Cuando la gente comienza
a buscar maneras de liberar a amigos o familiares de las sectas,
la mayor parte sabe muy poco sobre el control mental, sobre las
características de las sectas destructivas, o sobre cómo
preceder para rescatar a alguien que está comprometido con una
secta. Quizá lleguen a pensar que la única opción disponible
es la "desprogramación", sin saber que la
desprogramación incluye el secuestro forzoso del adepto, un
costo que va de los 18,000 a los 30,000 dls. y las largas
sesiones para intentar que el individuo recupere su antigua
personalidad.
Hoy en día existen medios de ayuda no
coercitivos. Los asesores en abandonos, como yo mismo, utilizan
en la actualidad técnicas terapéuticas avaladas por todos los
profesionales de la salud mental, junto con las últimas técnicas
en asesoramiento. Además en nuestros días casi todos los
asesores en abandonos son ex miembros de alguna secta.
Este capítulo pretende ser una guía para
ayudar a comprender cómo trabaja un asesor en abandonos, para lo
que me serviré de las historias de tres casos que yo mismo atendí.
Los diálogos del texto están reconstruidos de memoria, pero son
fiel reflejo de acontecimientos reales que ocurrieron con
personas reales durante mi trabajo de consejero. Tengo la
esperanza de ayudar a que la gente comprenda que existe una
alternativa eficaz a la desprogramación.
Puesto que yo fui desprogramado, estoy
familiarizado con sus desventajas. Cuando me desprogramaron, en
1976, había muy pocas opciones disponibles tanto para mis padres
como para los preocupados parientes de otros miembros de sectas.
O bien intentaban seguir en contacto con el adepto, con la
esperanza de que abandonara el grupo sin ayuda, o contrataban a
un desprogramador. Los líderes de las sectas vieron en la
desprogramación una amenaza terrible porque perdían adeptos y líderes
muy devotos que llevaban muchos años en la secta, y también
porque estos antiguos podían hablar con los periodistas y
revelarles detalles de las actividades del grupo. A diferencia de
los ex miembros "fugitivos", que suelen estar dominados
por los sentimientos de culpa y guardan en secreto su afiliación,
los que son desprogramados tienen una red de apoyo que comprende
lo que han pasado y les brinda la fuerza y el estímulo para
hablar en público.
Hacia finales de 1970, el tema del control
mental estaba ligado, en opinión de la gente, con la
desprogramación forzosa. Esta asociación forzosa. Esta asociación
de ideas se debió en parte a las campañas de relaciones públicas
financiadas por algunas de las grandes sectas, con el propósito
de desacreditar a sus críticos y llevar el debate lejos de las
sectas en sí mismas1.
La propaganda etiquetó a la desprogramación
como "la mayor amenaza de todos los tiempos contra la
libertad religiosa". Se acusó a los desprogramadores de
golpear y violar a las personas para obligarlas a abjurar de sus
creencias religiosas. Como resultado de esta campaña, se realizó
al menos una película donde los desprogramadores aperecían como
unos malhechores ávidos de dinero que eran tan malos como los líderes
de las sectas.
Quiero dejar aquí constancia de que no conozco
ningún caso de desprogramación (y he atendido a cientos de
personas desprogramadas) en que se hayan cometido abusos físicos
o violaciones. Ninguna de las familias con las que me he reunido
hubiera llegado al extremo de recatar a un ser querido para
someterlo a una desprogramación donde pudiera sufrir el más mínimo
daño físico.
Sin embargo, lo cierto es que la desprogramación
resulta, en su aspecto legal, sumamente arriesgada, y a menudo
emocionalmente traumática. En la desprogramación clásica,
después de localizar al adepto, se le secuestra físicamente en
una esquina, lo introducen en un coche o furgoneta y lo trasladan
a un lugar secreto, por ejemplo la habitación de algún motel.
Una vez allí, un equipo de seguridad le vigila las 24 hrs. Del día
mientras el desprogramador, ex miembros de la secta y familiares
le presentan información y discuten con él. Las ventanas están
cerradas a cal y canto, porque se han dado casos en que el adepto
se ha lanzado por la ventana de un segundo piso para evitar lo
que ellos llaman el proceso de "quebrantamiento de la fe".
Muchas veces le acompañan al lavabo para prevenir cualquier
intento de suicidio. Se le mantiene encerrado durante días, a
veces semanas enteras, hasta que "rompe" el control
mental de la secta o, como en algunos casos, simula haberlo hecho.
En las desprogramaciones en las que participé,
durante los años 1976 y 1977, nos enfrentábamos con el adepto
cuando visitaba su casa en lugar de cogerlo en la calle. Aun así,
cuando le decíamos que no podría marcharse de nuevo, casi
siempre se producía una reacción violenta. Me han dado puñetazos,
propinado puntapiés y me han escupido; me han lanzado café
caliente a la cara, y hasta un magnetófono a la cabeza. De hecho,
si yo no hubiera estado enyesado desde la punta del pie hasta la
cadera durante mi propia desprogramación, estoy seguro de que
habría hecho lo mismo. Los miembros de una secta están
adoctrinados para comportarse de esta manera: a permanecer "fieles"
al grupo en cualquier circunstancia. En un primer momento, el
adepto está más convencido que nunca de que su familia, que ha
recurrido a semejantes extremos, es la mismísima encarnación
del demonio.
En tal situación, la rabia y el resentimiento
que experimenta el converso pueden tardar años en disiparse, aun
si la desprogramación resulta efectiva. Conocí a una mujer que,
varios años después de haber sido desprogramada de una afiliación
breve a los Moonies, volvió a la secta durante poco más de un año
y luego la abandonó por su propia voluntad, como si, según sus
propias palabras, tuviera que probarse a sí misma que era capaz
de hacerlo. Por desgracia, durante su segunda estancia en el
grupo la exhibieron por todo el país para que hablara en contra
de la desprogramación.
No hay nada tan terrorífico como hallarse
prisionero y creer que uno está a punto de ser torturado o de
ser blanco de un ataque sexual; experiencias que, según los líderes
de las sectas, sufrirán los adeptos en la desprogramación. Como
puede imaginar, ofrecer un buen asesoramiento en semejante
situación es algo, en el mejor de los casos, bastante difícil.
El miembro se cierra de inmediato en sí mismo, comienza a cantar,
a rezar o meditar para aislarse de cualquier influencia exterior.
Pueden pasar horas o días antes de que acepte que
el líder de la secta estaba equivocado, que no
lo van a torturar, que los desprogramadores son personas
sensibles y cariñosas, y que hay muchas preguntas legítimas que
uno puede plantearse. Sólo entonces comienza a responder.
Decidí no participar en ninguna intervención
forzosa, porque creía que era cada vez más necesario buscar
otra forma de enfocar el tema. Había que encontrar una manera
legal y voluntaria para llegar al adepto; la familia y los amigos
eran la clave. Pero éstos necesitaban aumentar su conocimiento
de las sectas y del control mental, y necesitaban también
asesoramiento para aprender a comunicarse de forma efectiva con
el adepto.
Asesoramiento no coercitivo en abandonos:
las historias de tres casos
La aproximación no coercitiva que he
desarrollado intenta conseguir con delicadeza lo que la
desprogramación obtiene por la fuerza. Los familiares y los
amigos deben trabajar juntos como un equipo y planificar su
estrategia para influir en el miembro de la secta. Aunque la
aproximación no coercitiva no dará resultado en todos los casos,
ha demostrado ser la opción preferida por la mayoría de las
familias. La intervención forzada siempre puede reservarse como
un último recurso si todo lo demás falla.
Para tener éxito, la aproximación no
coercitiva precisa de una información excelente. La recogida y
difusión de la información debe comenzar inmediatamente después
de la primera llamada telefónica.
