¿Por qué no, Ellen G. White? ¿Qué méritos tenía Carlos Taze Russell, que no tuviera esta mujer? Ellen creció en una atmósfera cargada de "entusiasmo" religioso. Había profetas de Dios por todas partes. A principios del siglo diecinueve, en los Estados Unidos abundaban los "profetas" de toda clase y condición. Era una época en que los visionarios y los profetas eran populares y atraían a gran número de seguidores. En la década de 1830, se propagó una epidemia de visiones por las comunas de los Cuáqueros; muchachas jóvenes "comenzaron a cantar, a hablar de ángeles, y a describir un viaje que hacían, bajo conducción espiritual, a lugares celestiales." Con frecuencia, los aquejados "caían al suelo, donde yacían como muertos, o luchaban angustiados, hasta que alguien que estaba cerca los levantaba, y entonces comenzaban a hablar con gran claridad y compostura."


La Nube Blanca:

Un Comienzo Decepcionante

Traducción del libro White Out por Dirk Anderson


Ellen Harmon era una frágil muchacha de 13 años de edad cuando por primera vez oyó a William Miller anunciar que el fin del mundo estaba a las puertas. Apenas habían pasado cuatro años desde que una compañera de escuela le había lanzado una piedra al rostro -- un incidente que cambiaría su vida para siempre. El golpe que sufrió causó una severa lesión cerebral, que casi termina con su vida. El trauma en el cerebro fue tan intenso que progresó poco en la escuela, y finalmente, después de la edad de doce años, desistió de tratar de asistir a la escuela formalmente.2 A pesar de su incapacidad para asistir a la escuela, pronto desarrolló otros intereses. Ellen y su familia se sintieron cautivados por el granjero convertido en predicador que por primera vez predijo que el mundo terminaría en 1843, y después cambió la fecha al 22 de Octubre de 1844. Ellen fue arrebatada por el fervor religioso de lo que habría de conocerse como el Clamor de Medianoche, el movimiento Millerita, y el movimiento Adventista.

Jaime y Elena White en 1864Ellen creció en una atmósfera cargada de "entusiasmo" religioso. Había profetas de Dios por todas partes. A principios del siglo diecinueve, en los Estados Unidos abundaban los "profetas" de toda clase y condición. Era una época en que los visionarios y los profetas eran populares y atraían a gran número de seguidores. En esta época, el fundador de los Mormones, Joseph Smith, recibía "revelaciones" de Dios. En la década de 1830, se propagó una epidemia de visiones por las comunas de los Cuáqueros; muchachas jóvenes "comenzaron a cantar, a hablar de ángeles, y a describir un viaje que hacían, bajo conducción espiritual, a lugares celestiales." Con frecuencia, los aquejados "caían al suelo, donde yacían como muertos, o luchaban angustiados, hasta que alguien que estaba cerca los levantaba, y entonces comenzaban a hablar con gran claridad y compostura."3

El movimiento Millerita tuvo su propia cuota de profetas. John Starkweather, un Millerita, y pastor asistente en la Capilla de Joshua Himes en Chardon Street, experimentaba lo que algunos críticos describían como ataques "catalépticos y epilépticos" que desconcertaban a sus colegas más calmados. Finalmente, fue expulsado de la capilla cuando sus dones espirituales resultaron ser contagiosos.4

Fue durante estos impresionables años de la adolescencia cuando la joven Ellen tuvo la oportunidad de asociarse con los "profetas" del movimiento Millerita. Estaba bastante familiarizada por lo menos con dos de los profetas Milleritas. En 1842, un Millerita afroamericano llamado William Foy comenzó a recibir lo que él creía que eran visiones de Dios. Comenzó a recorrer la Nueva Inglaterra predicando, y Ellen fue a oírlo hablar en el Beethoven Hall de su pueblo natal de Portland, Maine. Más tarde, ella también viajó con su padre para oírlo hablar en la cercana ciudad de Cape Elizabeth.5 En 1845, Foy publicó un folleto que contenía sus visiones. Hay pocas dudas de que Ellen atesoraba la copia de las visiones de Foy que tenía en su poder.6 Las  espléndidas descripciones del cielo por Foy deben haberla emocionado:

"Entonces contemplé, en mitad de este vasto lugar, un árbol, cuyo tronco era semejante a vidrio transparente, y cuyas ramas era como de oro transparente, que se extendían por todo este vasto lugar ...el fruto parecía racimos de uva, semejantes al oro puro."7
Algunos años más tarde, cuando recibía sus propias visiones, Ellen escribió una visión que recordaba la de Foy:
"En un lado del río había un tronco de árbol, y otro tronco al otro lado del río, ambos de oro puro y transparente.... Sus ramas se inclinaban hacia el lugar donde nosotros estábamos, y el fruto era glorioso; parecía de oro mezclado con plata."8
Ellen también tuvo un profeta en su extensa familia. Hazen Foss, cuñado de su hermana Mary, aseguraba haber recibido una visión de Dios. Mientras que algunos creían a los profetas, no todos en el movimiento Millerita estaban inclinados favorablemente hacia ellos. En los días finales del movimiento Millerita, había tanta excitación religiosa que el dirigente Millerita Joshua Himes se quejó de estar en un "mesmerismo de siete pies de profundidad."9

El fanatismo continuaba molestando a los Milleritas aún después del chasco del 22 de Octubre, y parecía particularmente prevaleciente entre los creyentes de la "puerta cerrada." Los creyentes de la "puerta cerrada" eran miembros del movimiento Millerita que creían que la puerta de la salvación se había cerrado el 22 de Octubre de 1844 para todos los que habían rechazado el movimiento de William Miller fijando una fecha para la venida de Jesús. Fue entre los creyentes de la "puerta cerrada" donde Ellen Harmon más tarde se convertiría en la principal profeta.

En Springwater Valley, New York, un partidario de la "puerta cerrada," de raza negra y llamado Houston, afirmaba que Dios a veces le hablaba en visiones. El grupo de la "puerta cerrada" en Portland, Maine, el pueblo natal de Ellen Harmon, tenía aún peor fama en los círculos Milleritas. Joshua Himes criticaba "su continua introducción de tonterías visionarias."10 En Marzo de 1845, Himes le informó a Miller que una tal hermana Clemons del pueblo natal de Ellen Harmon, Portland, Maine, "se ha vuelto muy visionaria y ha disgustado a casi todos los buenos amigos aquí." Un par de semanas más tarde, informó que otra hermana de Portland había recibido una visión mostrándole que la Hermana Clemons era del diablo. Himes concluyó: "Las cosas están mal en Portland."11

Cuando Cristo no regresó el 22 de Octubre de 1844, como se había predicho, el fervor religioso gradualmente comenzó a disminuir, y muchos de los "profetas" regresaron a sus anteriores ocupaciones. Mientras la mayoría abandonó la doctrina Millerita, unos pocos persistieron en ella. Entre estos pocos estaba Ellen Harmon. Sus visiones parecían indicar que el regreso de Cristo todavía era inminente. Se sentía compelida por Dios para compartir estas visiones con otros. Comenzó a viajar por la parte nororiental de los Estados Unidos compartiendo sus visiones con los dispersos creyentes Adventistas. Tuvo resultados mixtos. Mientras algunos se sintieron estimulados por sus visiones, otros quedaron con dudas. Por lo menos un testigo tuvo la impresión de que las visiones de ella eran más producto de su imaginación que de la inspiración:

"No puedo respaldar las visiones de la hermana Ellen como si fueran de inspiración divina, como Ud. y ella lo creen .... Creo que lo que ella y Ud. consideran visiones del Señor, son sólo ensueños religiosos, en los cuales su imaginación corre desbocada sobre temas en los cuales ella está sumamente interesada. Mientras está así absorta en estos ensueños, está ajena a todo lo que ocurre alrededor suyo."12

Elena G. de White en 1864Debe haber sido frustrante para la joven profetisa que tanta gente que presenciaba sus visiones, incluyendo su propia familia, tuviera dudas de su origen divino. Más tarde, Ellen se lamentaría de que "muchos" de los que presenciaron sus primeras visiones creyeron que éstas eran el resultado de la "excitación y el mesmerismo," más bien que de la inspiración divina.13 Isaac Wellcome, un ministro Adventista que presenció varias de las primeras visiones, las describe como sigue:

"Ellen G. Harmon... estaba extrañamente inquieta en cuerpo y mente ....cayendo al piso ... (recordamos que la sujetamos dos veces para impedir que cayera al piso)... en las reuniones hablaba con gran vehemencia y rapidez hasta que caía; en ese momento, como ella afirmaba, se le mostraban maravillosas escenas del cielo y lo que sucedía allí. Afirmaba haber visto que Cristo había dejado el oficio de mediador y asumido el de Juez, había cerrado la puerta de la misericordia, y estaba borrando los nombres del libro de la vida.... La vimos en Poland, Portland, Topsham, y Brunswick durante el comienzo de su carrera, y la oímos hablar a menudo, y la vimos caer varias veces, y la oímos relatar maravillas que ella decía que su Padre celestial le permitía ver. Sus visiones sobrenaturales o anormales no fueron entendidas en seguida como visiones, sino como escenas espirituales de cosas invisibles, lo que era bastante común entre los Metodistas.... Estas visiones no eran sino los ecos del Anciano [Joseph] Turner y la predicación de otros, y las consideramos como el resultado de la sobreexcitada imaginación de su mente, y no de los hechos.14

Fue durante 1845 cuando Ellen Harmon conoció al joven ministro que más tarde se convertiría en su esposo, James White. James y Ellen comenzaron a viajar juntos, predicándole al rebaño disperso de Adventistas que todavía sostenían la esperanza de que el regreso de Cristo era inminente. La gente se había sentido amargamente decepcionada, y estaba ansiosa de oír decir que el regreso de Cristo todavía estaba muy cerca. La aspirante a profetisa levantó las esperanzas hechas pedazos de los creyentes Milleritas profetizando que el Señor vendría en Junio de 1845. Cuando esta fecha pasó sin que sucediera nada, la profetisa hizo a un lado el error y atrasó la fecha para Septiembre. Lucinda Burdick, una esposa de ministro que había presenciado las visiones de Ellen Harmon en 1845, describe el caos que estas predicciones sobre las fechas causaron entre los creyentes Adventistas:

"Conocí a James White y a Ellen Harmon (ahora la Sra. White) a principios de 1845. ... Hacía creer que Dios le mostraba cosas que no sucedían. En una ocasión, vio que el Señor vendría por segunda vez en 1845. La profecía se discutió en todas las iglesias, y en un pequeño 'periódico de la puerta cerrada' publicado en Portland, Maine. Durante el verano, después de que Junio había pasado, oí a un amigo preguntarle cómo explicaba la visión. Ella contestó que 'le hablaron en el idioma de Canaán, y ella no entendió el idioma; que sería el próximo Septiembre cuando el Señor vendría, y el segundo crecimiento de la hierba en vez del primero en Junio.'

"Pasó ese Septiembre, y muchos más han pasado desde entonces, y no hemos visto al Señor todavía. Pronto fue evidente para todas las personas ingenuas que muchas cosas deben haber sido 'dichas en el lenguaje de Canaán,' o algún otro que ella no entendía, pues hubo repetidos fracasos. Yo podría mencionar muchos de los cuales yo misma me enteré."15

A pesar de sus primeros dos fracasos al predecir el regreso de Cristo, Ellen y James continuaron predicando el inminente regreso de Cristo. Como estaban surgiendo preguntas sobre si era o no correcto que James y Ellen viajaran juntos sin estar casados, decidieron echarse el nudo para evitar la apariencia de mal. Al viajar a través de Maine, las visiones de Ellen advertían que los impíos se levantarían contra ellos y los encarcelarían. Iban de un lado a otro dando a conocer estas espantosas visiones a todas las iglesias por las cuales pasaban. Desafortunadamente, esta práctica resultó contraproducente cuando los eventos profetizados no tuvieron lugar. Lucinda Burdick, testigo de aquellas visiones, cuenta la historia:

"Una vez, cuando estaban en camino hacia la parte este de Maine, ella vio que tendrían grandes problemas con los impíos, que serían encarcelados, etc. Contaban esto en las iglesias por las cuales pasaban. Cuando regresaban, decían que habían pasado un tiempo glorioso.

