SáBADO 3 DE JUNIO DEL 2000 / EDICION No. 22028



Polémica entre médicos y testigos de Jehová

JUAN RODRIGUEZ

La reciente muerte de una señora testigo de Jehová ha reavivado la vieja polémica que sostienen médicos y miembros de esta denominación religiosa: ¿Es imprescindible utilizar transfusiones de sangre para salvar vidas en cirugías urgentes?

Hace unos días murió en el Hospital “Bertha Calderón” la señora Mayra Beteta de Altamirano (40), porque sus familiares, su religión y ella misma no permitieron hacer la transfusión que, según los médicos del hospital, pudo haberle salvado la vida.

Los testigos de Jehová por motivos bíblicos rechazan cualquier tipo de transfusión de sangre a sus miembros, pero permiten en cambio técnicas médicas y quirúrgicas sin sangre para salvarle la vida a sus “siervos” que profesan su religión con principios diferentes a otras religiones.

El jueves representantes de los testigos de Jehová en Nicaragua expusieron en el “Bertha Calderón” ante especialistas, médicos residentes, estudiantes de medicina, paramédicos y enfermeras el porqué no aceptan transfusiones de sangre a sus miembros.

Mike Shepherd, representante de Watch Tower en Nicaragua, asegura que su “postura es religiosa en cuanto al uso de sangre, pero que cada testigo de Jehová lo acepta individualmente, pero reconocemos que hay beneficios científicos en el uso razonable de sangre”.

“Los testigos de Jehová no se están muriendo por falta de sangre, los números reflejan que mueren más personas que reciben sangre que los que rehúsan recibir sangre, entonces su pregunta muestra un prejuicio de parte suya”, respondió molestó Shepherd cuando LA PRENSA preguntó sobre la posición de varios médicos del Hospital “Berta Calderón” que aseguran que doña Mayra Beteta murió porque no se le pudo poner la sangre que necesitaba.

“Yo no he visto ninguna evidencia médica que demuestre que ella murió por falta de una transfusión de sangre”, insistió el representante de “Watch Tower” o Testigos de Jehová en Nicaragua.

El doctor José Antonio Gavarrete, jefe de servicios ginecológicos del Hospital de la Mujer “Bertha Calderón” y quien fue uno de los médicos que atendió a la testigo de Jehová fallecida recientemente contradijo públicamente las explicaciones que dieron los personeros de testigos de Jehová sobre el tema de las transfusiones de sangre.

“Es mentira lo que ellos dicen, no tienen razón porque incluso esta paciente la manejamos con los líquidos que supuestamente ellos recomiendan como eritropoyetina (fármaco que estimula la producción de glóbulos rojos), y otras; con esa se manejó porque ellos la consiguen, y definitivamente la paciente no respondió en ningún momento”, aseguró Gavarrete.

Según el galeno “definitivamente la única manera de salvarla, era la transfusión de sangre”. Y agregó que “no se puede ni hacer una comparación entre lo científico y lo religioso, aquí es lo científico contra el fanatismo”.

Los testigos de Jehová insistieron en el Hospital de La Mujer que para mantener el volumen sanguíneo y evitar un choque hipovolémico existen fluidos como solución de lactato de Ringer, el Dextrán, Almidón Hidroxietílico y otros productos.

También mencionaron que hay fármacos que son proteínas y que fueron creados mediante ingeniería genética que estimula la producción de glóbulos rojos. Pero hay máquina de recuperación de sangre que es filtrada y reinfundida al paciente en un circuito cerrado cuando ha sufrido éste un desangre en una operación.



SáBADO 3 DE JUNIO DEL 2000 / EDICION No. 22028



Controversia sobre transfusiones

Dr. Francisco L. Rodríguez:

Con mucho dolor y pesar leí sus comentarios vertidos en LA PRENSA del 31 de mayo recién pasado, con relación al fallecimiento de mi amada hermana Mayra Consuelo Beteta Altamirano.

Interpreto estos comentarios, así como el suministro de la información al público, como una actitud defensiva de su parte para la institución que representa, previendo cualquier situación que ponga en dudas el esfuerzo o empeño puesto por el personal médico en este caso.

En mi opinión, la causa principal de la muerte de mi hermana, es el paradigma fuertemente arraigado en muchos médicos, de que si no hay transfusión de sangre, la persona muere.

Esta actitud restringe el campo de acción del personal médico. He sabido de casos de personas con niveles de hemoglobina más bajos que los de mi hermana, y sin embargo han sobrevivido con tratamientos alternativos.