La Familia O´Brien2
En el mes de diciembre de 1986, un tal señor O´Brien
me llamó para manifestarme la inquietud que sentía por la
afiliación de su hijo a un grupo denominado The Boston Church of
Christ (La Iglesia de Cristo de Boston. También
conocida como Multiplying Ministres Ministerios
Multiplicadores -, la iglesia de Cristo de Boston no debe ser
confundida con la importante Church of Christ Iglesia de
Cristo-, o con la United Church of Christ Iglesia Unida de
Cristo-, una de las herederas de la tradición congregacionalista
de Nueva Inglaterra.3) El señor O´Brien había
obtenido mi nombre a través de Buddy Martin, un evangelista
perteneciente a la Iglesia de Cristo de Cape God, (una importante
iglesia) que denuncia con gran energía el autoritarismo de las tácticas
de "orientación-discipulado" empleados por el grupo en
Boston.
El señor O´Brien me explicó que cada día
estaba más y más preocupado por su hijo. George había perdido
varios kilos de peso, parecía siempre agotado, había abandonado
sus planes de graduarse en un pequeño colegio de artes liberales
en el norte del estado de Nueva York, y se había vuelto incapaz
de tomar las más simples decisiones. Siempre tenía que
consultar a su compañero "discipulador"
antes de hacer cualquier cosa.
El señor O´Brien me preguntó por mis
antecedentes personales y mi opinión sobre si este grupo en
particular era una secta destructiva. En primer lugar, le hablé
de mis referencias y le informé que en los últimos cinco años
había atendido con éxito a más de 30 personas que había
abandonado el grupo al que pertenecían. El se mostró satisfecho
al escuchar esto.
Los O´Brien quisieron saber qué es lo que
convierte a un grupo en una secta destructiva, y me formularon
otras preguntas acerca de mis valores y mi ética. Les dije que,
para mí ayudar a una persona a que pensara por sí misma era lo
más importante, y que tenía muchísimo cuidado en no imponer
mis propias creencias a un cliente. Mi papel era presentar la
información, dar asesoramiento individual, y familiar si era
necesario, y facilitar la comunicación familiar.
Hablamos durante cerca de media hora, y
convinimos en que les enviará por correo más información sobre
mi método de trabajo, un formulario con preguntas sobre
antecedentes y diversas fotocopias de artículos sobre la Iglesia
de Cristo de Boston. También les facilité los números de teléfono
de algunas familias a las que yo había atendido. Les pedí que
contestaran a las preguntas del formulario con mayor extensión
posible: cuanta más información sobre ellos mismos pudieran
darme la familia y los amigos, mejor.
Obtener información escrita de una familia es
un buen punto de partida. Obliga a que los familiares se planteen
una amplia gama de temas relacionados con el adepto en cuestión,
con ellos mismos, lo que significa la adhesión a una secta, y cómo
han reaccionado frente al problema hasta el momento. También me
da tema para iniciar las discusiones persona a persona.
Para mí es muy importante el esfuerzo de la
familia para hacer un trabajo minucioso. Los cuestionarios pueden
sonsacar diferentes respuestas, desde contestaciones de una línea
hasta 44 páginas mecanografiadas a un espacio. Por lo general,
se llenan de seis a ocho páginas.
Hay algunas secciones que merecen una atención
especial. ¿Cómo son las relaciones familiares entre los
hermanos y entre éstos y los padres? ¿Qué clase de persona era
el sujeto que ahora está en la secta? ¿Tenía muchos amigos? ¿Tomaba
drogas? ¿Tenía unas metas bien definidas en su vida? ¿Sufrió
algún tipo de trauma o una tensión especial durante su vida,
como la muerte de sus padres o un traslado difícil a otra ciudad?
¿Tenía un sistema de valores políticos o sociales bien
estructurado? Cuanto más saludables fueran las relaciones
familiares y el sentido de identidad del individuo antes de
entrar en la secta, más fácil será mi trabajo.
En concreto, quería saber todo lo que pudiera
de George. ¿Cómo era antes del ingreso, y en qué había
cambiado, aparte de la pérdida de peso y de su apatía e
indiferencia? Quería saber con qué miembro de la familia estaba
más unido. Quería saber cuál era su estado mental antes de
entrar en la secta, y también quería saber sobre su educación,
sus intereses y aficiones, su experiencia laboral y sus
antecedentes religiosos.
En todos mis casos, siempre quiero saber cuánto
tiempo tardó el sujeto en ser reclutado. ¿Ingresó en la secta
justo después de que le abordaran una tarde o transcurrieron
meses o años antes de que estuviera completamente involucrado?
¿Qué pensaba del grupo al que iba a unirse, y guardan aquellos
pensamientos alguna similitud con lo que piensa ahora que está
dentro? ¿Cuánto tiempo hace que ingresó? ¿Dónde ha estado
viviendo: con otros miembros, solo o non no adeptos? ¿A qué se
ha dedicado? ¡Ha expresado alguna vez dudas o ha reconocido
problemas acerca de su afiliación?
Por último, quiero saber cómo reaccionaron
sus familiares y amigos; qué hicieron o dijeron acerca de su
adhesión a la secta ¿Qué libros o artículos han leído? ¿Con
quién (incluyendo a profesionales) han consultado? Necesito
saber quién está y quién no está dispuesto a ayudar a
rescatarlo. Es interesante señalar que, con frecuencia, algún
familiar que al principio no se muestra muy dispuesto a ayudar
acaba por convertirse en el elemento clave para tener éxito en
un caso.
Cuando me devuelven el cuestionario, el paso
siguiente es volver a hablar con la familia por teléfono.
Entonces ya estoy en condiciones de formular preguntas más
concretas para terminar de encajar el rompecabezas y determinar
lo que haré a continuación. En la mayoría de los casos pido a
los familiares que hablen con otras personas para obtener más
información, y a veces para conseguir un asesoramiento adicional.
Es importante que durante este período de preparación la
familia conozca y hable con otros que tienen el mismo problema,
sobre todo con quienes han tenido éxito en rescatar a alguien.
También es beneficioso para la familia hablar con ex miembros
del grupo, porque así entenderán menor lo que pasa en la mente
del ser querido.
A continuación, organizo una reunión con
cuantos familiares y amigos sea posible, por lo general en casa
de la familia. Allí trato de observar cómo se relacionan entre
sí las personas presentes. En estas reuniones dedico mucho
tiempo a explicar qué son las sectas y el control mental, y
preparo a la gente pata los papeles que deberán interpretar. Es
vital que las personas comprendan con toda exactitud cuál es el
problema y qué pueden hacer para ayudar.
Describo las estrategias de comunicación: los
modos de conectar con el adepto y conseguir que se abra. También
podemos analizar diversos planes para una intervención. A menudo
grabo la reunión para que aquellos que no han asistido puedan
también sacar provecho de ella.
Hay algo en lo que pongo un énfasis especial:
en que todos deben presionar a la vez y considerar el rescate
como una tarea de equipo. Esto elimina el peso de la
responsabilidad de los hombros de alguien en concreto, y
garantiza que el adepto recibirá la influencia de todas las
personas disponibles. Les urjo a que se pongan en contacto con
otros familiares y amigos y que los convenzan para que ayuden;
que estudien libros, artículos y vídeos, y que lleven un
archivo.
Si ha contactado conmigo cuando sólo han
transcurrido unos meses desde el reclutamiento, la probabilidad
de conseguir que abandone la secta en el plazo de un año es muy
buena. Por lo contrario, si cuando me llaman el individuo lleva
por ejemplo diez años con el grupo, quizás haga falta algo más
de tiempo antes de poder siquiera intentar una intervención con
éxito (depende también de cómo sean las relaciones familiares).
Pero los miembros más veteranos, desde luego, no son
irrecuperables. Sólo requiere mucha más paciencia y un esfuerzo
continuado. De hecho, he descubierto que en muchos aspectos es más
fácil ayudar a alguien que lleva años en una secta. Estas
personas conocen la dura realidad e la vida en un grupo las
mentiras, la manipulación, las promesas incumplidas por los líderes
de la secta -, mientras que el converso reciente todavía puede
estar flotando en las nubes de su fase de luna de miel.
En este caso en particular, George llevaba en
el grupo dos años y medio. Vivía en un apartamento con otros
"creyentes". Aún mantenía contacto con sus padres y,
algo menos, con su hermana Naomi. Sus padres no eran demasiados
religiosos y criticaban la rigidez de la creencia de George en la
interpretación de la Biblia que hacía el grupo. George había
llegado a considerar la actitud de sus padres como "no
cristiana". Al igual que en muchas otras familias, la adhesión
a la secta había provocado algunos enfados y profundos
resentimientos por ambas partes. La familia había llegado a un
punto muerto.