"Los amigos les preguntaban si habían tenido algún problema con los impíos o con las prisiones. Ellos contestaban: 'Ninguno en absoluto.' Pronto, los miembros en todas las iglesias comenzaron a abrir los ojos, y se opusieron decididamente a las visiones; y, tan pronto lo hacían, ella veía que tenían  'manchas en los vestidos,' como ella decía. Yo conocí personalmente a varios ministros, a los cuales ella veía que habían llegado al reino, y decía: '¡Oh, qué coronas tan brillantes, LLENAS de estrellas!' Tan pronto se opusieron a las visiones, ella los vio 'condenados, malditos, y perdidos para siempre, sin esperanza.'"16

Al principio de su carrera, la Sra. White reveló un rasgo que habría de seguirla por el resto de sus días. Cuando una de sus profecías resultaba fallida o cuando cometía errores, en vez de reconocerlos, se volvía contra aquéllos que se los habían señalado, y los acusaba de estar "malditos" y "perdidos." Antes que estimular la fe en su don, esta costumbre ofendía a un gran número de personas. A causa de esta costumbre, y a causa de las fallidas profecías de Ellen, los White ahora se encontraron en una situación desafortunada. Muchos de los creyentes Adventistas se habían vuelto contra ellos. La credibilidad de los White y sus recursos financieros estaban en el punto más bajo. Lo que necesitaban era un amigo influyente que pudiera ayudarlos en aquellos tiempos difíciles.

Los White Conocen a Joseph Bates

Joseph Bates, un capitán de mar retirado convertido en predicador, era tenido por los Adventistas en alta estima. Era influyente, bastante bien educado, y hombre de carácter. Conoció a los White en el otoño de 1846. En aquel tiempo, Ellen tenía sólo diecinueve años de edad, era debilucha, no tenía educación, y era todavía desconocida para la mayoría de los Adventistas. James tenía veintiséis años, y sólo una educación limitada. Él y su esposa eran pobres y necesitados. Un amigo influyente como Joseph Bates era exactamente lo que los White necesitaban. Al principio, los White y Joseph Bates eran un poco escépticos el uno del otro. Los White sentían escepticismo por el Sábado de Bates, en el cual le veían poco valor. Mientras tanto, Bates sentía escepticismo por el don profético de Ellen. En una ocasión, Bates escribió:

"Han pasado como dos años desde que vi a la autora [Ellen White] por primera vez, y la oí relatar lo principal de sus visiones como desde entonces las ha publicado en Portland (Abril 6, 1846). Aunque no pude ver nada en ellas que militara contra la palabra, me sentí en extremo alarmado y exasperado, y por largo tiempo nada dispuesto a creer que aquéllo fuera otra cosa que el resultado de un prolongado estado de debilidad de su cuerpo." 17
Como muchos otros, Bates tenía la impresión de que las visiones de Ellen eran más el resultado de su mala salud causada por la terrible lesión cerebral que de revelaciones divinamente inspiradas. Sin embargo, con una bien calculada visión acerca del tema favorito de Bates -- la astronomía -- los White con el tiempo pudieron vencer su resistencia a las visiones de Ellen. En Noviembre de 1846, Ellen tuvo una visión especial del Sistema Solar durante una reunión en la que Bates estaba presente. Mientras Bates escuchaba, ella describió varios detalles del Sistema Solar y la llamada abertura en Orión. Orión era entonces un tema de gran interés a causa de las recientes observaciones telescópicas del astrónomo William Parsons. Sólo algunos meses antes, Bates había escrito un tratado titulado "Los Cielos Se Abren," relatando los descubrimientos de Rosse, pero la Sra. White le aseguró a Bates que ella no tenía conocimientos previos de astronomía.

Mientras estaba en visión, la Sra. White comenzó a describir los varios planetas del sistema solar. Al dar una descripción de los cinturones rosáceos que veía sobre la superficie de algún planeta, exclamó: "Veo cuatro lunas." Bates replicó: "¡Oh, está viendo a Júpiter!"18 Ella entonces hizo gestos como si viajara por el espacio, y luego procedió a describir los cinturones y los anillos diciendo: "Veo siete lunas." Y el Anciano Bates exclamó: "Está describiendo a Saturno."19 Una dama Adventista llamada Truesdail, que también estaba presente en la misma reunión, describe cómo esta visión borró todas las dudas de la mente de Bates en relación con las visiones de la Sra. White:

"La Hermana White tenía una salud muy débil, y mientras se ofrecían oraciones a su favor, el Espíritu de Dios se posó sobre nosotros. Pronto notamos que ella era insensible a las cosas terrenales. Ésta fue su primera visión del mundo planetario. Después de contar en voz alta las lunas de Júpiter, y poco después las de Saturno, hizo una hermosa descripción de los anillos de éste último. Entonces dijo: 'Los habitantes son gente de gran estatura, de porte majestuoso, bien diferentes de los habitantes de la tierra. El pecado jamás ha entrado allí.' Mirando el rostro sonriente del Hermano  Bates, era evidente que sus pasadas dudas relativas a la fuente de las visiones de ella se estaban disipando rápidamente. Todos sabíamos que el Capitán Bates era un gran amante de la astronomía, pues a menudo localizaba muchos de los cuerpos celestes para nuestra instrucción. Cuando, después de la visión, la Hermana White contestó sus preguntas diciendo que nunca había estudiado o tenido conocimientos de esa índole, se llenó de gozo y de felicidad. Alabó a Dios, y expresó su creencia de que la visión concerniente a los planetas había sido dada para que él nunca más dudara."20
Mientras esta visión aparentemente borraba las dudas de Bates, tendría un efecto completamente opuesto sobre las generaciones subsiguientes. La quinta luna de Júpiter fue descubierta en 1892, pero, para entonces, Bates había muerto y la visión de 1846 hacía tiempo que había sido olvidada. Más tarde, las sondas espaciales descubrirían, no sólo que Júpiter está desprovisto de formas de vida (todavía no se ha encontrado ninguna "gente alta, de porte majestuoso"), sino también que tiene por lo menos 16 lunas. Ciertamente, la visión no habría sido muy convincente para  un auditorio moderno, que es quizás una de las razones por las cuales esta visión rara vez es mencionada por los Adventistas hoy día. Como muchas de sus primeras visiones, sonaba bien en ese momento, pero se hizo menos y menos creíble con el paso de los años. Sin embargo, era convincente para Bates, y los White y Bates formaron una amistad que habría de durar muchos años.

Parece que los White rápidamente adoptaron las peculiares enseñanzas de Bates en relación con el inminente retorno de Cristo. Bates creía que el tiempo de oportunidad se había cerrado para el mundo en 1844, y que los creyentes Adventistas estaban ahora en un período de prueba de siete años. Creía que todos los que no eran parte del movimiento Millerita de 1844 estaban perdidos y no podían salvarse, y que los Adventistas estaban ahora siendo sometidos a prueba sobre la verdad del Sábado. Los White adoptaron esta enseñanza y comenzaron a guardar el sábado, junto con Bates, desde las 6:00 p.m. del viernes hasta las 6:00 p.m. del sábado. El fin de los siete años de prueba era 1851, y, al aproximarse el tiempo, los White nuevamente comenzaron a pregonar el inminente regreso de Cristo, y nuevamente, su grupo, de un escaso número de seguidores, se agitó.

En 1849, Joseph Bates anunció que "la tribulación" había comenzado,"21 y en el verano de 1849 una pestilencia atacó a la región. La Sra. White, viendo esto como el cumplimiento de la profecía que indicaba el fin del mundo, predijo que esta pestilencia pronto se propagaría. En el número de su revista Present Truth de Septiembre de 1849, la Sra. White predijo en un artículo:

"Lo que hemos visto y oído de la pestilencia no es sino el comienzo de lo que veremos y oiremos. Pronto los muertos y los moribundos estarán por todas partes a nuestro alrededor."22
Con esta profecía, la Sra. White continuaba lo que sólo puede describirse como una serie de fracasos y desastres proféticos. No mucho tiempo después de que esta profecía fue escrita, la pestilencia terminó y los Estados Unidos entraron en un período de relativa paz y prosperidad que duró muchos años. Treinta y cinco años más tarde, en 1882, cuando el artículo mencionado más arriba volvió a publicarse, esta vez en el libro Early Writings, la afirmación acerca de los "muertos y los moribundos" estaba extrañamente ausente. Había sido quitada en algún momento por un redactor que debe haber llegado a la conclusión de que, si se hubiese incluído, habría despertado considerables dudas sobre la capacidad profética de la Sra. White.

Para Abril de 1850, la Sra. White estaba proclamando que "el poderoso zarandeo ha comenzado."23 Mientras tanto, su esposo James afirmaba que la salida del pueblo de Dios de Babilonia (Apoc. 18:4) ya se había completado:

"Babilonia, la iglesia nominal, ha caído. El pueblo de Dios ha salido de ella. Ella es ahora la 'sinagoga de Satanás.' (Apoc. 3: 9). 'Habitación de demonios, guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave sucia y aborrecible.' (Apoc. 18: 2)"24
El 27 de Junio de 1850, la Sra. White escribió que sólo quedaban unos pocos meses para que el pueblo se preparara:
"Dijo el ángel que me acompañaba: 'El tiempo casi se ha agotado. Preparaos, preparaos, preparaos' ... ahora el tiempo casi se ha agotado... y lo que a nosotros nos ha tomado años aprender, ellos lo tendrán que aprender en unos pocos meses."25
La Sra. White les estaba diciendo a los creyentes Adventistas que las verdades acerca del sábado y el santuario celestial que a ella y sus asociados les había tomado años aprender tendrían que ser aprendidas rápidamente por los nuevos conversos en unos pocos meses.

La Srta. Sarah B. Harmon, hermana mayor de la Sra. White, escribió una carta a la Sra. P. D. Lawrence, de Brookfield, New York, el 29 de Julio de 1850, diciendo: "Creo que éste es el último invierno que veremos antes de que salga Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote. Oh, vivamos para Dios y sacrifiquémosnos por él fielmente."

Para Septiembre de 1850, la Sra. White advertía que estaban en "el tiempo del sellamiento" y que Jesús casi había terminado su labor en el Lugar Santísimo:

"Vi que el tiempo durante el cual Jesús estaría en el Lugar Santísimo casi había terminado, y que el tiempo no puede durar sino un poco más... El tiempo del sellamiento es muy corto y pronto terminará."26
Esta fue una de las últimas en una serie de decepcionantes predicciones acerca del regreso de Cristo. Cuando la fecha de 1851 pasó sin que ocurriera nada, Joseph Bates y los White perdieron prominencia entre los creyentes Adventistas. James decidió deshacerse de la revista Present Truth, e iniciar una nueva revista titulada Advent Review and Sabbath Herald. Volvió a publicar muchos de los artículos de la Sra. White, pero tuvo buen cuidado de omitir las partes que la expondrían a acusaciones de ser una falsa profeta.

Ser profeta no es tarea fácil, especialmente cuando sus seguidores esperan que pueda detectar falsas enseñanzas. Bates estaba errado acerca del regreso de Cristo en 1851, y la profeta de Dios aparentemente fue inducida al error por las enseñanzas de Bates. Los seguidores de ella probablemente se preguntaban por qué sus mensajeros angélicos ni una sola vez le dieron a entender que la teoría de Bates era errónea, a pesar de que ella afirmaba haber recibido muchas decenas de visiones durante este período. El pueblo esperaba más de una profeta. Querían un profeta como los de la Biblia, que se erguían como altas torres de verdad mientras todo viento de doctrina soplaba alrededor de ellos. Querían un profeta que pudiera detectar errores como el que Bates propagaba, y advertir al pueblo. Era mucho esperar que una joven profeta estuviera a esta altura.

