La Cuestión de la Asociación


Epílogo ©



Finalmente, en el mismo asunto de la asociación debemos reconocer que, aunque es notable la simplicidad de los principios bíblicos, el cuadro resultante se ha complicado. Las Escrituras predijeron la adulteración de la comunidad cristiana. Sin embargo, no establecieron una fórmula precisa diciéndonos cómo podemos identificar hoy alguna confesión particular como LA única asociación religiosa verdadera, con la cual alinearnos. Al contrario, Cristo Jesús mismo nos aseguró que la separación de la mezcla entre cristianos genuinos y falsos en el campo del mundo de trigo y mala hierba, y la clasificación en categorías claramente definidas, es algo que está más allá de la habilidad humana. Estoy convencido de que esta mezcla prevalece en todas las confesiones (la de los Testigos de Jehová no es una excepción) estando la mala hierba, con toda probabilidad, a menudo más extendida que el trigo. La separación e identificación clara de éstos llega a ser manifiesta solamente en el día de juicio de Dios.

Para los que han sido movidos por su conciencia a separarse de un sistema religioso, una solución obvia a su carencia de asociación pudiera parecer que es simplemente unirse a otra religión. Existen cientos de confesiones para elegir, teniendo todas ellas una medida de verdad y una medida de error, aunque la proporción entre lo uno y lo otro puede variar. Yo personalmente no he sentido inclinación alguna para alinearme con ninguna. No es que esté buscando alguna afiliación que esté libre del error. Estoy convencido de que esto no existe. Estoy bastante seguro de que yo mismo no estoy libre de todo el error, y de que nadie lo está tampoco.

El hecho de que existen serios errores en la religión de los Testigos de Jehová no hace de repente que sea todo correcto en otras religiones. Ellas también tienen serios problemas que a veces reconocen cándidamente. Estoy convencido de que muchas organizaciones religiosas son menos autoritarias que la que yo abandoné, de que muchas permiten una cierta medida de libertad de expresión. Hoy existe, en algunos aspectos, mayor libertad para expresar diferencias en la Iglesia Católica que la que existe en algunas de las religiones más pequeñas, incluida la de los Testigos de Jehová. Este factor de dominación autoritaria reducida parece que supone un grado de ventaja. Sin embargo, sé que el ser miembro de cualquiera de las confesiones conlleva la expectativa, de por lo menos aceptar y apoyar las enseñanzas particulares que distinguen a esa confesión particular de las demás. Aunque los miembros de la confesión pueden quitarle importancia a la seriedad de las diferencias que los separan de los demás-particularmente cuando animan a la gente a unirse a ellos-los fundadores de la confesión obviamente consideraron esas enseñanzas distintivas suficientemente serias e importantes como para moverlos a separarse de la afiliación previa de la que formaban parte. Y los líderes actuales deben considerarlas por lo menos suficientemente serias como para impedir una reunificación con esa afiliación previa, o una unificación con alguna otra.

Revisando la situación mundial, el anterior teólogo católico romano Charles Davis hizo este comentario:

Los cristianos necesitan urgentemente una expresión social adecuada y apropiada para su fe. Pienso en los innumerables cristianos independientes que existen hoy día. Gente que en su perspectiva esencial son cristianos, que quizás han profesado la fe cristiana en el pasado, pero que simplemente no pueden ver o no han sido capaces de resistir la vida en las Iglesias actuales. No habiendo tenido ante ellos ninguna manera alternativa de ser cristianos, se han desviado de la fe cristiana. La fe de muchas de esas personas podría llevarse a la madurez si se les pudiera mostrar cómo vivir y estructurar socialmente la fe cristiana sin encarcelarse dentro de las estructuras obsoletas de las confesiones existentes. . . .

El continuar jugando el juego institucional actual dentro y a través de las estructuras confesionales actuales es impedir el alcanzar la completa visibilidad de una presencia cristiana en el mundo radicalmente diferente y mejor. Y se tendrá que ver un número creciente de personas que cesan de profesar la de cristiana porque la identifican con las Iglesias actuales. No reconocen que a menudo es la fe cristiana la que los conduce a rechazar estructuras institucionales que son hostiles al auto-entendimiento y a la libertad del hombre, y a la verdad y al amor cristianos.