Cuando los padres de George decidieron
intervenir, hacía ya tiempo que se daban cuenta de que su posición
antagónica no les llevaba a ninguna parte. El padre de George
decidió entonces cambiar la táctica. Le pregunto a su hijo si
podía acompañarlo a una de sus sesiones de estudio de la Biblia,
e incluso asistió a un par de servicios dominicales. Desde luego,
George y sus compañeros "discípulos" interpretaron la
presencia del padre como una señal de que "Dios había
entrado" en su vida. Desde un punto de vista estratégico,
ese fue un paso importante para recomponer las relaciones de
George con su familia.
El señor O´Brien explicó a su hijo que
deseaba aprender más cosas acerca de su iglesia porque le amaba.
Lo cual era cierto. Con toda honestidad pudo no haberle dicho que
no deseaba afiliarse, porque no lo deseaba. Lo que pretendía era
hacerse con más información y reconstruir la relación con su
hijo. De hecho, no sólo el padre de George sino cada uno de los
miembros de la familia intentaban averiguar todo lo posible
acerca del grupo. George jamás dudó del amor que sus padres le
tenían, ni tampoco, en lo más hondo, de su amor por ellos. Lo
que ocurría, simplemente, era que le habían enseñado que la
gente o bien estaba de parte de Dios (en la iglesia) o del lado
de Satanás.
Después de numerosas reuniones y llamadas
telefónicas, la familia y yo comenzamos a trazar planes. George
no tenía ni idea de que su familia estaba en contacto conmigo o
con Buddy Martin. La cuestión de si había que recurrir al engaño
era, como siempre, importante y peliaguda. Los O´Brien tuvieron
que decidir entre varias opciones. ¿Debían sin más decir a
George todo lo que sabían sobre el grupo y pedirle que hablara
con nosotros?. Eticamente, eso era lo que deseaba hacer. Sin
embargo, se las tenían que ver con una secta de control mental.
Si le decían que querían que se entrevistara con personas que
eran críticas con el grupo, ¿se trastornaría y rompería el
contacto?
Alenté a la familia para que hablara con
varios ex miembros y les preguntaran cómo respondería un adepto
a una aproximación franca y directa. Sin excepción, todos ellos
coincidieron en que, si lo hacían, George consultaría de
inmediato a su compañero discipulado en busca de consejo. A
partir de ese momento, el grupo estaría sobre aviso y emplearía
todos sus recursos para convencerle de que evitara cualquier
contacto con una familia obviamente controlada por Satanás.
Yo siempre he preferido que alguien le pregunte
al adepto si estaría dispuesto a investigar en "la otra
cara de la historia", y observar la reacción que esto
provoca. Una propuesta así debe ser realizada por un hermano o
un amigo, mejor que por los padres. Si se hace de esta manera,
resulta mucho menos amenazador.
Si el adepto acepta la oportunidad de conocer a
antiguos miembros, el lugar y la fecha del encuentro han de
convenirse de inmediato. Además, la persona que ha propuesto la
entrevista debe mencionar el hecho de que si los otros miembros
del grupo se llegan a enterar, intentarán convencerle de que no
acuda a la cita. "¿Cumplirá su promesa pese a la presión
del grupo?", es una pregunta que debe formularse. Así se
establece un contrato verbal.
Este tipo de intervención "a la
descubierta" o abierta funciona mejor con quienes no están
acabados de doctrinar, tiene dudas o se plantean interrogante
sobre las sectas
Yo quería saber si George había expresado
alguna insatisfacción o desilusión respecto al grupo. No
respondieron los O´Brien, absolutamente ninguna. Por lo visto,
estaba totalmente comprometido. Sólo confiaba en las personas
del grupo. Estaba programado para pensar que todos los demás
estaban "muertos", lo que equivalía a "no
espirituales". Advertí a los padres de George que la decisión
era cosa suya, pero que había muy pocas posibilidades de llegar
hasta él si intentaban la aproximación abierta.
Decidimos que la mejor línea de acción
consistía en alejar a George del grupo invitándole a la fiesta
del 86 cumpleaños de us abuela en Cape Cod. Después de la
fiesta, el domingo por la noche, los padres buscarían cualquier
excusa para quedarse a dormir, y comentarían a George que ellos
podían llevarle de vuelta a Boston al día siguiente. Por la mañana,
la familia le diría que lamentaban mucho no haberle informado
antes, pero que tenían previsto pasar los próximos tres días
con un ministro de la Iglesia de Cristo, un asesor y un ex
miembro.
Instruí a fondo a la familia sobre lo que tenían
que decir y como decirlo. Quería que se aseguraran de que no
telefoneara al grupo, y que hicieran todo lo posible para que no
saliera corriendo. Debían convencerle de que no pretendían
apartarlo de Dios, ni tampoco causarle el menor daño. Que lo único
que deseaban era facilitarle el acceso a algunas informaciones
sobre el grupo que de otra manera no podría conocer jamás. Tenían
que pedirle que rezara, y decirle que estaban seguros de que su
fe en el poder de Dios era más fuerte que su temor a Satanás.
Indiqué a los padres que preguntaran a George
si estaba de acuerdo con un período de investigación de tres días
en los cuales sería libre de ir y venir, tomarse todos los
descansos que quisiera y decidir en que áreas deseaba
profundizar.
El lunes por la mañana me encontré en una
cafetería de Cape Cod con Buddy Martin y Ellen Queeney, una ex
miembro a quien yo había asesorado, el verano anterior, para que
abandonara la rama de París de la secta. Nos sentamos alrededor
de una mesa y esperamos durante 4 horas. Mientras tanto, la
familia intentaba persuadir a George de que aceptara sus
condiciones. Me llamaron por teléfono media docena de veces para
pedirme ayuda y consejo. La familia probó todo lo que les dije
que hicieran, pero George se mantenía en sus trece. Sólo
aceptaba reunirse con nosotros durante unas pocas horas.
Decidimos seguir adelante y hacer todo lo que estuviera en
nuestras manos. Antes de que saliéramos de la cafetería, un
grupo de lugareños nos comentó que acabábamos de establecer un
récord en lo relativo a permanecer sentados en el mismo sitio.
Yo me eché a reír y dije para mis adentros: "¡Si supieran
lo que está pasando!".
George estaba acalorado, furioso y hostil
cuando llegamos a la casa y nos encontramos. Era la primera vez
que le veíamos en persona. Nos presentamos, y se mostró muy
sorprendido al conocer a Buddy. Se trataba nada menos que de un
portador de la Biblia, un ministro fundamentalista de la Iglesia
de Cristo. George solicitó hablar a solas con dada uno de
nosotros: primero conmigo, después Ellen, y por último con
Buddy, Como era de esperar, estaba asustado y confuso. Hicimos
todo lo posible para que se sintiera cómodo y darle la máxima
sensación de control: para aprender, para crecer, y para
demostrar a su familia que no estaba bajo control mental y que
sabía lo que hacía. Esto fue lo que intenté decirle cuando
quiso hablar conmigo en privado.
Geropge demostró estar tan adoctrinado como
cualquiera de los seguidores de una secta que yo había tratado.
Se mostraba extremadamente reacio a aceptar la idea de que podría
beneficiarse de todo aquello que llegáramos a discutir.
La participación de Buddy Martin fue decisiva.
En su conversación a solas con George, comenzó a citarle versículos
concretos de la Biblia y le preguntó cuál era su interpretación
del significado de los mismos. Luego le demostró que, a pesar de
que el grupo se proclamaba seguidor de la Biblia, en realidad
sacaban las citas de contexto, ignorando deliberadamente otros
versículos que alteraban su significado. Dado que el grupo había
programado a George para que creyera en una interpretación
literal de la Biblia, no podía negarse a examinarla. Este fue el
resquicio por el cual comenzó a admitir la posibilidad de que el
grupo no fuera absolutamente perfecto.