La primera década de Ellen White como profeta sólo puede describirse como decepcionante tanto para ella como para sus seguidores. Sus fuertes acusaciones contra los que dudaban de sus visiones sólo servían para que sus críticos se molestaran más con ella, y para que los no convencidos se volvieran más escépticos acerca de ella. Los conversos a la observancia del sábado eran pocos y estaban dispersos. A este paso, pueden necesitarse muchas décadas para alcanzar el número mágico de 144,000. Como sus profecías repetidamente dejaron de cumplirse, muchos pusieron en duda su inspiración divina. Por un período de tiempo al principio de la década de 1850, su influencia parecía rota y ella parecía tener pocas visiones. Fue un comienzo decepcionante para una carrera profética.

La Sra. White parece haber aprendido lentamente su lección acerca de predecir el retorno de Cristo. Poco a poco, dejó de hacer predicciones específicas acerca del regreso de Jesús. Su última predicción específica fue hecha durante una conferencia en 1856:

"Se me mostró la compañía presente en la conferencia. Dijo el ángel: 'Algunos serán pasto de los gusanos, algunos están sujetos a las siete últimas plagas, y algunos estarán vivos y en la tierra para ser trasladados a la venida de Jesús.'"27
Puesto que esta predicción no falló inmediatamente, recibió amplia publicación en los libros titulados "Testimonies for the Church." Los dirigentes de iglesia estaban más o menos en un dilema en cuanto a qué harían cuando toda la gente que asistía a la conferencia hubiera fallecido. Puesto que no podían borrar la afirmación sin despertar una gran controversia, comenzaron a explicarla diciendo que era una profecía condicional. La fallida profecía no era culpa de Ellen. El culpable era el pueblo Adventista. No habían convertido suficiente gente al Adventismo, así que Dios tuvo que demorar sus planes para regresar. Esta explicación probablemente habría sido más convincente si las condiciones se hubieran explicado antes de la visión, no años después de que toda la gente en la conferencia había muerto. Después de todo, ¿para qué sirve una profecía si su fracaso puede explicarse más tarde afirmando que algunas condiciones desconocidas y no definidas anteriormente no se habían dado?

A los que estaban dispuestos a aceptar la explicación de la "profecía condicional," una pregunta les quedaba todavía: ¿Cómo sabía el ángel de la Sra. White cuándo vendría Jesús? Después de todo, Jesús había dicho: "Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre." (Mateo 24:36).

Después de casi treinta años, la Sra. White de nuevo vio indicios del regreso inminente de Cristo. En 1884, envió un testimonio llamando al celibato a los Adventistas:

"No estaba de acuerdo con nuestra fe o la voluntad de Dios que nuestros misioneros se llenaran las manos de cuidados y cargas que no eran esenciales para la obra.... Se me mostró que el Hermano y la Hermana V_____ se habían apartado del consejo de Dios al traer hijos al mundo .... Ahora es el tiempo, y lo ha sido por años, en que traer niños al mundo es más una ocasión de dolor que de gozo.... Satanás controla a estos niños, y el Señor no tiene casi nada que ver con ellos.... Ha llegado el momento en que, en cierto sentido, los que tienen esposas sean como si no las tuvieran." 28
Como era de esperar, este testimonio resultó en caos antre los que lo oyeron. Un Adventista escribe su apreciación de los sucesos que siguieron:
"Ese testimonio fue leído delante de la gente que estaba reunida, pero evidentemente fue destruído cuando encontró considerable resistencia, y la prueba de que existía sólo puede obtenerse de los que  oyeron leerlo o fueron testigos de la consternación que causó.... Muchos trataron de vivir según sus instrucciones. Yo me senté en la Iglesia Adventista de Missoula, Montana, y oí al ministro, Rolin D. Quinn, ponerse de pie delante de la congregación y, con lágrimas corriéndole por las mejillas, confesar que Satanás lo había tentado en las negras horas de la noche y había pecado, pero, con la ayuda de Dios, se mantendría firme de ahora en adelante, sólo para repetir la escena el siguiente sábado. Uno de los ministros le dijo a mi padre que él no se atrevía a estar en su hogar con su esposa, así que hizo que ella lo encontrara en la estación del ferrocarril."29
Por razones obvias, el testimonio de la Sra. White tocante al celibato nunca se publicó en los libros "Testimonies for the Church." Permaneció oculto y seguro en una bóveda hasta que muchos de los manuscritos de la Sra. White fueron autorizados por el White Estate en la década de 1980 para ser publicados. Por malas que fuesen, las fallidas predicciones de la Sra. White acerca del retorno de Cristo no eran su principal problema. Quizás la más condenatoria de todas las acusaciones contra ella era la de que había visto en visión una falsa enseñanza. En el próximo capítulo, examinaremos la falsa enseñanza conocida como "la puerta cerrada." ....


Notas

2. Ellen White, Testimonies, tomo 1, p. 13.

3. The People Called Shakers, pp. 152-153.

4. Ronald Numbers, Prophetess of Health, pp. 16-18.

5. Manuscript Releases 17, pp. 96-97, Ms. 131, 1906, pp. 1, 4-6. Ellen G. White Estate, Washington, D. C. (autorizado en Junio 4 de 1987).

6. Ibid., pp. 95-96.

7. William E. Foy, The Christian Experience of William E. Foy, 1845, pp. 14, 15.

8. Ellen G. White, Christian Experience and Views of Mrs. White, 1851, p. 17.

9. Numbers, p. 18.

10. Ibid.

11. Ibid.

12. James White, Word to the Little Flock, p. 22, 1847.

13. Ellen White, Early Writings, p. 21.

14. Isaac Wellcome, History of the Second Advent Message (Yarmouth, Maine: Advent Christian Publication Society, 1874); Jacob Brinkerhoff, The Seventh-day Adventists and Mrs. White´s Visions (Marion, Iowa: Advent and Sabbath Advocate, 1884), 4-6.

15. Miles Grant, An Examination of Mrs. Ellen White´s Visions, Boston: Publicado por la Advent Christian Publication Society, 1877.

16. Ibid.

17. James y Ellen White, A Word to the Little Flock, 1847, p. 21.

18. Arthur White, Ellen G. White: The Early Years Volume 1 - 1827-1862, p. 113.

19. Arthur White, p. 113.

20. Carta de la Sra. Truesdail, Enero 27, 1891.

21. Joseph Bates, A Seal of the Living God, 1849.

22. Ellen White, Present Truth, Sept. 1849.

23. Present Truth, Abril de 1850.

24. Ibid.

25. Ellen White, Early Writings, pp. 64-67.

26. Ellen White, Experience & Views, pp. 46-47.

27. Ellen White, Testimonies, Tomo 1, p. 131.

28. Ellen White, MS 34, 1885.

29. "The Story of Ellen White´s Suppressed Testimony," Limboline, (Glendale, Calif: Church of the Advent Fellowship), Enero 7, 1984, pp. 10, 11.


Vida de Ellen G. White:
Sus Afirmaciones Refutadas

Breve Bosquejo de su Vida

Por D. M. Canright

Traducido por Román Quirós M.


Ellen G. White nació en Gorham, Maine, el 26 de Nov. de 1827. Su apellido de soltera era Harmon. Cuando era niña, sus padres se mudaron a Portland, Maine.

En sus "Testimonios para la Iglesia" (tomo 1, pp. 9-58), la Sra. White hace un largo relato de su niñez, juventud, conversión, y aceptación del Adventismo bajo las enseñanzas de William Miller. Sus padres y toda su familia eran Metodistas de lo más celosos, hasta que fueron desfraternizados por su fuerte adhesión a las doctrinas de Miller que fijaban fecha para la venida de Jesús.

Cuando tenía sólo nueve años de edad, y, como dice la Sra. White, habiéndose enojado "por alguna cosa trivial," una estudiante, corriendo tras ella, le lanzó una piedra y le rompió la nariz. El golpe fue tan severo que casi la mata. Quedó desfigurada de por vida. Permaneció inconsciente por tres semanas, y no se esperaba que viviera. (p. 10). Cuando comenzó a recuperarse y vio cuán desfigurada estaba, quiso morir. Se volvió melancólica, y evitaba toda compañía. Ella dice: "Mi sistema nervioso estaba postrado." (p. 13).

Después de un tiempo, trató de asistir a la escuela nuevamente, pero tuvo que desistir, pues no podía estudiar. Así que su educación escolar nunca pasó de aprender a leer y a escribir un poquito. (p. 13).

En 1840, a la edad de trece años, oyó a William Miller predicar que el fin del mundo ocurriría en 1843. Se asustó terriblemente, y pensó que se perdería. (p. 15). Regresó a casa y pasó casi toda la noche en oración y llorando. (p. 16).

Continuó en esta situación desesperada por meses. (p. 16). Luego, en una reunión al aire libre de los Metodistas, tuvo una maravillosa conversión. (p. 18). Allí vio a muchos caer inconscientes con el "poder," como era común que sucediera en aquellos días. Sus padres estaban con ella allí, y sentían plena simpatía por estos sucesos.

Nuevamente, en 1842, oyó a Miller demostrar que Cristo vendría en el corto espacio de un año. Nuevamente se asustó terriblemente. Dice ella: "La condenación sonaba en mis oídos día y noche." (p. 23). "Temía perder la razón." (p. 25). "El desaliento me sobrecogió." "Con frecuencia permanecía en oración toda la noche, gimiendo y temblando con angustia indescriptible." (p. 26).

Esto indica su estado mental. En sueños, fue al cielo y se encontró con Jesús, y se sintió aliviada. (p. 28). Luego asistió a una reunión de oración y cayó inconsciente, y permaneció en este estado toda la noche. (p. 31). Esto se repetía a menudo. Ella trata de dar la impresión de que sus experiencias eran la obra del Espíritu de Dios. Pero, ¿lo eran? No. Eran simplemente el resultado de su condición física y mental, producida por las emociones religiosas de las que desafortunadamente estaba rodeada. Las alarmantes predicciones de Miller por poco desequilibran su mente histérica en su débil cuerpo.

Más tarde, ella misma confiesa esto. Dice así: "Si la verdad me hubiese sido presentada como ahora la entiendo, se me habría ahorrado mucha perplejidad y tristeza." (p. 25). Ella simplemente tenía un concepto errado de Dios y la sencillez del evangelio. Ese concepto equivocado nunca la abandonó por completo. La idea de un Dios severo y de un severo servicio a Él está presente en todos sus escritos. Esto muestra cuán completamente estaba ella influída por sus asociados y la atmósfera espiritual que la rodeaba. En vez del Espíritu de Dios controlar su mente durante toda su vida como ella suponía, era su propio espíritu influído por las mentes sobresalientes alrededor de ella. Las siguientes páginas demostrarán esto.

Ahora note la diferencia en la conversión de su esposo, el Anciano James White. El relato entero de ella lo hace él mismo en sólo catorce palabras. En "Life Sketches," (p. 15), él dice: "A la edad de quince años, fui bautizado e ingresé a la Iglesia Cristiana." Esto es todo lo que dice. Su padre había sido diácono Bautista, luego miembro de la Iglesia Cristiana. Ni sus padres, ni su iglesia, ni sus asociados estaban tan acostumbrados a tan extremas experiencias religiosas como las de Ellen Harmon. Pero, ¿no fue la conversión de él tan genuina como la de ella? Ella nunca lo puso en duda.