Ruego, Doctor Rodríguez, que disculpe cualquier frase si la considere ofensiva, pero nadie más que nosotros los familiares pudo haber estado tan interesado en la mejoría de mi hermana.

No recuerdo haberlo visto a usted allí. Tuve la oportunidad de platicar con los doctores Pérez, Lindo y Gavarrete; les agradezco a ellos lo que hayan hecho, a lo mejor cuando se presente otra oportunidad puedan hacer algo más, quizá con el uso de tratamientos alternativos.

Quiero también informarle, Dr. Rodríguez, que el miércoles 24, día en que hubo una celebración en el centro asistencial que usted representa, mi hermana no fue atendida durante el día, sino hasta aproximadamente las seis de la tarde que hablé con unas enfermeras sobre la precaria situación que presentaba mi hermana.

En ese momento se dignaron tomar la presión arterial, el ritmo cardiaco y le pusieron, creo, una dextrosa. Esa misma noche, tratamos de suministrar parte del tratamiento alternativo, para lo que solicitamos la presencia del Dr. Lindo, quien la había estado tratando desde antes de la operación, aún ofrecimos al Dr. Lindo pagar sus honorarios, sin embargo no fue posible contar con su presencia.

El personal de turno tampoco pudo -o quiso- atendernos esa noche. Debido a esto optamos por cambiarla de centro asistencial, yo personalmente estaba haciendo los trámites el jueves 25 para trasladarla al centro que le daría el tratamiento que le ayudaría a mejorar el nivel de hemoglobina, desgraciadamente no hubo tiempo.

Sobre lo de rechazar pacientes en el centro asistencial, o que hagamos nuestros propios hospitales, quiero recordarle Dr. Rodríguez, que yo, y los demás testigos de Jehová del país, incluida mi amada hermana, pagamos impuestos, de éstos sale su salario, por tanto usted, como servidor público, nos debe un servicio.

En vez de decir que va a rechazar a pacientes como mi hermana, creo que sería mejor pensar en cómo especializarse en alternativas que permitan atender a todos los pacientes que lo requieran.

Por tanto le ruego, respete a mi hermana, respete nuestro dolor.

Joel R. Beteta Altamirano



SáBADO 10 DE JUNIO DEL 2000 / EDICION No. 22035



¿Una causa o la vida?

¿Qué es más importante? ¿La vida o una causa, política o religiosa?

Guillermo José Ponce E.

Recientemente en nuestro país se ha producido una controversia respecto a las transfusiones de sangre. Hemos leído en este prestigioso diario sobre la negativa de los Testigos de Jehová a aceptar este tratamiento. Para un adulto responsable, ¿qué es más importante? ¿la vida o una causa, política o religiosa? Los siguientes ejemplos muestran lo que nuestras sociedades modernas toleran como razonable:

Conozco personas muy patrióticas, que están dispuestas a todo por defender la soberanía de su país, incluso hasta ofrendar sus vidas. En nuestro país murieron decenas de miles de personas a finales de los setenta y en la década de los ochenta del siglo pasado. Muchas de ellas perecieron inocentemente, pero otras lo hicieron con conocimiento de causa. Pregunto: En la escala de valores de estas personas, ¿qué han puesto en primer lugar? ¿Su causa política o su vida? ¿Se escandaliza la sociedad por la decisión de estas personas?

Cuando una persona se lanza a una huelga de hambre, con la posibilidad de sufrir daños irreversibles en su organismo o quizás la muerte, como en el caso de Silvia Ferrufino, por una causa que consideran justa, ¿quién critica el respeto de estas personas a sus principios?

Un caso final: Mujeres católicas, cuyos médicos les han advertido de los posibles riesgos mortales si no se practican un aborto, por apego a sus principios religiosos, han optado por obedecer la voz de su conciencia, teniendo algunas veces resultados mortales.

Tales símiles no ilustran exactamente la postura de los Testigos de Jehová, pues de acuerdo a conversaciones con los mismos, ellos no desean morir, ni ser “mártires”, por eso acuden a los hospitales. Además de su convicción religiosa, señalan a por lo menos 21 riesgos mortales de las transfusiones sanguíneas.

Están dispuestos a agotar todas las alternativas científicas por salvar su vida. Opino que, como sociedad nicaragüense, debemos reflexionar a mayor profundidad en estos argumentos para resolver el dilema: ¿Una causa o la vida?