Una vez establecida esta primera base, Geroge
se mostró dispuesto a escucharme cuando le hablé de los
antecedentes del líder del grupo, Kip Mckean, y
de su reclutamiento y adoctrinamiento realizada por Chuck Lucas,
de Crossroad (Encrucijada), una secta de Gainesville, Florida5,
allá por el año 1970. Tal vez fuera entonces cuando Mckean
aprendió a utilizar los métodos de control mental que ahora ponía
en práctica. George jamás había oído hablar de Encrucijada.
Le mostramos una carta de McKean, escrita en marzo de 1986,
dirigida a los líderes de la Encrucijada y publicada en su boletín,
en la que afirmada que les "debía el alma".6
George se quedó anonadado. Le enseñamos otra
, ésta de los jefes de la Memorial Church of Christ (Iglesia
Conmemorativa de Cristo) en Houston, Texas, escrita en 1977 en la
que anunciaba la decisión de expulsar a Mckean de su ministerio
debido a sus enseñanzas antibíblicas7.
Con este punto de partida pudimos empezar a
discutir las características generales de las sectas
destructivas y el control mental. Sin este marco de referencia
hubiera sido imposible mostrarle a George lo que había ocurrido
a él. En este punto de la discusión siempre hablo de otros
grupos. Por experiencia personal, sé que la mayor parte de los
adeptos de hoy en día tienen una visión negativa de los Moonies
(con la única excepción, claro está, de los propios Moonies),
así que por lo general comienzo con mi propia historia.
Esta forma de empezar ayuda a minimizar la
resistencia defensiva y la técnica de interrupción del
pensamiento. Detallo los componentes específicos de
comportamiento del control mental, y me aseguro de dejar bien
claros los puntos señalados por Lifton en su estudio sobre la
modificación del pensamiento aplicada por los comunistas chinos.
A continuación describo lo que sucede en el seno de otro grupo
similar al que nos ocupa. De esta manera, los paralelismos entre
los grupos se ponen de manifiesto con toda claridad, y resulta
mucho más efectivo porque es el propio individuo quien establece
las conexiones.
La información que le dábamos era demasiado
intensa para George. Tenía que regular el flujo de lo que
escuchaba. Cada dos horas, más o menos, se ponía de pie y
anunciaba que necesitaba salir para dar un paseo y rezar. Esto
sucedió varias veces cada día a lo largo de los tres días. Por
la noche, yo iba a una pensión cercana donde podía descansar y
planificar la estrategia. En cada ocasión que George salía de
la casa, no podíamos estar muy seguros de si volvería o no. Le
hubiera resultado muy fácil levantar el pulgar mientras caminaba
por la carretera y hacer autostop hasta Boston, o telefonear a la
secta para que vinieran a buscarlo. Pero intentar detenerle habría
significado la pérdida de su confianza en nosotros. Nos habíamos
metido en esto para hacer todo el trayecto. Si se marchaba en ese
momento, la familia no tendría más opción que seguir suministrándole
información cada vez que le vieran o hablaran con él. Debíamos
confiar en que él quería hacer lo que considerase correcto.
Además, la familia sabía que yo no estaba dispuesto a
participar si intentaban cualquier tipo de intervención forzada.
Cuando George se quejaba de la estratagema que
sus padres habían empleado para llevarle hasta la casa de su
abuela, éstos se deshacían en disculpas. Le pedían que se
pusiera en su lugar y que sugiriera cualquier otro acción que
podrían haber realizado y que fuera igual de efectiva. Pero
George no fue capaz de dar con ninguna. Se daba cuenta de que si
le hubieran puesto sobre aviso, él se habría dirigido en el
acto a sus superiores y éstos se hubiesen encargado de
disuadirle.
Sus padres le recordaron que él ya había
rechazado una invitación anterior para reunirse con ex miembros
y leer unas cuantas informaciones críticas. Se quedó
boquiabierto: ni siquiera guardaba en la memoria de la invitación.
También le recordaron que un mes antes se había reunido con su
prima Sally, quien a petición de los padres se había encargado
de transmitirle el ofrecimiento. George la había rechazado de
plano. Sus padres le explicaron que en su opinión ya no les
quedaba más salida que ésta.
Durante aquellos tres días, pude realizar con
la familia una excelente tarea de asesoramiento sobre las formas
de comunicarse con mayor efectividad, y trabajar en algunos de
sus propios problemas y preocupaciones, que poca relación
guardaban con la participación en una secta. Así, George podía
ver que toda la familia estaba aprendiendo y creciendo junta, y
que si se unía a ellos sería un paso de gigante en el
desarrollo de una relación mucho más estrecha con cada uno de
los familiares
Incluso después de pasados los tres días,
George se resistía a aceptar que nunca más volvería al grupo.
Declaró que necesitaba más tiempo para estudiar y reflexionar
sobre todo lo que había aprendido, Decidió no volver a su
apartamento y quedarse en casa de sus padres. Allí podría leer
libros y artículos, ver vídeos sobre actividades de las sectas,
y continuar las charlas y reuniones con otros antiguos miembros.
Al cabo de un mes, George comunicó a su
familia que ya no volvería jamas a la Iglesia de Cristo de
Boston. Por ese entonces, asistía a los oficios religiosos y a
los estudios de la Biblia en la Iglesia de Cristo de Burlington,
una de las 18000 iglesias de Cristo, donde conoció a otros 75
refugiados del grupo de Boston. Hoy en día afirma sentirse muchísimo
más feliz que cuando estaba en la secta, y tiene una mejor
comprensión de la Biblia. Desde que abandonó el grupo, ha
dedicado buena parte de su tiempo a ayudar a otras personas a
comprender los aspectos destructivos de esta secta.
A pesar de que los padres de George hubieran
preferido que les acompañara a la Iglesia Unitaria a la cual
pertenecen, respetan su derecho a escoger su propio camino. Su
padre asiste con él a sesiones de un grupo de estudio de la
Biblia, cada martes por la noche, con el propósito de aprender y
estar más cerca de su hijo. Hay que destacar que los O´Brien
decidieron intervenir en la vida de George sólo hasta el momento
en que él fuera capaz de reconocer y comprender las prácticas
de control mental utilizadas por las sectas destructivas. Yo jamás
acepto que clientes que apuntan como motivo para una intervención
su propio interés. Deben comprometerse a ayudar al individuo a
pensar por si mismo.
Las creencias que refuerzan mi método
Dado que las sectas atraen a la gente a lo que
podríamos llamar una trampa psicológica, mi trabajo como asesor
en abandonos es mostrar al adepto 4 cosas.
En primer lugar, le demuestro que él está en
una trampa: una situación en la que se encuentra psicológicamente
incapacitado y de la que no puede salir. En segundo lugar, le
hago ver que cuando realizó la elección no deseaba meterse en
una trampa. En tercer lugar, le señalo que las personas que están
en otras sectas también se encuentran en una trampa. Por último,
le digo que es posible salir de la trampa. Si bien estos cuatro
puntos le pueden parecer muy obvios a cualquier persona que no
pertenezca a una secta, no son tan evidentes para quien está
bajo control mental. Se necesita alguien que comprenda lo que de
verdad significa estar apresado en la trampa de una secta
destructiva para transmitir este mensaje con la fuerza y
determinación necesarias. Esta última razón es la que
convierte a los antiguos adeptos, y en especial a los antiguos líderes
de sectas, en los mejores asesores en abandonos.
Mi método descansa en varias creencias
esenciales sobre la gente. Una es que las personas necesitan y
desean desarrollarse. La vida está en perpetuo cambio, y es
inherente a la persona moverse en una dirección que apoye y
estimule el crecimiento.
Es importante que la gente se centre en el aquí
y ahora. Lo hecho en el pasado ya ha quedado atrás. El enfoque
no debe centrarse en lo que "hicieron mal" o en lo que
"no hicieron", sino en lo que pueden hacer en la
actualidad. El pasado es útil sólo en la medida que facilita
unas informaciones que pueden resultar valiosas en le presente.