Desde 1840 hasta 1844, desde los trece hasta los diecisiete años, esta muchachita débilucha, enfermiza, sin educación, impresionable, y anormalmente religiosa y excitable, cayó bajo la influencia de las conferencias de Miller, que decía que el fin del mundo ocurriría primero en 1843 y luego en 1844. Hacia el final, ella asistía a estas emocionantes reuniones casi constantemente, y creía sin vacilar todo lo que Miller predicaba. Ella dice: "Creí las solemnes palabras pronunciadas por el siervo de Dios." (p. 22). El efecto sobre su mente joven, débil, imaginativa, y desequilibrada fue terrible. Dijo ella: "Me pareció que mi condenación estaba decidida." (p. 28). Sus padres y toda la familia aceptó las teorías de Miller, que causaron su separación de la Iglesia Metodista.

La predicción de Miller de que el fin vendría el 22 de Octubre de 1844 estaba basada en una larga hilera de dudosas cifras cronológicas que se extendían dos mil trescientos años hacia atrás. Estas cifras eran disputadas por capaces eruditos. Ahora, ¿qué sabía aquella muchacha sin educación acerca de estas antiguas fechas cronológicas? Absolutamente nada. Ella simplemente creía las fuertes y categóricas afirmaciones de Miller, sin saber si eran dignas de confianza o no.

Lo mismo ocurría con la gran masa de los que aceptaban las predicaciones de Miller. En realidad, muy pocos  eran personas con educación o capacidad. Eran personas que podían ser fácilmente conmovidas por meras afirmaciones y emociones. De estos los había en abundancia.

Ellen se había dejado llevar hasta tal punto por estas afirmaciones categóricas que por días permaneció sentada y sostenida por almohadas en su cama , trabajando para ganarse unos pocos centavos para poder comprar tratados Adventistas que pudiera regalar. (p. 38). Cuando pudo levantarse, salió a advertir a sus jóvenes amigas. Ella dice que "pasé varias noches" de esta manera.

Luego ella cuenta cómo varias personas caían sin fuerzas al suelo durante emotivas reuniones. (p. 47). Los niños eran afectados de la misma manera. Los predicadores Adventistas experimentaban lo mismo. (p. 49). Por días antes de que se fijara una fecha específica para la venida, se dejaron a un lado los negocios y constantemente se celebraban emotivas reuniones. (p. 51).

Ellen y sus padres aceptaban todo esto sin hacer preguntas, como el poder de Dios, como la obra del Espíritu Santo que testimoniaba la verdad de lo que Miller enseñaba. Pero, ¿lo era? No. Las personas sinceras verán que se trataba simplemente de los sentimientos sobreexcitados de ellos. Eso era todo.

Grande fue el desencanto de ellos. Luego vinieron confusión, divisiones, y el más delirante fanatismo - sueños, trances, visiones, el hablar en lenguas, afirmaciones de poseer dones proféticos, y así por el estilo. En la edición de Present Truth de Mayo de 1850, el Anciano White dice: "En la Conferencia de Albany de la primavera de 1845, J.V. Himes dijo que el movimiento del séptimo mes produjo un mesmerismo de siete pies de profundidad." Después de Miller, el Anciano Himes era el más fuerte en esa obra. Cuando el movimiento llegó a su fin, esa fue su estimación del espíritu que inspiraba a la gente. Y tenía razón. Era inevitable que éste fuera el resultado con una clase de personas así, que esperaban un terrible suceso como éste en un día específico.

Miller, Himes, Litch, y todos los dirigentes de esa obra, pronto confesaron que había sido un error. Pero el Anciano White, Bates, Holt, Andrews, y Ellen Harmon (la Sra. White) siguieron sosteniendo que la obra era correcta - el gran poder de Dios. Los seguidores de éstos últimos todavía defienden su obra, afirmando que es de Dios. La Sra. White, en todas sus visiones y revelaciones, vuelve sobre ella una y otra vez como la especial providencia de Dios, el poder del Espíritu Santo. Con ella y con su pueblo, es como salir de Egipto, el cruce del Mar Rojo, la columna de fuego por la noche, la nube por el día, la voz de Dios desde Sinaí, el fundamento del mayor mensaje que Dios jamás enviara a los hombres, ¡la última prueba de todos los tiempos!

Elena de White en 1899Pero, ¿era este mensaje de Dios? Con toda certeza, no. Hechos abundantes lo prueban. Era simplemente la obra de hombres falibles erróneamente guiados por su celo, sin conocimiento. Al fijar el tiempo exacto, y establecer un día específico para la venida de Cristo, contradecían las más claras advertencias que jamás hiciera Jesús, una y otra vez. Jesús dijo: "Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre." (Mat. 24:36). "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad." (Hech. 1:7). Todo esto fue hecho a un lado. No sabían ni el momento ni el día. Todos los que estaban de acuerdo con ellos serían rechazados por Dios y se perderían. Y ese espíritu ha seguido a su obra más o menos desde entonces. Recibieron con creces lo que con creces se merecían por haber desestimado tan ciegamente la palabra de Dios. Experimentaron un amargo chasco, y tuvieron que soportar las burlas de aquéllos a quienes habían condenado a la destrucción por no estar de acuerdo con ellos.

Ahora oigamos al Señor condenar una obra así: "Cuando un profeta hablare en el nombre del Señor, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él." (Deut. 18:22).

Esto es exactamente  lo que los Adventistas hicieron en 1843, y luego en 1844. Hablaron en nombre del Señor, y no aconteció. Así pues, no tengáis temor de ellos.

Los Adventistas del Séptimo Día ahora condenan a los que en la actualidad tratan de calcular con exactitud el momento en que vendrá el Señor. El Advent Review de Marzo 2, 1916 dice: "Satanás quiere hacernos creer que en realidad podemos calcular la proximidad del regreso del Señor; que manipulando cifras y computando estadísticas podemos establecer hasta dónde se ha extendido el último evangelio, y hasta qué punto Israel ha dado la talla."

Aquí el Review condena precisamente lo que Miller hizo en 1844. Dice que ésta es la obra de Satanás. Entonces, ¿no era su obra en aquel entonces?

En un artículo titulado "A False Prophet Exposed" [Un Falso Profeta Revelado], publicado en su periódico en inglés, Present Truth, de Feb. 4, 1915, dicen:

"Si hay una característica por sobre todas las demás que distingue a un falso profeta, es la práctica antibíblica de fijar un tiempo definido para el regreso del Señor."
Esto se dijo para condenar al "Pastor" C. T. Russell, quien fijó el tiempo para "el fin de los tiempos de los gentiles" diciendo que ocurriría en 1914. Pero, si era incorrecto fijar tiempo para 1914, ¿por qué no era incorrecto fijarlo para 1844, sesenta años antes? Si era "antibíblico" en un caso, ¿por qué no lo era en el otro?

Aunque tuvieron su origen en este error, ahora los Adventistas del Séptimo Día condenan el fijamiento de fechas, como ya se dijo. Refiriéndose a las palabras de Jesús en Mat. 24:36, Mar. 13:33, y Hech 1:7, dicen:

"A pesar de estas palabras, de tiempo en tiempo algunas personas han establecido fechas para la venida de Jesús. Este fijar fechas a menudo conduce al fanatismo, y cuando la fecha pasa, las almas de los fijadores de fechas quedan expuestas a que se apoderen de ellas el desaliento y un completo escepticismo." (Review and Herald, Junio 7, 1917).
Una y otra vez, se ha demostrado que esto es absolutamente cierto. Si una sola oración se hubiese añadido a esta declaración, habría estado completa, y habría quedado así: "Como ilustración de uno de los peores casos de fijamiento de fechas, vea la que fue fijada por los Adventistas, Octubre 22, 1844, y el terrible fanatismo y la ruina que la siguieron."

Si el haber fijado un tiempo específico prueba que Russell y otros eran falsos profetas, ¿por qué no prueba que William Miller, Joseph Bates, y la Sra. White son falsos profetas también? Los Adventistas del Séptimo Día no pueden consistentemente condenar esta práctica en otros sin condenarse ellos mismos, porque ellos también han sido culpables de ello, como mostramos en el capítulo sobre "La Puerta Cerrada."

En diciembre de 1844, sólo dos meses después de ese fracaso, la Sra. White comenzó a tener "visiones." En la primera, ella dice: "Dios me ha mostrado en visión santa," etc. Ella buscaba al pueblo Adventista, pero no pudo verlo. Se le dijo que mirara más arriba. Allí, bien arriba y por encima del mundo, los vio en un alto sendero que conducía a la ciudad. Había una luz gloriosa detrás de ellos. Era la advertencia Millerista de dos meses antes. Los que negaban esa obra caían fuera del sendero, a reunirse con "todo el perverso mundo que Dios había rechazado." ("Word to the Little Flock," p. 14). Negar que Dios había estado en esa obra fijadora de fechas en 1844 significaba estar perdido. En consecuencia, ella dice: "Como las iglesias rehusaron recibir el mensaje del primer ángel [la obra de Miller], rechazaron la luz del cielo y cayeron del favor de Dios." ("Early Writings" [Primeros Escritos], p. 101).

Tratando de excusar el fracaso de los Adventistas en 1843, dice ella: "He visto que la gráfica de 1843 fue dirigida por la mano del Señor, y que no debería ser alterada; que las cifras eran como el Señor las quería; que su mano tapaba y cubría un error en algunas de las cifras." ("Early Writings," p. 74).

Aquí ella tiene la presunción de arrojar sobre el Dios Todopoderoso la responsabilidad por el error garrafal y el fracaso de 1843. ¿No es esto acusar a Dios de tonto? Y esto para excusar su propia estupidez.

Nuevamente, ella dice: "El movimiento Adventista de 1840-1844 fue una gloriosa manifestación del poder de Dios." (The Great Controversy, tomo 4, p. 429).

Así que a Dios se le hace responsable de todos los fracasos de ellos al fijar fechas, tanto en 1843 como en 1844.

Aquí las visiones de esta muchacha fueron añadidas al movimiento Adventista de 1844. Después de esto, ella tuvo visiones casi diariamente, o por lo menos cada semana más o menos. Generalmente, el pueblo Adventista las consideraba como alucinaciones de su propia mente, causadas por la débil condición de su cuerpo y la excitación que la rodeaba. Algunas de sus mejores amigas consideraban sus visiones así. El mismo Anciano White, en "A Word to the Little Flock" (p. 22), publicado en 1847, cita a una de las amigas de ella, que estaba familiarizada con sus experiencias. Este hermano dice:

"No puedo respaldar las visiones de la hermana Ellen como de inspiración divina, como usted y ella creen que lo son; y sin embargo, no sospecho la más mínima sombra de deshonestidad de parte de ninguno de ustedes dos en este asunto. Puedo, quizás, expresar a Ud. mi creencia sobre el asunto sin perjuicio - sin duda, resultará para bien o para Ud. o para mí. Al mismo tiempo, admito la posibilidad de que yo esté equivocado. Creo que lo que ella y Ud. consideran visiones del Señor son sólo divagaciones religiosas, en las cuales su imaginación corre sin control sobre temas en los cuales ella está profundamente interesada. Mientras está así absorta en estas divagaciones, permanece ajena a todo lo que la rodea. Las divagaciones son de dos clases, pecaminosas y religiosas. Las de ella son de esta última clase... La religión es el tema de ella, y sus divagaciones son religiosas. En todo caso, los sentimientos, en su mayor parte, son obtenidos de enseñanzas previas, o el estudio. De ninguna manera creo que sus visiones son del diablo."
El Anciano Bates dice que su primera impresión de las visiones fue que eran sólo "el resultado de haber estado su cuerpo en un estado debilitado por largo tiempo." (la misma obra, p. 21).

