos hay?.
  • Si mi conciencia me motiva a rechazar esta fracción, ¿qué otro tratamiento puede administrarse?
  • Una vez que haya analizado más profundamente este, ¿cuándo puedo informarle de mi decisión?
  • En un proceso aparte, cuando los glóbulos rojos del feto alcanzan el final de su vida normal, se procesa la fracción de estos que transporta el oxígeno. Parte se convierte en bilirrubina, la cual cruza la placenta y se transfiere a la madre, que la elimina junto con sus productos de desecho. Algunos cristianos tal vez lleguen a la conclusión de que como algunas fracciones sanguíneas pasan de una persona a otra en este medio natural, ellos pueden aceptar una fracción de sangre obtenida a partir del plasma sanguíneo o de los glóbulos.

    ¿Significa el que puedan diferir las opiniones y las decisiones tomadas en conciencia que se trata de un asunto intrascendente? No. Es una cuestión seria. Pero hay un hecho básico. Todo lo antedicho indica que los testigos de Jehová rechazan las transfusiones tanto de sangre completa como de sus componentes primarios. La Biblia ordena a los cristianos que ´se abstengan de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de fornicación´(Hechos 15:29). En cambio, cuando se trata de fracciones de los componentes principales, cada cristiano, tras meditar profundamente y con oración, debe tomar su propia decisión en conformidad con su conciencia.

    Muchas personas están dispuestas a aceptar cualquier tratamiento que parezca ofrecerles beneficios inmediatos, aun cuando presente riesgos conocidos para la salud, como es el caso de los productos sanguíneos. Los cristianos sinceros procuramos tener una visión más amplia y equilibrada, en la que entran en juego otros aspectos aparte de los físicos. Los testigos de Jehová agradecemos los esfuerzos por suministrar una asistencia médica de calidad y sopesamos beneficios y los riesgos de todo tratamiento. Pero cuando este supone la administración de productos derivados de la sangre, tenemos muy presente lo que dice Dios y nuestra relación personal con el Dador de la Vida (Salmo 36:9).

    Qué bendición es para los cristianos tener la confianza del salmista que escribió: “Jehová Dios es sol y escudo; favor y gloria son lo que él da. Jehová mismo no retendrá nada que sea bueno de los que andan exentos de falta. Oh Jehová [...], feliz es el hombre que está confiando en ti” (Salmo 84:11, 12).

    * Las compañías farmacéuticas han elaborado productos sintéticos que no se obtienen de la sangre y que pueden prescribirse en vez de algunas fracciones sanguíneas usadas en el pasado. Véanse La Atalaya del 1-11-78 y 1-11-94.


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    Preguntas de los lectores

    óEn vista de los mandatos bíblicos sobre el uso debido de la sangre, ¿qué opinan los testigos de Jehová de los procedimientos médicos que utilizan la propia sangre de la persona?

    Todo cristiano debe considerar seriamente lo que la Biblia dice y no decidir solo en función de preferencias personales o de alguna recomendación médica. Es un asunto entre él y Jehová.

    Jehová, a quien le debemos la vida, decretó que la sangre no debía consumirse (Genesis 9:3, 4). En la ley que dio al antiguo Israel, limitó el uso de la sangre por representar esta la vida, y dispuso: "El alma [o vida] de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas". ¿Qué debía hacerse con el animal que se mataba para comer? Dios dijo: "En tal caso tiene que derramar la sangre de est[e] y cubrirla con polvo" * (Levítico 17:11, 13). Este mandamiento se repitió en varias ocasiones (Deuteronomio 12:16, 24; 15:23) La obra judía The Soncino Chumash dice: "La sangre no debe guardarse, sino derramarse en el suelo para que no pueda consumirse". Ningún israelita debía apropiarse de la sangre de otra criatura ni almacenarla ni usarla, pues la vida de esta pertenecía a Dios.

    La obligación de guardar la Ley mosaica terminó cuando murió el Mesías.

    La obligación de guardar la Ley mosaica terminó cuando murió el Mesías. Sin embargo, Dios sigue considerando sagrada la sangre. Impulsados por el espíritu santo de Dios, los apóstoles mandaron a los cristianos que se "abstuvieran de sangre". Ese mandato no debía tomarse a la ligera. En sentido moral, era tan importante como abstenerse de la fornicación o de la idolatría (Hechos 15:28, 29; 21:25).

    Sin embargo, extraer, almacenar y transfundir la sangre contraviene directamente lo que se dice en Levítico y Deuteronomio.