También he observado y creo que la gente
siempre elegirá lo que piensan que es mejor para ellos en un
momento dado. Según mi experiencia, las personas siempre harán
aquello que creen que es lo mejor para ellos en base a su
información y vivencias. La razón por la que el adepto permite
que le adoctrinen es sólo que él cree que el grupo es
maravilloso y que se trata de algo enriquecedor.
También creo que cada persona es única y que
cada situación es diferente. Toda persona tiene una forma
particular de comprenden e interactuar con la realidad. Por lo
tanto, mi aproximación está por completo centrada en el cliente.
Me ajusto a mí mismo para encajar con las necesidades del
cliente. No espero que él se adapte a las mías. En mi
aproximación, el trabajo del asesor es comprender a la persona
hasta el tuétano: cuáles son sus valores, qué necesita, qué
quiere y como piensa. Debo esforzarme por encontrar un camino que
me lleve al interior de su cabeza, en cierto sentido "ser él",
con el fin de comprenderle y ayudarle a hacer lo que él desea
hacer. Mi aproximación se basa en el convencimiento de que, en
lo más profundo de él, hasta el miembro más comprometido de un
grupo de control mental sea abandonarlo.
Por último, mi aproximación está centrada en
la familia. Ciando alguien es reclutado por una secta destructiva,
todos y cada uno de quienes él conoce y ama resultan afectados.
Los miembros de la familia y los amigos son vitales en la mayoría
de los casos resueltos con éxito, puesto que se les puede
entrenar para obtener un máximo de eficacia cada vez que se
comunican con el miembro de la secta. De esta manera, su
influencia emocional y personal puede ser utilizada para
conseguir su cooperación,
Desde luego, esta forma de trabajar exige un
gran esfuerzo por parte de la familia. Tienen que estar
dispuestos a aprender nuevas formas de comunicarse, y a
enfrentarse con algunas cuestiones molestas que pueden estar
latentes. Si hay algún problema familiar importante, es mejor
expresarlo y, si es posible, resolverlo antes de intentar una
intervención.
Cuando se mantiene el foco sobre la familia,
todos cambian. El miembro de la secta toma conciencia de que hay
cosas positivas que ocurren fuera del grupo, los familiares
aprenden a establecer un clima de respeto y confianza, y a cómo
sembrar en la mente del adepto.
El amor de una familia es una fuerza mucho más
poderosa que el amor condicionado que brindan los miembros y líderes
de una secta. El amor familiar apoya el derecho del individuo a
convertirse en un adulto autónomo y a tomar sus propias
decisiones en la vida. El amor de la secta pretende mantener
siempre a la persona en un estadio de adolescente dependiente, de
ahí las amenazas de retirarle el amor si el individuo adopta
decisiones sobre su propia vida en oposición a las órdenes del
líder. Cuando los familiares aprenden cómo interactuar de
manera eficaz, son de vital importancia para ayudar al sujeto a
alejarse del grupo. Durante la intervención, este factor se
convierte a menudo en determinante.
Cuan asesoro a un adepto, jamás intento
separar el grupo de él o separarlo a él del grupo. Si lo
hiciera, él sólo se sentiría amenazado, y tendría motivos
para ello. En cambio, siempre busco la forma que madure ofreciéndole
diversas perspectivas y posibilidades. Ayudo a las personas a que
consideren opciones de las que ni siquiera conocían su
existencia, después les animo a hacer lo que piensan que es
mejor para ellas. Hago todo lo que está a mi alcance para que
lleguen a sentir que tienen el control.
Como ya he dicho antes, el control mental de la
secta jamás consigue borrar del todo la personalidad anterior
("Juan Juan"). Lo que hace es imponer una identidad de
secta dominante ("Juan Secta") que suprime
continuamente el yo real. Como miembro de la Iglesia de la
Unificación, pensaba que había tenido éxito en "morir
para mí mismo". Yo, Steve-Moonie, pensaba que el antiguo
Steve Hassan había muerto. Sin embargo, el "yo"
dormido se despertó durante mi desprogramación. Siempre estuvo
allí. Fui capaz de recordar todas las contradicciones, los
conflictos y las promesas rotas de Moon que viví pero sin
actuar- cuando era un converso, y estos recuerdos fueron lo que
me hizo capaz de abandonar la secta. Algo dentro de mí lo había
sabido desde siempre.
Tener éxito al intentar conectar con la
personalidad soterrada de un individuo es lo que me permite
ayudarle a abandonar un grupo. Si la personalidad soterrada está
feliz y contenta con su participación en la secta, es muy poco
lo que yo puedo hacer.
Una persona así jamas ha estado bajo control
mental. Ha elegido estar allí. Pero en contadas ocasiones me
encuentro con un caso semejante. Las familias me llaman porque
ven que algo terrible está sucediendo. Y yo he descubierto que
cuando a alguien que está sometido a la esclavitud se le da la
oportunidad de escoger, no elige ser esclavo; no cuando tiene la
posibilidad de adoptar decisiones sobre su propia vida, tener
relaciones libres con otras personas, y dedicarse a la consecución
de sus propios intereses y sueños.
Junto con estas creencias tan firmes, mi método
tiene algunas características muy definidas. En primer lugar, me
centro en el proceso de cambio. Lo cual significa que es más
importante el cómo la gente llega al cambio que saber por qué o
qué cambian. Dado que yo creo que las personas están
interesadas en desarrollarse y aprender, mi aproximación también
es educacional. Imparto un montón de enseñanzas: sobre psicología,
comunicación, aspectos de control mental y de otras sectas
destructivas, así como numerosos detalles de la historia
particular de un grupo, sus líderes y las contradicciones de su
doctrina.
Los casos difíciles: La intervención
encubierta
Cuando el miembro de una secta se niega a
hablar con personas que pueden "presentarle la otra cara de
la historia", o se marcha en medio de una intervención y
vuelve al seno del grupo, no está perdido. Al menos se ha
establecido una comunicación sobre temas de importancia. El
adepto puede sentir remordimientos por haber tratado mal a sus
seres queridos y estar dispuesto a hablar en un futuro encuentro.
El momento de la intervención quizá fuera
poco propicio. Tal vez se realizó justo después de que la
persona saliera de un curso intensivo de readoctrinamiento, de
que se acabara de casar dentro del grupo, o de que le hubieran
ascendido. Elegir bien el momento puede marcar la diferencia
entre el éxito o el fracaso. Como es lógico, la mejor ocasión
es cuando el miembro está en un período "bajo", y
existen ciclos de altibajos emocionales en la vida del miembro de
una secta como en la vida de todas las demás personas.
Tras el fracaso de una intervención, a la
familia le puede llevar varias semanas, cuando no meses,
restablecer las relaciones con el adepto. En ese punto, sólo
tienen dos opciones. Pueden dar marcha atrás, y decirle al
miembro que han hecho todo lo que estaba a su alcance y que
cuando él desee recibir información o entrevistarse con ex
miembros, se sentirán felices de poder ayudarle. La otra opción
es intentar una intervención encubierta.
Es muy difícil tener éxito con una intervención
encubierta. Se trata de un intento de asesorar al adepto sin que
él tenga conocimiento de la participación de su familia para
ayudarle a realizar una nueva valoración de su compromiso con la
secta. A mí me resulta bastante arduo encontrar una excusa para
reunirme con una persona y conseguir el tiempo suficiente para
sacar algo de provecho.
Alguien que observase los preparativos de una
intervención encubierta podría creer que está viendo otra vez
Misión: Imposible. Se reúne un equipo. Se escruta e perfil
psicológico del objetivo para dar con sus puntos débiles,
intereses y patrones de comportamiento. Se urde una trama a fin
de ponerse en contacto con él y retenerle el tiempo suficiente
para encarrilar la misión.
Una intervención encubierta puede llegar a ser
necesaria si las relaciones del adepto con sus familiares y
amigos están muy deterioradas. Tal caso se da sobre todo en
personas que llevan largo tiempo adheridas a una secta, cuyas
familias hace ya mucho que han sobrepasado todos los límites de
frustración y dolor, y han dicho o hecho cosas que han roto la
relación. La intervención encubierta implica la utilización
del engaño, algo de lo que acuso a las sectas, lo que me hace
sentir incómodo. Sin embargo, no intento convertir a nadie en
seguidor mío; una vez que mi trabajo de presentar la información,
exponer las alternativas y ofrecer mi asesoramiento está acabado,
queda en manos del individuo adoptar la decisión que crea
conveniente.