Estas afirmaciones expresan exactamente la deliberada opinión del autor en relación con las llamadas visiones de la Sra. White. Después de haberla conocido bien por muchos años, quedé satisfecho de que esta era la verdadera explicación de sus supuestas revelaciones. He conocido personalmente a otras hermanas Adventistas del Séptimo Día que tenían visiones similares a las de la Sra. White. Todas eran cristianas muy devotas, sinceras más allá de toda duda, pero descarriadas y fanáticas. No siendo alentadas en sus supuestos "dones," sus visiones cesaron después de un tiempo.

Desde la muerte de la Sra. White, una hermana Adventista del Séptimo Día de los Ángeles, Calif., ha estado teniendo visiones similares a las de la Sra. White. Tiene un considerable número de seguidores, que aceptan sus visiones como de Dios. Pero los dirigentes de la conferencia las denuncian como espurias. Otra hermana, de Washington, D. C., tiene visiones, y afirma que es la sucesora de la Sra. White.

Por bastante  tiempo, la Sra. White misma dudó de la legitimidad de sus propias visiones. Ella dice: "Algunas veces me sentí tentada a dudar de mi propia experiencia." ("Early Writings," p. 18.). Luego, años más tarde, después de haber tenido una larga experiencia con sus propias visiones, dice ella: "He despertado a mi esposo en la noche, diciendo: 'Temo convertirme en una infiel.'" ("Testimonies, tomo 1, p. 597). ¿Habló alguna vez así algún profeta bíblico, algún verdadero profeta de Dios? Si ella estaba realmente segura de que sus visiones eran de Dios, no podría haber habido ocasión para su temor de llegar a convertirse en una infiel. Esta confesión muestra que ella misma no estaba segura de que sus visiones fueran de Dios. Nótese aquí cómo ella se vuelve a su esposo, que tenía una mente más fuerte, para que le ayudara a salir de sus dudas. Si no hubiese sido por el consistente estímulo de él, ella, como otros, con toda probabilidad habría renunciado a sus visiones. Que por años ella sufrió de una forma severa de epilepsia no es generalmente conocido, pero así es. Véase este tema tratado en el capítulo sobre "Filosofía de Sus Visiones."

En 1846, se casó con el Anciano White, que la alentó fuertemente en estas visiones. También en ese año, el Anciano Joseph Bates las respaldó. Así estimulada, sus dudas en cuanto al origen de sus visiones parecen haberse disipado. Que ella era más o menos sincera en este concepto erróneo y este engaño parece evidente, de acuerdo con el tenor general de su vida. Un cuidadoso estudio de sus escritos muestra que cada año ella se volvió un poquito más fuerte en sus afirmaciones acerca de su inspiración, hasta que finalmente hizo la afirmación de que todas sus expresiones, hasta en una carta, eran inspiradas. Para una mayor explicación de sus visiones, véase el capítulo al que acabamos de referirnos.

El fundamento del Adventismo fue echado en 1844. Las visiones de la Sra. White fueron añadidas a este fundamento a finales del mismo año. Luego, en 1846, se añadió el sábado. Después vino el santuario. Luego los tres mensajes. Más tarde, la reforma pro salud, el vestido corto, y otros asuntos. Todos estos fueron, de tiempo en tiempo, simplemente añadidos sobre el fundamento original basado en la fecha fijada de 1844. De aquí que todos los Adventistas del Séptimo Día señalen a esto como el gran suceso en su historia.

Después de su matrimonio, el Sr. y la Sra. White visitaron a los creyentes en todos los estados de Nueva Inglaterra. Estos grupos eran pequeños, dispersos, y pobres. De aquí que ambos sufrieran muchas privaciones por un tiempo, y fueran inducidos a guardar el sábado, aunque al principio no le dieron ninguna importancia. James aceptó las visiones de la Sra. White, y ella aceptó de él la observancia del sábado. Pronto ella aceptó todas las teorías de él acerca del sábado; que era el sello de Dios, la gran prueba del cristianismo, y que debía ser observado desde las 6:00 P.M. hasta las 6:00 P.M., en vez de desde una puesta de sol a otra, como ahora lo guardan. Enseguida después de esto, ella fue al cielo, y Jesús la llevó al Lugar Santísimo, levantó la tapa del arca, y le mostró las tablas de piedra con el sábado brillando por encima del resto de los mandamientos. ("Early Writings," p. 26). Pregunta: ¿Por qué no le dijo Jesús que ella estaba quebrantando el sábado todas las semanas comenzando a observarlo a una hora incorrecta?

Su primer hijo nació en Agosto de 1847. Ocuparon parte de la casa de un hermano, y alquilaron muebles. El Anciano White trabajaba acarreando piedra para el ferrocarril; luego cortó madera por cincuenta centavos al día. ("Testimonios para la Iglesia," tomo 1, p. 82). Por esto se verá que él no era un hombre de influencia entre los Adventistas. Generalmente, las visiones de su esposa no eran creídas. En 1848, visitaron diferentes lugares en Nueva Inglaterra. También fueron a la parte occidental de New York, donde se encontraron con unos pocos Adventistas.

En 1849, el Anciano White comenzó a publicar su primer periódico, Present Truth. Por dos años, algunos números fueron impresos en un lugar, otros en otro.

En 1850, en Paris, Me., publicó el primer número de la Review and Herald. En 1852, se mudaron a Rochester. N. Y. Allí abrió una pequeña imprenta. En 1853, llegaron por el oeste hasta Michigan, donde encontraron a hermanos dispersos; luego visitaron Wisconsin. En 1855, trasladaron su oficina a Battle Creek, Michigan. Esta fue la oficina principal de la denominación como por cincuenta años. Gradualmente, grandes intereses se acumularon aquí, como una gran impresora, un gran sanatorio, la escuela de enseñanza superior, el Tabernáculo, etc. Estos eran los días de la mayor armonía y prosperidad material. Estos eran los días en que yo ocupaba un lugar importantísimo en sus vidas, y ayudaba a construir estas instituciones. Finalmente, el Dr. Kellogg y la Sra. White se separaron, y él, juntamente con el Sanatorio, fue separado de la denominación. Luego la oficina principal se mudó a Washington, D. C. en 1903.

Después de radicarse en Battle Creek en 1855, durante los siguientes veinticinco años la Sra. White viajó y trabajó, ya con su esposo ya con algún asistente eficiente, en muchos de los estados desde Maine hasta California. Su influencia sobre su pueblo ahora se había establecido y era suprema. Nadie se atrevía a cuestionar su autoridad o inspiración. Aproximadamente cada año, hombres más o menos prominentes se retiraban de la iglesia porque no creían en sus "testimonios," como ahora los llaman. Pero la gran mayoría permanecía leal a ella.

En Agosto de 1881, murió su esposo. Esto fue en realidad una bendición para ella. Él había perdido casi toda su influencia sobre la iglesia, y otros ahora ocupaban los puestos principales. Ellos habían comenzado e influir sobre ella más que su esposo. Esto lo preocupó. Trató de hacer que yo fuera con él a tratar de quebrantar la influencia de ellos sobre ella. Me escribió que nosotros dos deberíamos ir a la Comisión de la Conferencia General para sacarlos de sus puestos y romper su creciente influencia sobre ella. Ésta es la carta que me escribió como dos meses antes de su muerte:

Battle creek, Mayo 24 [1881].
Hno. Canright: La Review informará acerca de nuestros planes. Dependeremos de Ud. para que nos ayude. Espero que se nos una en nuestros esfuerzos. Se harán esfuerzos para llevarlo a Ud. a Wisconsin, para que Ud. vaya aquí y allá. ... Espero que encontremos una salida y podamos trabajar unidos. Los Ancianos Butler y Haskell han estado ejerciendo sobre ella una influencia que espero ver rota. Casi la han arruinado. Estos hombres no deben ser apoyados por nuestro pueblo para que actúen como lo han hecho. Es tiempo de cambiar los oficiales de la Conferencia General. Confío en que, si somos honestos y fieles, al Señor le agradará que Ud. y yo seamos  miembros de esa junta. (Firmado) James White.
Se dice que, más o menos por este mismo tiempo, el Anciano White le observó al Anciano Butler: "Ud. y Haskell han torcido la mente de mi esposa, y voy a casa a quitarle lo torcido."

Cuando estuvimos juntos, él me dio más detalles de los planes a los cuales se refería en su carta. Pero el 6 de Agosto murió súbitamente. Sus palabras hacen resaltar claramente el hecho de que él sabía que, en sus visiones, otros estaban influyendo sobre su esposa. Durante toda su vida, él mismo lo había hecho. Como estos dos hombres eran opuestos a él, temía su influencia sobre ella si estaba con ellos, como ellos y ella habían planeado. Así que él me animó a ir con él y con su esposa para formar un fuerte equipo, y así mantenerla junto a él y lejos de ellos.

Así estaban las cosas cuando murió. Algunos días más tarde, el Anciano Butler me dijo que la muerte del Anciano White había sido providencial porque salvó a la iglesia de un cisma. Esto dejó a Butler firmemente en la dirección por varios años más. Finalmente, él y la Sra. White discreparon, y él se retiró a una granjita en Florida, donde permaneció en silencio por muchos años. Él le dijo a ella que podía irse por su lado, y que él se iría por el suyo. En términos generales, se informó que él había perdido la confianza en los "testimonios." El hecho de que él abandonara la obra por tan largo tiempo lo indicaba así. Ella le había entregado un severo "testimonio," que a él no le gustó.

El Anciano White no era hombre de letras, ni estudiante de libros, ni erudito, ni teólogo. No entendía ni el hebreo, ni el griego, ni el latín, sólo leía la versión inglesa común de la Biblia, y rara vez consultaba traducciones, si es que alguna vez lo hizo. Era hombre de negocios, tenía gran capacidad para ellos, y era un innato dirigente de hombres. Su estudio y su trabajo estuvieron mayormente dedicados a construir grandes instituciones comerciales, como casas publicadoras, el Sanatorio, la escuela de enseñanza superior, la conferencia general y las conferencias estatales; también se dedicaba a las finanzas. En esto tuvo éxito. Pero sus logros literarios fueron realmente escasos. En comparación con los grandes reformadores como Lutero, Melancthon, Wesley, y otros, fue un completo fracaso. Asistió a la escuela superior sólo veintinueve semanas, y aprendió lo suficiente simplemente para enseñar en una escuela rural. Aunque publicó y editó periódicos por treinta años, no produjo ningún comentario, ni obra crítica, ni libro alguno sobre ningún tema doctrinal. Publicó dos libros encuadernados: "Life Sketches," una historia sencilla de la vida suya y de la de su esposa, y "Life of Miller," tomada casi por completo de otro autor. Extraía sus concimientos de la observación y de las conversaciones con los hombres sobresalientes que eran estudiantes. Todos los temas doctrinales que requerían estudio los entregaba a estos hombres para que los investigaran, después de lo cual los usaba él mismo. Ni él ni su esposa jamás dieron origen a una sola doctrina sostenida por los Adventistas del Séptimo Día. La doctrina del segundo advenimiento la recibieron de Miller; y aceptaron de él todas las fechas proféticas exactamente como él las había dispuesto. El sábado lo tomaron de Bates, junto con su antibíblica hora de las 6 P.M. para comenzarlo y terminarlo. Luego siguieron a J.N. Andrews en el cambio a la puesta de sol. La teoría del santuario en el cielo la aceptaron del Anciano O.R.L. Crosier, quien después la repudió. Más tarde, aceptaron de Andrews la teoría de los tres mensajes y la bestia de dos cuernos, como aplicada a los Estados Unidos. El sueño de los muertos lo recibieron de los Adventistas del Primer Día, con los cuales pronto discreparon y tuvieron muchas controversias.