    Cuando en el siglo XX se popularizaron las donaciones y las transfusiones de sangre, los testigos de Jehová entendieron que esa práctica contravenía la Palabra de Dios. *

    A veces, el médico recomienda al paciente la extracción de parte de su sangre semanas antes de la operación (donación autóloga preoperatoria) para que, en caso necesario, pueda transfundirle su propia sangre almacenada. Sin embargo, extraer, almacenar y transfundir la sangre contraviene directamente lo que se dice en Levítico y Deuteronomio. La sangre no debe almacenarse; debe derramarse, devolverse a Dios, por así decirlo. Es cierto que la Ley mosaica no está dispuesta en vigor hoy.

    Por lo tanto, ni donamos sangre ni la almacenamos para transfundirnos posteriormente una sangre que debía haberse "derramado". Esta práctica está en conflicto con la ley de Dios.

    No obstante, los testigos de Jehová respetamos los principios divinos que contiene y estamos resueltos a "abstenernos de sangre". Por lo tanto, ni donamos sangre ni la almacenamos para transfundirnos posteriormente una sangre que debía haberse "derramado". Esta práctica está en conflicto con la ley de Dios.

    Otros procedimientos o análisis en los que se utiliza la sangre de la persona no vulneran de manera tan clara los principios divinos. Por ejemplo, muchos cristianos permiten que se les practiquen análisis de sangre, pues luego esta se desecha. En otras ocasiones, los médicos recomiendan procedimientos más complejos que implican el uso de la sangre de la persona.

    Por ejemplo, en algunas intervenciones quirúrgicas se utiliza la hemodilución. En este proceso se desvía fuera del cuerpo parte de la sangre y se diluye la que queda. Luego se introduce de nuevo en el paciente la sangre que se encuentra en el circuito extracorpóreo, elevando así el recuento sanguíneo a un nivel próximo al normal. De igual modo, a veces se recupera la sangre que mana hacia el interior de una herida, se filtra y se restituyen los glóbulos rojos al paciente (recuperación de células). En otros casos se dirige la sangre a una máquina que realiza temporalmente la función de un determinado órgano (por ejemplo el corazón, los pulmones o los riñones). Luego se restituye al paciente la sangre que está en la máquina.

    El cristiano debe determinar por sí mismo qué se hará con su sangre durante una intervención quirúrgica, prueba médica o terapia.

    Existen otros procedimientos en los que se desvía la sangre a un separador (centrifugador) para eliminar los componentes nocivos o defectuosos. O el objetivo también pudiera ser aislar cierta cantidad de un componente sanguíneo para aplicarla a otra parte del cuerpo. Asimismo se realizan pruebas en las que se retira cierta cantidad de sangre para mezclarla con un medicamento y luego retornarla al paciente.

    Los detalles pueden variar, y no cabe duda de que se idearán otros procedimientos, tratamientos y pruebas. No nos toca a nosotros analizar cada uno de estos y decidir al respecto. El cristiano debe determinar por sí mismo qué se hará con su sangre durante una intervención quirúrgica, prueba médica o terapia.

    Preguntas que podemos plantearnos.

  • ¿Me permitiría la conciencia considerar aún parte de mí -de modo que no fuera necesario "derramarla en el suelo"- la sangre que se desviara fuera de mi cuerpo y cuyo flujo quizá se interrumpiera durante un tiempo?

  • ¿Me molestaría mi conciencia educada por la Biblia si para un diagnóstico o una terapia se me extrajera sangre con objeto de modificarla e introducirla de nuevo en mi cuerpo o aplicarla sobre él?
  • Debe preguntar al doctor o al analista con suficiente antelación qué se va a hacer con su sangre durante el procedimiento. Luego debe decidir según su propia conciencia (véase el recuadro).

    Los cristianos deben tener presentes su dedicación a Dios y su obligación de "amarle con todo su corazón y con toda su mente" (Lucas 10:27). A diferencia de la mayor parte del mundo, los testigos de Jehová tienen en muy alta estima su buena relación con Dios. El Dador de la vida nos exhorta a confiar en la sangre derramada de Jesús. Leemos en Su Palabra: "Por medio de él [Jesucristo] tenemos la liberación por rescate mediante la sangre de ese, sí, el perdón de nuestras ofensas"(Efesios 1:7)

    * El teólogo Frank H. Gorman escribe: "Derramar la sangre se interpretaba como un acto de reverencia que mostraba respeto a la vida del animal y, por tanto, respeto a Dios, quien había creado esa vida y seguía cuidándola".

    * La Atalaya del 1 de noviembre de 1951 dio respuesta a algunas preguntas importantes sobre este tema y mostró por qué eran improcedentes las transfusiones de sangre donada.