Margaret Rogers y los Niños de Dios8
Margaret Rogers era miembro de los Children of
God (Niños de Dios)9, una secta liderada por Moses
David Berg (que en la actualidad se llama Familia del amor),
desde hacía unos diez años. Durante todo este tiempo sus dos
hermanas y su hermano, sólo habían recibido de ella media
docena de cartas. Margaret, que utilizaba el nombre con que la
había rebautizado el grupo, viajaba por todo el mundo con esta
insólita secta. Su familia, habitualmente, nunca sabía cómo
ponerse en contacto con ella, excepto en una ocasión en que
pudieron ir a visitarla a Filipinas. Cuando eso sucedía, ella
estaba casa con un miembro del grupo y tenía tres hijos.
En el transcurso de la visita, su familia le
rogó que se alejara durante un tiempo de la secta y que hablara
con algunos antiguos miembros. Ella se mostró dispuesta a
hacerlo, y de hecho necesitaba con urgencia una buena alimentación
y descanso además de una exhaustiva revisión médica. Aunque no
lo mencionaron, ellos sabían que el grupo la había puesto a
hacer "la pesca del flirt", un término que los Niños
de Dios utilizan para referirse a la prostitución.10.
Esta es la principal fuente de ingresos de la secta y de
reclutamiento de seguidores varones. La familia Rogers era
consciente de que no tenían el valor suficiente para discutir el
tema.
En aquel momento, todos fueron testigos de los
instantes en que Margaret volvió a ser "ella misma"
su rostro y su comportamiento se relajaban y se convertía
en la persona que conocían de antes -, sobre todo cuando sus
hermanas y hermano hablaban de los recuerdos de la infancia, o de
la gente y los antiguos sucesos acaecidos en su ciudad natal.
También se hizo evidente que su marido era un adepto convencido
que ni siquiera dejo entrever su identidad anterior, Además,
siempre era él quien tomaba las decisiones por ella. La familia
de Margaret volvió a Estados Unidos contenta por haber estado
con ella y con sus nietos
y firmemente decidida a internar
rescatarla.
Sus padres asistieron a uno de mis cursillos
sobre comunicación para familiares de adeptos, y me pidieron
ayuda,. Me dijeron que les hubiera gustado contar con los
consejos del curso antes de su viaje a Filipinas, e incluso
haberme llevado con ellos. Les respondí que debían continuar
aprendiendo todo lo que pudieran sobre le grupo: su expresiones
características, su estilo de vida y sus creencias. Con este
propósito les puse en contacto con varios ex miembros. También
les aconsejé que no dejaran de practicar las técnicas de
comunicación que les había enseñado. Transcurrido un año,
Margaret les llamó desde México y les pidió que fuesen a
visitarla de nuevo.
Nos reunimos y discutimos las posibilidades. ¿Cómo
podríamos conseguir que yo la conociera, mantener alejado al
marido tanto como fuera posible, y al mismo tiempo no despertar
sus sospechas?. Llegamos a la conclusión de que los padres no
debían emprender el viaje, pues representaban una clara amenaza
al compromiso de Margaret con la secta por las amargas críticas
que habían formulado desde el primer momento. Sus dos hermanas y
el hermano irían a pasar una semana. Yo les acompañaría, en el
papel de novio de su hermana Lisa.
Invitamos una historia según la cual el señor
Rogers no podía realizar el viaje por órdenes del médico: nada
menos que una enfermedad cardíaca. En cuanto a la señora Rogers,
no podía abandonar su trabajo y se sentía obligada a quedarse
para ayudar a su marido en caso necesario. Bob, el hermano de
Margaret, llamó a la filiar de su empresa en Ciudad de México,
y consiguió que citaran a su cuñado para una entrevista de
concesión de empleo, puyes sabíamos que buscaba la manera de
obtener unos ingresos regulares y lícitos. La colonia formada
por los miembros de la secta se había dispersado por todo el país,
y las familias de adeptos tenía órdenes de trabajar por su
cuenta.
A continuación, Bob convenció al marido de su
hermana para que aceptara la oferta de una entrevista de empleo.
Bob le acompañaría a Ciudad de México durante unos días para
darnos tiempo de estar a solas con Margaret.
El plan consistía en determinar el estado
mental de Margaret y tratar de persuadirla para que volviera a
Estados Unidos con sus hijos. Confiábamos en que tras la visita
anterior sintiera nostalgia del hogar, y creíamos que si en
realidad no amaba a sus marido, como sospechábamos, las
posibilidades de tener éxito eran bastante grandes.
Todo comenzó a funcionar sobre ruedas. Cuando
llegamos, Margaret y su marido no mostraron síntomas de
inquietud. Pasamos el primer día juntos, y nuestro grupo pintó
un cuadro de color de rosa sobre nosotros mismos. En ningún
momento dimos muestras de estar preocupados por su forma de vida.
Fuimos a comer a un buen restaurante, recorrimos las tiendas y
compramos ropa nueva para toda la familia, y nos divertimos.
También nos dimos cuenta de un detalle que nos pareció
interesante: no Margaret ni su marido intentaban convencernos de
las excelencias de su secta.
Al día siguiente Bob se marchó con el marido,
y nosotros invitamos a Margaret a nuestro hotel, donde alquilamos
una habitación para ella y los niños. Nos ofrecimos para llevar
a los niños de paseo y le recomendamos que entre tanto
aprovechara la ocasión para meterse en la cama y descansar un
rato.
Cuando volvimos, cinco horas después, Margaret
aún dormía. Resultaba obvio que estaba exhausta. Cuando por fin
se levantó, su rostro tenía mucho más color. Llamamos al
servicio de habitaciones e hicimos un pedido. Era evidente que no
estaba acostumbrada a comer tan bien ni a que le sirvieran en un
hotel tan bueno. ¡Y lo disfrutaba de lo lindo!
Después de la comida empezamos a charlar. En
primer lugar rememoramos los gratos recuerdos de la infancia.
Luego sus hermanas le hablaron de lo mucho que la echaban de
menos, y de su sensación de que les habían robado a una hermana
a la que tanto querían. Aparecieron algunas las lágrimas y los
largos y entrañables abrazos. Después la conversación derivó
hacia los niños y su futuro. ¿Era ésta la forma en que había
soñado criar a su familia? ¿Encarnaba Tom su visión del marido
ideal?
La ocasión parecía madura.
- Escucha, Margaret dijo una de las
hermanas -. ¿No te gustaría volver con nosotras a Connecticut?
- ¡Oh Dios mío, me encantaría! gritó
Margaret, entusiasmada. Pero de inmediato se hundió en sus sillón
y añadió -: Pero no puedo hacerlo.
- ¡Por qué no? preguntó Lisa.
- Por que no puedo.
- ¿Es porque crees que a Dios no le gustaría
que lo hicieras?
- Intervine yo.
- Sí respondió ella -. Además, Tom
nunca lo aceptaría a menos que Elías se lo dijera. Elías
era el líder más cercano.
Por primera vez, Margaret mencionaba este
aspecto de la secta a sus hermanas.
- A ti, ¿qué te gustaría hacer? volví
a preguntar.
- No lo sé. No creo que pueda dijo con
tono de disgusto.
- ¿Qué pasaría si Dios viniera y te dijera
que regreses a Connecticut? quise saber.
- El jamás lo haría replicó.
- ¿Pero y si lo hiciera? insistí -. ¿Qué
harías si te dijera con voz fuerte y clara que su voluntad es
que cojas a los niños y que vayáis a Connecticut durante unos
meses? ¿Le obedecerías? Mi voz aumentaba paulatinamente
de volumen -. ¿Con quién te has comprometido, con Dios o con el
grupo?
Pensó en ello durante unos instantes y después
respondió:
- Si Dios me dice que vaya a Connecticutt, entonces iré.
- ¿Incluso si tu marido o cualquier otro
miembro del grupo dijera que no podías ir? inquirí.