De este autor aceptaron tres cosas de vital importancia para su éxito financiero. Al comienzo de la obra, el Anciano White arregló lo que se llamó "Benevolencia Sistemática." Se le pedía a cada persona que hiciera por escrito y pusiera en un libro una declaración de todas sus propiedades a su valor pleno, y que pagara un tanto sobre cada dólar, ya fuera que las propiedades produjeran utilidades o no. A todos se les pedía que comprometieran cada año por anticipado lo que estaban dispuestos a dar cada semana. Esto no es diezmar. Nadie puede decir con un año de anticipación lo que va a tener, ni si va a vivir todo ese tiempo.

Este plan fue vigorosamente apoyado por la Sra. White en el primer tomo de sus "Testimonios para la Iglesia." Dice ella: "El plan de Benvolencia Sistemática agrada a Dios... Dios está guiando a su pueblo en el plan de Benevolencia Sistemática." (pp. 190, 191). "La Benevolencia Sistemática lo mira a Ud. como innecesario; Ud. pasa por alto el hecho de que el plan se originó en Dios, cuya sabiduría es infalible. Este plan lo ordenó él." (p. 545).

¡Así que Dios ordenó este plan! Debería haber funcionado entonces, pero fracasó. Esto fue confesado en el Lake Union Union Herald de Feb. 24, 1915, así: "El dinero fue llamado Benevolencia Sistemática, pero el método demostró no ser satisfactorio, y lo descontinuamos después de un período de prueba de dos años [más de quince años], y en su lugar se adoptó el diezmo de acuerdo con los ingresos del individuo."

Sí, y yo fui la persona que hizo ese cambio. En el invierno de 1875-1876, el Anciano White me pidió que visitara a todas las iglesias de Michigan y enderezara sus finanzas, que estaban en muy mal estado. Encontré a estas iglesias desanimadas, atrasadas en sus compromisos financieros, e insatisfechas con el plan de Benevolencia Sistemática. Después de estudiar el asunto, hice a un lado el plan, e hice que las iglesias adoptaran el plan del diezmo como esa iglesia lo ha estado practicando desde entonces. Todos quedaron complacidos, y las finanzas mejoraron enormemente. Fui a Battle Creek y expuse el nuevo plan al Anciano White. Él lo aceptó enseguida, y el cambio se hizo general.

Ahora, ¿fue el otro plan ordenado por Dios? ¿Quedó complacido con él? ¿Instruyó a la Sra. White para que lo dijera así? No; su esposo lo aceptó, y ella lo apoyó. Eso fue todo. Después de esto, sólo ella, y con el mismo vigor, respaldó el diezmo como yo lo había diseñado. ¿Era mi plan mejor que el del Señor? Esto es un buen ejemplo de cómo la Sra. White respaldaba lo que otros habían estudiado, pero sobre lo cual no tenían luz especial, como ella profesaba tenerla.

Al mismo tiempo, encontré que las iglesias habían estado descuidando la Cena del Señor, en muchos casos por años, y que no había un calendario regular para reuniones de negocios. Así que induje a todas las iglesias a donde iba a adoptar el plan de tener reuniones regulares de negocios cada trimestre, cuatro veces por año, para tratar todos los asuntos de negocios. Esto también se adoptó, y la denominación lo ha estado practicando desde entonces.

Hasta 1877, no se recogía en sábado en sus iglesias ningún dinero para ningún propósito, ni siquiera para las escuelas sabáticas. Se consideraba un sacrilegio recibir dinero en sábado. Pero en Danvers, Mass., yo hice caso omiso de esta costumbre, y tomé la primera colecta el sábado 18 de Agosto de 1877. Funcionó bien. Fui a Battle Creek, y presenté el asunto al Anciano White y de su esposa, que enseguida lo aprobaron. Esta práctica ha sido universalmente adoptada por la denominación desde entonces, y ha traído cientos de miles de dólares a su tesorería. Esto nuevamente ilustra cómo la Sra. White simplemente seguía y respaldaba lo que otros habían estudiado.

Así, la Review and Herald de Sept. 7, 1916, dice: "Estos extractos muestran claramente que este instrumento [la Sra. White] es muy útil para confirmar en los creyentes las conclusiones a las que habían llegado estudiando las Escrituras."

Exactamente. La Sra. White simplemente seguía y confirmaba lo que otros habían estudiado, y eso fue todo lo que jamás hizo. En el Lake Union Herald de Nov. 1, 1916, se da otra buena prueba de esto. Cuenta cómo un hermano (Wayne), diez años antes, y por varios años, desarrolló un plan para obtener fondos misioneros vendiendo lo que ahora llaman documentos de la "Recolección de la Cosecha." Demostró tener gran éxito. Es ahora uno de sus planes establecidos para levantar fondos. Después de que Wayne había desarrollado esto hasta convertirlo en un éxito, apareció la Sra. White y lo respaldó. El periódico dice: "Poco después de que el plan se inició, la Hermana White le escribió al Hermano Wayne acerca de la luz que Dios le había dado en relación con este plan, respaldándolo plenamente por estar en armonía con la mente del Señor."

Aquí está nuevamente, la misma y antigua historia. Alguien estudia un plan que tiene éxito, y luego la Sra. White recibe una revelación en relación con él. ¡Según ella, el Señor siempre estaba atrasado en sus instrucciones!

Con mucho, la parte más importante de su obra es la circulación de sus publicaciones. En "Testimonies," tomo 9, p. 65, la Sra. White dice: "En la noche del 2 de Marzo de 1907, muchas cosas me fueron reveladas en relación con el valor de nuestras publicaciones," y el pequeño esfuerzo que se hacía para hacerlas circular. ¿Qué ocasionó esta revelación? En la misma página, ella dice: "La tarde del 2 de marzo la pasé en consulta con el Hermano y la Hermana Haskell." Luego seguían dos páginas en las cuales ella contaba de la responsabilidad que Haskell sentía sobre el tema, y sus planes para impulsar la obra. Haskell había llenado la mente de ella con sus ideas y planes, y luego a la noche siguiente ella está inquieta en su sueño, y tiene una "revelación," que respaldaba vigorosamente respaldaba los planes de Haskell. Así fue siempre, de principio a fin.

Es aquí donde sus revelaciones han sido de gran ayuda para la iglesia. De hecho, los Adventistas del Séptimo día aseguran que la iglesia no podría haber tenido éxito sin sus "testimonios." Hombres prominentes seguían  adelante y estudiaban doctrinas y planes, luego ella los seguía con una "revelación divina," respaldando cada una de éstas a su vez. Eso daba la aprobación divina a cada una de ellas. Ellos no pueden mencionar ni una sola acción que no haya ocurrido así.

Considérese su Sociedad para Tratados y Obra Misionera. El Anciano Haskell comenzó esto primero. Luego la Sra. White lo adoptó y lo respaldó. El Dr. Kellogg abogaba vigorosamente por la obra médica misionera. La Sra. White entonces le dio seguimiento con un fuerte respaldo. Y así ha ocurrido con cada acción que se ha tomado. Estas ilustraciones demuestran el hecho de que ella, en sus testimonios, ha sido dirigida por hombres, no por Dios. Ahora los dirigentes le dan media vuelta a esto, y dicen que ella ha ido por delante en todas las acciones tomadas, lo cual es absolutamente falso. Ellos hacen esto para exaltar sus testimonios de manera que puedan usarlos para ejecutar sus planes.

Nunca en la historia, desde Adán hasta ahora, había Dios escogido un hombre o una mujer sin educación como dirigente en ninguna crisis o reforma de la iglesia. "Fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras." (Hech. 7:22). Esdras "era escriba diligente en la ley de Moisés." (Esdras 7:6). Era amigo de confianza del rey. Nehemías era copero del rey, y "tenía mucha autoridad." (Neh. 2:1). A Pablo, Agripa le dijo: "Las muchas letras te vuelven loco." (Hech. 26:24). La iglesia cristiana le debe más a Pablo que a todos los otros apóstoles juntos. Él fue el grande y educado dirigente de la recién nacida iglesia. En la gran Reforma en el origen del Protestantismo, todos los reformadores estuvieron entre los grandes eruditos de ese tiempo, hombres que tenían poderosa influencia sobre los goberrnantes y las masas. Tales eran Lutero, Melanchton, Erasmo, Zwinglio, Knox, y muchos otros.

John Wesley, el gran reformador inglés, el padre del Metodismo, era de familia real, graduado de Oxford, en Londres, la más alta sede del saber en el mundo de habla inglesa. Era hombre de inmensa influencia, y maduro erudito. Sus obras en prosa comprenden siete tomos, además de numerosos himnos, "Notas sobre el Nuevo Testamento," etc.

La Sra. White no tenía ninguna de las marcas distintivas de un gran reformador. Se demuestra fácilmente que sus libros de cualquier interés general fueron en su mayor parte copiados de los de otros autores, y pulidos por sus ayudantes. Véase el capítulo que trata de sus plagios. Nunca ejerció la más pequeña influencia sobre mandatarios o el público en general, como la habían ejercido todos los otros reformadores, desde Moisés hasta Wesley. Ella había infundido en su pueblo un espíritu tan intensamente sectario, y hostil a todas las otras iglesias, que, tanto en la patria como en los campos de las misiones, ellos son considerados como estorbos a la obra cristiana. Después de más de setenta años de prueba, la Sra. White es considerada por todo el mundo cristiano como una falsa maestra, y esto por los más inteligentes, devotos, y sinceros obreros cristianos de esta generación. El Sr. Moody, un fervoroso partidario de la doctrina de la segunda venida de Jesús, condenó al movimiento entero. Debe haber algunas buenas razones para todo esto.

El año de 1846 marcó el punto crucial en su vida. En Agosto 30 de ese año, se casó con el Anciano James White, un Adventista de 1844. Era seis años mayor que ella, sano y fuerte, y más educado que ella. Ella era una muchacha enfermiza de sólo diecinueve años, y sin un solo centavo. Los años posteriores demostraron que el Anciano White era un negociante astuto, de visión, que poseía una voluntad fuerte y dominante, un dirigente nato. En una obra titulada "The Vision of Mrs. White" (pp. 25, 26), E. P. Woodward, de Portland, Maine, hace el siguiente estimado del relativo poder mental del Sr. y la Sra. White:

"He aquí a esta muchacha impresionable, religiosa hasta el extremo, con sus nervios debilitados y destrozados por las circunstancias de su niñez, que estaba pasando justo por el primer gran cambio fisiológico y psicológico de su vida, lanzada a un estrecho contacto con esta mente dominante - y esto en un momento en que el aire mismo estaba recargado de excitación religiosa, agravada por un amargo y desesperado desengaño."
Es fácil ver qué influencia tendría naturalmente esta mente fuerte y autoritaria sobre aquella frágil muchacha. En años posteriores, uno sólo habría necesitado estar en la familia un corto tiempo para ver que la voluntad de él era suprema, y que ella constantemente tenía que ceder ante ella. A menudo lo oí hablarle ásperamente, mientras ella no oponía ninguna defensa.

El Anciano J. N. Andrews me dijo que una vez estaba sentado mientras la Sra. White leía un suave testimonio de reproche para su esposo, el cual dijo: "Ellen, dame eso." Ella obedeció, él lo tomó, ¡y lo lanzó al fuego!

Sin embargo, el Anciano White podía ver enseguida que le convenía tener el respaldo divino para todos sus planes; de aquí que, desde el mismo principio, respaldara vigorosamente las visiones de ella, y nunca tolerara en otros la más ligera duda de la legitimidad de ellas, aunque él mismo sintiera poco respeto por ellas cuando lo reprendían. En su primera publicación, "A Word to the Little Flock" (1847), p. 13, argumentaba en favor de las visiones en los últimos días. De aquí que, desde el principio, la Sra. White tuviera la influencia y el estímulo de su esposo para creer que las visiones eran de Dios. Esto ayudó a su propia fe vacilante.

En el mismo año (1846), el Anciano Bates respaldó sus visiones. Era hombre de mucha mayor influencia que el Anciano White o su esposa. Bates mismo era un soñador, un visionario, que confiaba en sueños y visiones. Dice él: "Pedí un sueño, unas visiones, o cualquier cosa que fuera consistente con Su voluntad para instruirme. Hasta donde puedo recordar, lo siguiente que ocurrió fue un sueño." ("Past and Present Experience," p. 75; 1848). Siendo visionario él mismo, en seguida respaldó las visiones de la Sra. White. Fue el primer hombre de alguna influencia que lo hizo. Esto alentó grandemente a la Sra. White, y aumentó su influencia.

Al mismo tiempo, el Anciano Bates presionaba a la Sra. White y a su esposo sobre la necesidad de guardar el sábado. Aunque ellos al principio no le dieron ninguna importancia, lo aceptaron.

La misma Sra. White ha proporcionado una ilustración de cómo sus testimonios eran dados a la orden según eran solicitados por los oficiales que los necesitaban. En 1867, el primer edificio para el Instituto de la Reforma Pro Salud (Sanatorio) estaba siendo planeado y construído en Battle Creek, Mich., el Anciano White estaba enfermo y lejos de su hogar. Así que el Anciano Loughborough y otros siguieron adelante con la obra. Se necesitaba dinero. Como de costumbre, fueron a la Sra. White y le pidieron un testimonio para que los hermanos donaran los medios. El testimonio fue entregado como había sido pedido. He aquí algunas líneas de él:

"Se me mostró que aquí había una empresa digna de que en ella se ocupara el pueblo de Dios." "Nuestro pueblo debería tener una institución propia." "En especial, los que tienen medios deberían invertir en esta empresa." (Testimonies for the Church, tomo 1, pp. 492, 494).
A través de varias páginas, ella continúa urgiendo a los hermanos a enviar su dinero para levantar ese edificio. Una y otra vez, ella dice: "Se me mostró," queriendo decir que era una clara e inspirada revelación de Dios. Así que el dinero llegó. Yo mismo di veinticinco dólares, y aún tengo el certificado. El edificio se inició, y el primer piso se había echado, cuando el Anciano White regresó. Se enojó porque él no lo había planeado ni dirigido. Todo hubo que derribarlo - hasta la última piedra. Luego él lo levantó nuevamente de manera diferente, ¡con una pérdida de $11,000 del dinero del Señor!

Esto puso a la Sra. White en aprietos. Él exigió otro testimonio repudiando el primero. Ella tuvo que obedecer humildemente, y lo hizo. Aquí está su confesión:

"Lo que apareció en el Testimonio No. 11 en relación con el Instituto de la Salud no debería haber sido dado hasta que yo pudiera escribir todo lo que había visto en relación con él... Por lo tanto, ellos [los oficiales de Battle Creek] me escribieron que la influencia de mi testimonio en relación con el instituto se necesitaba inmediatamente para conmover a los hermanos en relación con el tema. Bajo estas circunstancias, rendí mi juicio al de otros, y escribí lo que apareció en el No. 11 en relación con el Instituto de la Salud.... En esto me equivoqué." (Id., p. 563).
Esto prueba que la Sra. White era influída por los dirigentes para que escribiera un testimonio, tal como lo querían, para usarlo en la obtención de dinero. Luego, a la exigencia del Anciano White, ¡ella escribe otro testimonio, confesando que el primero estaba equivocado! ¿Le dio el Señor ese testimonio? ¿Se equivocó Él? ¿Cómo se le "mostró" a ella lo que ella dice que "vio"? Vea Ud. aquí la influencia controladora que su esposo ejercía sobre ella. Ella se retractó para adaptarse al deseo de él de mandar en todo.

Refiriéndose a esta transacción, el Dr. J. H. Kellogg, en su respuesta a un comité examinador, dijo: "Fue una cosa infame, un crimen, echar abajo esa construcción, por la sola razón de que el Anciano James White no había sido consultado." Pero, a través de sus testimonios, la Sra. White le dio la sanción divina a todo ello.

Después de la muerte de su esposo en 1881, la Sra. White trabajó extensamente en Europa en compañía de varios hombres prominentes. Allí visitó a Inglaterra, Alemania, Francia, Suiza, Italia, y los Países Bajos, mientras la obra de ellos allí era todavía joven. Su influencia al dar a la obra la aprobación divina ayudó a impartir celo a los obreros. Permaneció allí dos años.

Regresando a los Estados Unidos, trabajó como de costumbre hasta 1891, cuando fue a Australia. Permaneció allá nueve años, visitando las diferentes colonias y estimulando e impartiendo celo a los obreros allá. También escribió mucho mientras estuvo allá. También allá, su "autoridad divina" fue de gran ayuda al respaldar los planes y actividades de los obreros.

En 1900, a la edad de setenta y tres años, regresó a los Estados Unidos, todavá llena de vigor. Durante 1901, hizo un viaje a través de los estados del sur, visitando los lugares donde la obra se había iniciado. También ese año, asistió a la Conferencia General.

Por este tiempo, hubo una gran rebelión y una ruptura en la obra en la oficina principal de Battle Creek, Mich., donde estaban situadas sus mayores y más importantes instituciones. El Dr. J. H. Kellogg, presidente del Sanatorio allí, era hombre de influencia y tenía muchos amigos. La Sra. White trató de gobernarlo como había gobernado a tantos otros. Pero él era demasiado fuerte para ella. Así que ella no escatimó términos para denunciarlo. El resultado fue que el Sanatorio, con un gran número de hombres influyentes, salió de la denominación. Luego la Sra. White exigió que las oficinas principales de la denominación fueran quitadas de esa rebelde ciudad.

En 1902, el Sanatorio y la gran casa publicadora de Battle Creek fueron reducidos a cenizas. Si fue por accidente, providencialmente, o bueno, de alguna otra manera, queda por verse.

Al principio, la Sra. White describió estos incendios como misteriosos, y prohibió que nadie intentara explicarlos. En un testimonio fechado el 20 de Feb. de 1902, poco después del incendio que destruyó el Sanatorio, ella dijo: "Que nadie intente explicar por qué se permitió que esta calamidad ocurriera... Que nadie trate de explicar esta misteriosa providencia." Pero, más tarde, en 1903, ella llamó a estos incendios "juicios," y les reprochó a los hermanos el no haber tratado de averiguar su significado. Ella dijo: "En las calamidades que han sobrevenido a nuestras instituciones en Battle Creek, tenemos una amonestación de parte de Dios. No dejemos pasar esta amonestación descuidadamente sin tratar de entender su significado." "Dios no habría permitido que el fuego destruyera nuestras instituciones en Battle Creek sin una razón. ¿Vais a pasar por alto la providencia de Dios sin averiguar lo que significa? Dios desea que estudiemos este asunto." ("Special Testimonies," Serie B, No. 6, pp. 6,11,33).

En 1905, su segunda mayor casa publicadora, situada en Mountain View, Cal., cincuenta y cinco millas al sur de San Francisco, fue destruída por el terremoto de ese año. Se erigió un nuevo edificio. Pero, al año siguiente, éste también fue destruído por el fuego. En este incendio, la Sra. White misma experimentó la mayor pérdida. Unas ilustraciones, por las cuales había pagado miles de dólares a un artista de New York, y que serían usadas para reilustrar algunos de sus libros más grandes, se habían dejado por descuido fuera de la caja fuerte, y fueron destruídas por completo. Después de esto, la Sra. White tuvo poco que decir acerca de que estos incendios eran "juicios" de Dios. Esta vez, el rayo había caído demasiado cerca de ella.

El 24 de Abril de 1911, la casa publicadora en las nuevas oficinas principales de Washington, D. C. sufrió un incendio que produjo pérdidas por $28,000. Los incendios parecen haberlos seguido dondequiera que ellos han ido.

Después de reconstruir el Sanatorio de Battle Creek, los principales oficiales, respaldados por la Sra. White, trataron de liberarlo del control que el Dr. Kellogg tenía sobre él y ponerlo bajo el control de la iglesia. Ella dijo: "Nuestros principales hermanos, los hombres que ocupan puestos oficiales, han de examinar la situación del Sanatorio de Battle Creek para ver si el Dios del cielo puede tomar control de él." ("Testimonies," Serie B, No. 6,  p. 33). Pero los principales hermanos decidieron que Dios no podía tener control del Sanatorio, así que lo lanzaron por la borda. Luego, la Sra. White predijo más juicios sobre la ciudad condenada, ninguno de los cuales ha sobrevenido.

Respaldados por los testimonios de ella, los oficiales luego se embarcaron en una decidida campaña para aplastar al Dr. Kellogg. En una reunión del consejo, el Anciano A. G. Daniells, presidente de la Conferencia General, dijo: "El Dr. Kellogg tiene una voluntad imperiosa que hay que quebrantar." Esto revela el espíritu que impulsaba tanto a ella como a ellos. Si no podían gobernar a los hombres, estaban listos a aplastarlos, quebrantar sus voluntades, y pedir que cayeran juicios sobre ellos. Pero en este caso sus esfuerzos fracasaron. Simplemente, perdieron al Dr. Kellogg, su médico más capaz y más notable, y su sanatorio más grande y mejor equipado, que el genio y los incansables esfuerzos del Dr. Kellogg habían levantado.

Por varios años, la Sra. White permaneció la mayor parte del tiempo en California, visitando la obra en diferentes lugares, pero pasaba mucho tiempo escribiendo. En 1905, asistió a la Conferencia General en Washington, D. C. Después, regresó a California. Allí escribió lo que sigue: "Mientras estaba en Loma Linda, Calif., el 16 de Abril de 1906 pasó delante de mí una representación de lo más maravillosa." ("Life Sketches of Mrs. E. G. White," p. 407, edición de 1915). Estaba sobre una elevación del terreno, con un ángel a su lado. Vio caer grandes edificios, vio terrible destrucción, y oyó los gritos de los moribundos. "Los ángeles destructores de Dios estaban haciendo su trabajo," dijo ella. Dos días más tarde (April 18), San Francisco fue sacudido por un tremendo terremoto, ¡tal como ella lo había visto! Pero, ¿cuándo dio ella aviso de esta gran advertencia? ¡Días después de que la ciudad había sido destruída! En la página 409 del mismo libro, ella dice: "Me ha tomado muchos días escribir una porción de lo que me fue revelado en esas dos noches." Nótese: Ella no dijo lo que el ángel le había mostrado sino hasta después de que el suceso había ocurrido. ¿Por qué no le dijo el ángel qué ciudad y cuándo sería destruída? ¿Por qué no lo dijo ella al día siguiente? Evidentemente, pensó revelar la "visión de la noche" más tarde, cuando no era peligroso contarla. Pero sus seguidores la aceptaron. Después de los fracasos de los primeros años, ella tuvo buen cuidado de no mencionar fechas ni lugares sino hasta después de que los sucesos habían ocurrido.

Este terremoto, tan cerca, la asustó. Así que inmediatamente escribió: "Fuera de las ciudades, fuera de las ciudades, este es el mensaje que el Señor me ha dado." (misma página).

En 1909, la Sra, White nuevamente visitó Washington, donde asistió a la Conferencia General, y tomó parte activa en ella, aunque tenía ochenta y un años de edad. A su regreso a California, asistió a reuniones en varios lugares, hablando en ellos como de costumbre.

Durante los restantes seis años de su vida, estuvo demasiado débil para viajar: así que pasaba el tiempo escribiendo libros, con la ayuda de sus asistentes. Se sabe que por muchos años la mayor parte del  material para sus libros más grandes y más importantes había sido reunido, organizado, y escrito, no por la Sra. White misma, sino por sus asistentes. Ella simplemente supervisaba el trabajo. Su biógrafo confiesa esto. Él dice: "Encontró tiempo para supervisar 'Sketches From the Life of Paul'" (p. 434, mismo libro citado más arriba). Mayormente, por lo tanto, estos libros eran la producción de otros, "supervisados" por ella. ¿Fueron estas ayudantes inspiradas también? ¡Estos libros son ahora aceptados por sus seguidores como infaliblemente correctos, todos inspirados por Dios!