Estaba apretando mucho, pero quería saber hasta dónde podía
llegar.
- Si Dios me dijera que fuese, iría, aunque
los demás quisieran que me quedase- declaró.
Muy bien, pense. Ahora demos el siguiente paso.
Proseguí con mi razonamiento.
- ¿Cómo puedes saber si Dios quiere que vayas,
si no rezas y le preguntas cuál es su voluntad? ¿Le has
planteado alguna vez una cuestión como ésta?.
- No pero lo haré esta noche. Aunque no creo
que su voluntad sea que yo me marche a Connecticut.
- Vaya, así que tú le dirás a Dios lo que
debe contestar repliqué -. ¿Por qué no buscas en el
fondo de tu alma y rezas sin ninguna conclusión preconcebida
sobre lo que Dios quiere para ti y para tus hijos en esta vida?
El tono de mi voz era muy intenso -. Reza con fervor y
claridad, y pon toda tu fe en que lo que El quiere será bueno
para ti.
Margaret me preguntó si de verdad yo cría con
tanta fuerza en Dios, y yo le respondí que sí. Entonces quiso
saber más cosas sobre mi vida espiritual. Esto me brindó la
oportunidad que necesitaba para referirle mi experiencia en los
Moonies: cómo o había llegado a creer que Dios hablaba a través
de mis líderes y al convencimiento de que no podía dudar,
plantear cuestiones críticas o ni siquiera abandonar el grupo.
Le expliqué el proceso de implantación de fobias, y le hablé
de cómo fui capaz al fin de imaginar un futuro para mi fuera de
la secta, gracias a mi encuentro con muchos ex Moonies que seguían
siendo muy espirituales y buenas personas después de abandonar
el grupo.
Ella me escuchaba con suma atención. Le
expliqué que había llegado a desconfiar de mi propia voz
interior cuando estaba en los Moonies, y a creer que era perversa,
cuando de hecho, como aprendí luego, era un vínculo directo con
Dios. Le describí cómo me habían controlado a través del
miedo y la culpa, y añadí que tanto en los Moonies como en los
Niños de Dios existía un control absoluto sobre toda la
información que recibíamos. Los líderes de ambas sectas se
consideraban a sí mismos como los elegidos de Dios en la Tierra,
los dos tenían una autoridad total, y los dos eran inmensamente
ricos.
-¿Crees que Dios le dio al hombre el libre
albedrío sólo para quitárselo después mediante el engaño y
el control mental? le pregunté -. Piénsalo ¿Crees en un
Dios que quiere que sus hijos sean autómatas o, en el mejor de
los casos, esclavos? ¡Si lo hubiera deseado así Señalé
-, jamás le hubiera dado a Adán y Eva laa libertad de elegir! ¿No
es una gran contradicción?
Margaret estaba boquiabierta y con los ojos
desorbitados. Le di un abrazo y me excusé: necesitaba estar a
solas e iba a dar un paseo. Ella precisaba algún tiempo para
asimilar lo que le había dicho. Yo confiaba en que sus hermanas
serían capaces de ayudarla a ordenar sus pensamientos y de
manejar los sentimientos que habíamos despertado.
Aquella misma noche volví a hablar con ella
durante unas cuantas horas, más que nada para infundirle
confianza en sí misma. Le dije que tenía una mente privilegiada
y que debía aprovecharla. Ella que siempre había sido una
persona ética, ¿de verdad creía que el fin justifica los
medios? ¿Era un proceder cristiano utilizar el sexo para
reclutar adeptos? Ella amaba a su familia. ¿Permitiría que sus
miedos fueran más fuertes que su amor? También apelé a sus
instintos maternales y le pregunté cómo se sentía al permitir
que sus hijos crecieran en medio de la pobreza, sin educación y
sin cuidados médico. Sabía que ella no ignoraba que los hijos
de otros miembros habían muerto porque sus padres no pudieron
llevarles a un médico.
Antes de que se fuera a la cama le recordé que
debía rezar, y rezar con fervor.
- Reza como jamás has rezado antes. Pídele a
Señor que te muestre el camino. ¡Pregúntale qué quiere El que
hagas!
Aquella noche permitimos que los niños
durmieran con nosotros para que ella pudiera descansar sin
interrupciones. A la mañana siguiente, Margaret nos contó unos
sueños increíbles llenos de símbolos de grandes luchas y desórdenes.
En uno de los sueños era de noche, ella se había perdido en un
bosque y no sabía cómo salir. En otro, sufría los embates de
las olas tempestuosas del océano cuando navegaba sola en un
pequeño bote. En el tercer sueño se veía a sí misma paseando
por un campo de flores silvestres en un soleado y cálido día de
primavera.
Durante el desayuno le pregunté si era
consciente de la respuesta de Dios a su pregunta. Esbozó una
sonrisa, pero de inmediato ésta se transformó en un gesto de
preocupación. Abandonó su lugar de la mesa y caminó hasta la
ventana. Su mirada se fijó más allá de los cristales durante
unos minutos, después se volvió más allá de los cristales
durante unos minutos, después se volvió y dijo:
- En mi corazón creo que debería regresar a
Estados Unidos, pero pienso que no puedo.
Sentí como si me hubieran quitado del pecho un
peso de cien kilos, pero intenté ocultar mi entusiasmo. Sus
hermanas se echaron a llorar.
-¿Qué es lo que te detiene? Pregunté.
Lanzó un suspiro y reflexionó durante un
largo rato. Luego respondió:
- Tengo miedo.
Sus hermanas y yo fuimos a su lado u los cuatro
nos fundimos en un estrecho abrazo.
- No te preocupes la tranquilicé -.
Nosotros te ayudaremos en todo lo que podamos. Confía en Dios.
Nos comportamos como si ya hubiéramos resuelto
el problema. Había llegado la hora de ponernos en movimiento. En
menos de dos horas estábamos camino del aeropuerto. Antes había
telefoneado a los padres para transmitirles las buenas noticias.
Margaret le escribió una larga carta a Tom explicándole que íbamos
camino de Estados Unidos, que deseaba estar a solas con los niños
y con su familia durante unas cuantas semanas, y que se pondría
en contacto con él y le haría saber cuándo podía ir a
visitarla, si le apetecía hacerlo. Le decía también que había
tomado esta decisión voluntariamente, que había sido
desgraciada durante mucho tiempo, y que sentía que Dios quería
que ahora hiciera esto.
No hubo ningún problema en el aeropuerto. En
una situación como ésta siempre tengo miedo de que suceda algún
tipo de catástrofe, pro ejemplo que todos los aviones estén
llenos o que los miembros de la secta se presenten en la sala de
espera. Estuvimos hablando durante el vuelo y le dije que tenía
unos cuantos amigos que habían sido miembros de los Niños de
Dios. Pero decidí que no iba a explicarle el papel que yo había
desempeñado hasta que hubieran pasado al menos un par de semanas
y hubiese tenido tiempo para estabilizarse. Hay un par de
clientes que hasta el día de hoy no saben que les ofrecí mi
asesoramiento a petición de sus familias.
Cuando Margaret entró en su casa por primera
vez en diez años, vio montones de globos y un enorme cartel de
¡BIENVENIDA A CASA! que colgaba del techo. La casa estaba llena
de familiares y amigos. Las lágrimas se deslizaban por sus
mejillas. Había olvidado lo maravillosa que la vida había sido
para ella en aquel lugar. Más tarde me confesó que en aquel
momento se sentía como un prisionero de guerra al que acababan
de liberar tras diez años de cautiverio. Tantas personas habían
crecido y cambiado. El vecindario había variado mucho. Y no sabía
absolutamente nada de los sucesos ocurridos en el país y en el
mundo durante la última década. Tenía que ponerse al día en
muchísimas cosas.
Al cabo de un par de días, le concerté una
entrevista con algunos antiguos miembros, y tuve la suerte de
encontrar a uno a quien ella había conocido en el grupo. LA
mejoría de Margaret era impresionante. Día a día ganó peso,
comenzó a recuperar el sentido del humor, y el color y la
expresión volvieron a su rostro. Sus hijos se adaptaron rápida
y alegremente a su nueva vida. Más adelante se tomaron las
oportunas disposiciones para ayudar al marido con el apoyo de la
familia.