Sus parientes cercanos nos informan que durante estos años finales de su vida, cuando estos importantes libros estaban siendo preparados, ella a menudo no reconocía a sus amigos más cercanos, ni siquiera a algunos de sus asistentes a los que veía casi diariamente. Cuando trataba de hablar en la iglesia de su ciudad natal, se repetía una y otra vez, y había que decirle cuándo debía detenerse. Ninguna de estas debilidades aparecen en la composición de sus obras preparadas en ese tiempo porque, como la mayor parte de su obra al comienzo, estas obras fueron preparadas por otras personas. Seguramente su "supervisión" no podría haber sido mucha debido a su estado mental en ese tiempo.

Finalmente, sufrió un accidente fatal, una caída en su propio hogar, el 13 de Feb. de 1915, que le causó la muerte el 16 de Julio de 1915, a la edad de casi ochenta y ocho años.

Desde su muerte, los dirigentes han estado exaltándola, a ella y a sus "testimonios," mucho más que antes. Ellos han estado alentando a los miembros para que compren un juego completo de sus obras. En la última página de uno de los folletos de Escuela Sabática para 1915, dicen: "Los escritos completos de la Sra. E. G. White pueden obtenerse ahora por una suma que los pone al alcance de virtualmente cada hogar." Y la modesta suma por uno de estos juegos, en tela, es de $18.60; en cuero, $26.00 - muchas veces el precio de una buena Biblia marroquí.

¿Y cuál ha sido el efecto general de los "testimonios"? Han tendido a crear en sus seguidores un espíritu de espionaje y crítica, criticándose y juzgándose los unos a los otros. Además, han engendrado en casi todos los miembros un espíritu estrecho, intolerante, y hostil hacia todas las demás iglesias, un espíritu que no les permite cooperar con otros cristianos en ninguna obra evangélica. De hecho, los Adventistas del Séptimo Día usan todos los medios posibles para ganar adeptos de entre todas las otras iglesias. Para ellos, todas las demás iglesias son "Babilonia," que han caído porque rehusaron respaldar el Millerismo. En "Early Writings" [Primeros Escritos], (Suplemento, p. 37), la Sra. White dice: "Vi que ni los jóvenes ni los adultos deberían asistir a sus reuniones." No es de asombrarse que los seguidores de ella sean estrechos de criterio, intolerantes, y exclusivistas.

En el número obituario de la Review and Herald de Ago. 5, 1915, publicado poco después de su muerte, el Anciano M. C. Wilcox dijo: "Su corazón sentía gran caridad por los miembros de las grandes denominaciones protestantes que no podían ver todo lo que ella vio." La cita que acabamos de dar refuta esto, y el punto de vista de ella sobre "la puerta cerrada," que ella sostuvo por años, eliminaba por completo a "las grandes denominaciones protestantes" de la misericordia de Dios. Hasta el final, ella les aplicó el término "la caída de Babilonia."

Todas las energías de su vida fueron dedicadas a construir una secta y promulgar puntos de vista estrechos y sectarios. Ella levantó bien alto el muro intermedio o división que separaba a sus seguidores de todos los otros creyentes en Cristo.

Era centrada en sí misma y, a veces, jactanciosa. Sus escritos para su pueblo abundan en referencias a ella misma, su mala salud, y a cómo a menudo ella era levantada de su lecho de enferma para asistir a reuniones. El objeto evidente de esto era despertar simpatía, y hacer que sus seguidores la consideraran como objeto especial de la providencia de Dios.

En cuanto a afirmaciones jactanciosas, lo siguiente es un ejemplo: "Yo podría demostrar que soy más devota que cualquier ser viviente ocupado en la obra." ("Testimonies," tomo I, p. 581). Véase Proverbios 27:2.

Al abogar por reformas, ella, siendo naturalmente fanática, era inclinada a asumir posiciones extremas, las cuales, aunque en ese momento se presentaban como fundamentadas en revelaciones divinas, más tarde se vio obligada a abandonar o modificar grandemente.

Con sus amigos era sociable, y su compañía era agradable. Pero nunca toleraba ninguna pregunta acerca de su autoridad, o cualquier duda expresa acerca de su inspiración. Cualquiera de las dos cosas despertaba instantáneamente su mayor ira.

Ella admite haber manipulado los mensajes que dice que Dios le daba para otros, y nunca parece estar segura de que los escribía completamente bien. Al principio dice: "Cuando me veía obligada a declarar el mensaje, a menudo lo suavizaba, y lo hacía aparecer favorable para el individuo hasta donde fuera posible... Era difícil relatar los testimonios claros y cortantes que Dios me había dado." ("Testimonies," tomo I, p. 73). En "Testimonies," tomo V, p. 19, ella niega haber hecho esto. Dice: "No retengo nada. Yo no suavizo nada para que se adapte a sus ideas, ni excuso sus defectos de carácter."

Más tarde, cuando se volvió más audaz y severa en su obra, ella dice que Dios habría "aprobado" que ella "hubiese adoptado una posición más fuerte y sido mucho más severa." (Tomo I, p. 318).

Pero, finalmente, en 1901, dice: "He escrito algunas cosas muy fuertes... Posiblemente he escrito demasiado fuertemente." ("A Response," por el Dr. Charles E. Stewart, p. 54). ¿Cuándo, entonces, escribió ella correctamente, si es que alguna vez lo hizo? ¿Y qué se puede decir de un profeta que se atreve a manipular los mensajes de Dios? Ella misma admite que se sentía inclinada a ser cortante y severa.

En sus comentarios sobre la vida de ella, el Anciano Wilcox dijo además: "La Sra. White procuraba enseñar a los hombres a mirar a Dios para recibir dirección en tiempos de perplejidad, y no a ella o a cualquier otro ser humano." Esto está lejos de ser verdad. Ella enseñaba a su propio pueblo a buscar en ella constantemente guía e instrucción para cada decisión y cada detalle de la vida. Esto difícilmente podría haber sido de otra manera, pues ella reclamaba la inspiración divina para todos sus escritos, y afirmaba que era la "mensajera" especial de Dios para este tiempo.

Nuevamente, el Anciano Wilcox dice: "La Sra. White nunca reclamaba o asumía el liderazgo entre su pueblo." La verdad es todo lo contrario. Ella hacía ambas cosas. Los más importantes oficiales de la denominación estaban sujetos a ella. Como el Papa de Roma en tiempos medievales, el poder y la influencia de ella en la iglesia crecieron hasta que ella se convirtió en autoridad suprema. Ella hacía y deshacía presidentes de conferencias con una palabra de su boca o un plumazo. Ella decía quién ocupaba y quién no ocupaba un puesto. Ella decía dónde comprar y construir, y dónde no hacerlo. Si ella decía: "Adelante," nadie en la denominación se atrevía a contradecirla, aunque ello significara la pérdida de miles de y decenas de miles de dólares.

El mismo escritor dijo además que los testimonios de ella no eran "garrotes para destrozar, ni dagas para destruir almas." Esto también es falso, pues muchos de ellos fueron invocados, escritos, y usados de esta misma manera.

Al examinar el lector los capítulos subsiguientes de este libro, se impresionará muchas veces con estas características dominantes de su vida, mezcladas como estaban con un celo sin límites y una intensa naturaleza religiosa.

Finalmente, en 1911, sólo cuatro años antes de su muerte, como ya se ha dicho, se hizo la afirmación acerca de la infalibilidad de la Sra. White y sus escritos. Esto no era sino el clímax lógico de las afirmaciones que ya se habían hecho en favor de ella, y las que ella misma había hecho.

Muy apropiadamente, la publicación que hacía esta afirmación fue escrita para silenciar a los herejes y apóstatas de la fe. Ninguna afirmación semejante se hizo jamás en relación con el Papa de Roma. Como la afirmación de la infalibilidad papal se hizo posteriormente en la historia de la Iglesia Católica, de manera similar la afirmación acerca de la Sra. White llegó a finales de su vida; y una no es más presuntuosa que la otra. Hasta donde se sabe, ella nunca repudió esta afirmación, hasta el día de su muerte. Su hijo, el Anciano W. C. White, la respaldó.

Pero personas inteligentes y pensantes han encontrado que la Sra. White cometió muchos errores; que ella a menudo, muy a menudo, era influída por una persona en contra de otra; y que ella obtenía su información de hombres, no de Dios. Los casos eran tan patentes y numerosos que no podía haber dudas de ello. Entonces estas personas debían o consentir en lo que dudaban o no creían, o rebelarse y abandonar la denominación. De aquí que, con el correr de los años, muchos se fueron, mientras que otros se tragaban sus dudas y se quedaban.

Podríamos llenar páginas de este libro simplemente con los nombres de ministros, editores, maestros, médicos, y misioneros que han abandonado la iglesia por no creer en la inspiración de los escritos de la Sra. White. En cuanto a miembros laicos, su número forma legión, y aumenta rápidamente. Iglesias enteras, muchas de ellas, se han salido de la denominación. Lo peor de esto es que muchos que una vez tuvieron fe implícita en la Sra. White, y la perdieron, perdieron la fe en la religión por completo. Este es uno de los tristes pero inevitables resultados de los cultos que están fundados en tales fanatismos. Es por esto que muchos infieles se encuentran en países que una vez fueron fuertemente católicos. Habiendo perdido la fe en el Papa, y la iglesia que afirmaba tener el único medio de salvación, sin saber a dónde volverse y poner su fe y su confianza, abandonaron todo. La misma tendencia a la infidelidad se ve en Utah entre los mormones.

Así que, en este caso, se encuentran ex-Adventistas infieles en gran número dondequiera que han trabajado Adventistas del Séptimo Día. Battle Creek, por largo tiempo el hogar de la Sra. White, es un terrible ejemplo de esto.

Ahora está apareciendo una fuerte influencia para atraer y retener a miles a la fe, por las oportunidades oficiales y financieras ofrecidas, y esto a personas de muy ordinaria capacidad y poco adiestramiento. Estas deseables posiciones ciegan los ojos y amortiguan la conciencia, de manera que los obvios fracasos y errores de la Sra. White pasen inadvertidos cuando ellos insisten en otras cosas de las cuales se sienten seguros.

Las siguientes páginas de este libro señalan en detalle, y con pruebas indiscutibles, algunos de los más flagrantes de estos errores y fracasos, que los dirigentes de la denominación han hecho lo mejor posible para ocultar del público y de su propio pueblo.

A pesar de todos estos errores y fracasos, los Adventistas del Séptimo Día afirman que la Sra. White era igual al mayor profeta que Dios jamás envió a los hombres. Pero, si ella no era inferior a ninguno de los profetas de los tiempos pasados, ¿por qué Dios no le dio a ella alguna credencial como se la dio a ellos? Ella nunca realizó ningún milagro; nunca lo afirmó, ni se atrevió a afirmarlo. Los profetas de la antigüedad hicieron muchos milagros. Si el poder de Dios estaba con ella, ¿por qué no hubo ninguna prueba tangible de ello?

De acuerdo con su propio testimonio, ella tuvo a menudo que ser curada una y otra vez; pero no tenía poder para sanar a otros. Su hijo mayor, Henry, un muchacho fuerte y saludable de dieciséis años, súbitamente cayó enfermo. Ella y su esposo oraron por él fervorosamente, pero murió. Su último hijo cayó enfermo, y al poco tiempo murió. Su esposo contrajo un resfriado, se enfermó, ella misma oró por él, pero de repente murió a la temprana edad de sesenta y un años. Ella oró por otros, pero murieron. Ella nunca tuvo más poder para sanar enfermos que cualquier cristiano común.