Nadie puede salir de una experiencia tan larga
como ésta sin sufrir problemas emocionales, y ella no era la
excepción. Sin embargo, no todos los casos tienen un final feliz.
Sobre todo en los primeros años de mi carrera como asesor,
trabajé en varios casos en los que no fui capaz de ayudar a la
persona para que abandonara la secta. Al revisar estos casos en
retrospectiva, me doy cuenta de que había demasiados factores en
contra como para tener éxito, pero aun así lo intenté. Algunos
caos estaban relacionados con la psicopatología del individuo en
el grupo, o con los propios familiares. En otros, las familias
habían omitido detalles de la historia familiar, mientras que en
otros hubo un sabotaje intencionado por parte de uno de los
miembros de la familia.
Alan Brown y la Fundación para la
Compresión Humana11
Alan, hijo de Herbert y Julia Brown, llevaba más
de doce años afiliado a la Fundación para la Compresión Humana,
una secta dirigida por Roy Masters. Hipnotizador profesional,
Masters tiene un programa radiofónico llamado How Your Mind
Keep You Well (Cómo su mente puede mantenerle en forma) que
se transmite a todo el país y que pél utiliza para conseguir
nuebvos adeptos. Alan fue reclutado cuando, tras escuchar una
noche el programa envió dinero para comprar las grabaciones de
Masters sobre "meditación". Yo he escuchado estas
cintas y he llegado a la conclusión de que el propósito de
Masters es inducir un poderoso estado hipnótico, no meditación,
como pretende en su programa. Más tarde, cuando me dediqué a
investigar a Roy Masters, me enteré de que se había metido en
el negocio del "exorcismo": descubría entre su
audiencia a quienes poseídos y tras el pago de una suma de
dinero los liberaba. Su lugar de trabajo habitual era el salón
de baile de un hotel, atiborrado de público12.
A diferencia de la mayor parte de mis clientes,
los Brown tenían graves problemas psicológicos. Por desgracia,
no me di cuenta de ello hasta que llegué a Michigan para hacer
una intervención con su hijo antes de que se marchara interno a
un cursillo de un mes de duración en el rancho de Master en Oregón.
Supe que algo andaba muy mal en cuanto atravesé
el umbral de la puerta. El perro de la familia estaba
virtualmente fuera de control: saltaba, ladraba, corría de
arriba abajo como desesperado. Los Brown se disculparon, pero
resultaba evidente que estaban para volverse locos. No paraban de
sabotear la autoridad del otro sobre el perro: uno decía que se
echara al suelo, y entonces el otro le animaba a que se le
subiera a la falda. El perro no es que estuviese mimado: estaba
arruinado.
Más tarde, cuando conocí a Alan, me encontré
con un hijo único que por supuesto estaba mimado y
sobreprotegido. Paso a paso, también él se estaba volviendo
loco a causa de los contradictorios mensajes que constantemente
recibía de sus padres, mensajes que éstos ni se daban cuenta
que enviaban. En cierto momento, su madre le alababa porque había
cortado el césped, y al siguiente, su padre le criticaba por
haber dejado pasar dos semanas antes de hacerlo. El padre le decía
que debía buscarse un empleo, pero entonces la madre comentaba
que sería mejor que esperara unas cuantas semanas más.
Me resultaba evidente que Alan intentaba a toda
costa alejarse de la influencia de sus padres. Deseaba ser
independiente, pero no sabía ni por dónde comenzar. Quería
demostrar a sus padres que era una persona capaz, pero su
autoestima estaba tan deteriorada que siempre parecía estar al
borde de una depresión. Alan tenía dificultades sociales, y
cuando le conocí no contaba con ningún amigo fuera del grupo.
En este caso, Alan-Alan no era feliz ni tenía
éxito. Era, de verdad muy desgraciado. Desde la perspectiva del
asesor en abandonos, había muy pocas coas en su pasado que
pudieran utilizarse como punto de conexión.
A pesar de las inquietantes características de
su secta,13 mientras los padres continuaban con su
anormal estilo de relacionarse y comunicarse con él, parecía
que permanecer en el grupo en aquel momento era la mejor elección
que podía hacer. Al menos el grupo le ofrecía una oportunidad
para relacionarse socialmente con otras personas, además de la
esperanza de poder mejorar si seguía las instrucciones de su
salvador, Masters.
Estaba claro que comprender el funcionamiento
del control mental y de las sectas destructivas no era suficiente
para Alan. Lo que él necesitaba era un entorno seguro y
protector, y una buena dosis de asesoramiento personal y familiar.
Por desgracia, aunque sus padres le querían, no estaban
dispuestos a buscar el tipo de ayuda que ellos precisaba. Querían
que yo "sacara a Alan de la secta", y nada más. Por
colmo de males, los Brown tampoco se mostraban conformes de
desembolsar el dinero necesario para pagar un buen programa de
rehabilitación para Alan. Necesitaba de forma imperiosa
encontrarse en un lugar saludable, no en su casa ni en la secta.
A pesar de todos mis esfuerzos, la intervención
estaba condena al fracaso desde el principio. Los padres no
comprendían lo que representaban las sectas y el control mental,
ni tampoco estaban dispuestos a examinar su propio comportamiento
y dar los pasos necesarios para cambiar. En aquel entonces, Alan
recibía tanto de la secta (esperanza, atención, relaciones con
otras personas) como para ni siquiera pensar en abandonarla. Sin
embargo, son contadas las ocasiones en que gente como él "lo
consigue" dentro del grupo. Las más de las veces son
empujados hasta el límite, se queman, y o bien se van o los
echan. Tal vez cuando llegue ese día Alan recordará algunas de
las cosas que le dije.
Cuando abandoné el caso, en 1980, había
aprendido varias lecciones importantes. Primero, había aprendido
que reunirse con, evaluar y preparar a la familia es vital. Si la
familia no estaba dispuesta a invertir el tiempo, la energía y
el dinero necesarios para una intervención con éxito, no debía
aceptar el caso.
Segundo, si la familia no estaba dispuesta a
afrontar sus propios problemas y hacer un esfuerzo para cambiar y
madurar, perjudicaría los progresos del adepto.
A lo largo de los años, es cierto que he
tenido mi parte de casos fracasados. Sin embargo, hace poco he
llegado a comprender las variables críticas para tener éxito, y
tan solo intento la intervención cuando estoy seguro de que será
un paso positivo para el individuo y para su familia. Además,
tres días completos de asesoramiento parecen suficientes para
asegurar el éxito. En los últimos tres años, más o menos, las
únicas personas con las que no he conseguido que abandonasen el
grupo son aquellas que no le dieron a su familia el plazo de los
tres días.
Estos son sólo tres ejemplos de los cientos y
cientos de casos en los que he trabajado desde que salí de los
Moonies. A partir de mi propia experiencia he aprendido que la
gente llegará hasta extremis increíbles para defender una causa
que creen grande y justa. También he aprendido que nadie quiere
sacrificar su tiempo, sus energías y sus sueños por una causa
falsa y nociva. Una vez que la fobia contra el abandono es
superada, que consigo establecer contacto con la personalidad auténtica
del individuo, y le descubro qué han hecho con él, éste casi
siempre escoge ser libre, porque las personas siempre elegirán
lo que creen mejor para ellas.
Por último, es importante que los antiguos
adeptos y sus familias no consideren todo lo ocurrido en la secta
como negativo. Yo siempre aconsejo a los miembros que recuerden
lo bueno y se lo lleven con ellos cuando decidan abandonar el
grupo. No obstante, está claro que pertenecer a una secta
destructiva siempre te marca para siempre. Llegas a comprender
muchas cosas que habías dado por sentadas: la familia, los
amigos, la educación, la capacidad de tomar decisiones, la
individualidad, todo el sistema de valores. Abandonar una secta
brinda la ocasión única de sentarse "desnudo" con uno
mismo y analizar todo lo que has conocido o creído alguna vez.
Este proceso puede ser liberador, como también bastante terrorífico.
Es una oportunidad para comenzar de nuevo tu vida.