Davis reconoció que la mayoría de los que profesan el cristianismo hoy se encuentran obviamente en los sistemas confesionales, y que muchos están trabajando sinceramente dentro de sus estructuras. Al mismo tiempo, explicó porque creía personalmente que, no obstante, es aconsejable un la "desafiliación", diciendo:

Se requiere la desafiliación, porque se debe reconocer que las estructuras sociales existentes de la Iglesias son inadecuadas y obsoletas. En tanto en cuanto puedan hacerse útiles, deben ser consideradas como limitadas en función, relativas en valor y esencialmente cambiables. El cristiano debería abrazar su situación abierta y rehusar ser incluido en cualquier organización total. La obediencia al Evangelio y a la comunidad cristiana como un todo exigirá frecuentemente oposición a las alegaciones, prescripciones y actitudes oficiales de las instituciones existentes de la Iglesia. Esto no es una invitación a la licencia individual. El individuo cristiano intentará fundar su pensamiento sobre la tradición cristiana como un todo y se comunicará con otros cristianos. Pero la conformidad completa a la línea oficial de su Iglesia es irresponsabilidad suya como cristiano.

Yo no pretendo ser capaz de responder a peticiones ofreciendo algo que sea "atractivo" en el sentido de lo que a uno le podría gustar en la manera de afiliación y asociación. Creo que cada uno de nosotros necesitamos meditar en el cuadro que dibuja el escritor de Hebreos en la parte final de su carta. Primero describe como, después de que su sangre se ofreció en sacrificio, los cuerpos de los animales de sacrificio se llevaban fuera del campamento de Israel para ser quemados, y entonces dice:

Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.

¿Qué significa para nosotros salir "a él, fuera del campamento?" "Fuera del campamento" se usa aquí como equivalente a "fuera de la ciudad". La primera mención de una ciudad en las Escrituras es con relación a Caín y reveló la falta de confianza en la declaración de Dios de que la vida de Caín no sería tomada por otro humano. La ciudad, por lo tanto, llega a ser representativa de la búsqueda de seguridad por medios propios. Ese mismo espíritu pronto afloró en el período posterior al diluvio, y la urgencia por construir una ciudad sintetizó el deseo de seguridad por medios humanos, junto con el deseo de poder y prominencia que ofrecía la ciudad. El punto de vista opuesto se presenta como evidencia de la fe de hombres como Abraham, Isaac y Jacob, que no buscaron la protección de las ciudades, sino que vivieron en tiendas porque esperaban "la ciudad que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y hacedor es Dios". Todo esto da un significado más profundo a las palabras del escritor cristiano de que "no tenemos aquí una ciudad que continúe, sino que buscamos solícitamente la que ha de venir", una ciudad descrita en otra parte como celestial, la "Jerusalén de arriba" la "ciudad del Dios vivo".

Aunque el mundo en conjunto, no meramente sus grandes ciudades, es símbolo de la búsqueda humana de seguridad, poder y prominencia, el contexto de las palabras de Hebreos parece que centra su atención en un área más específica, la religiosa. Jesús fue muerto "fuera de la puerta de la ciudad" y la ciudad era Jerusalén, en aquel tiempo el centro de adoración de Dios, una adoración que, bajo el viejo pacto, podía llamarse una "adoración organizada". Hoy la adoración de los siervos de Dios no está, o por lo menos no debería estar, centrada en ninguna ciudad de este mundo. Muchos pueden alegar justamente que no buscan en ninguna ciudad literal un sentido religioso de seguridad, ni buscan en ella la fuente de poder y prominencia. Pero como no "vamos a él [Cristo]" saliendo por una puerta literal o de un campamento literal, la prueba no tiene que ver con que mostremos voluntad para buscar seguridad en otra parte que no sea una ciudad literal.

Muchos de aquéllos a quienes se dirigió la carta de Hebreos no vivían en Jerusalén, y a nosotros, igual que a ellos, se nos llama a salir de un campamento figurativo. Hoy encontramos que se ha desarrollado un gran "establishment" religioso, compuesto por muchas confesiones. En sí mismas, estas confesiones forman muchos "campamentos" individuales, y juntamente forman un "campamento" muy grande, que constituye un "establishment" corporativo religioso a modo de ciudad. Esto se ve por el hecho de que generalmente se consigue reconocimiento como parte de ese "establishment" siendo miembro de una de las confesiones que lo componen. No ser parte del "campamento", en uno o más de sus sectores, a menudo significa ser considerado como un extraño, sin importar cuán fuerte sea la fe de uno, o cuán grande sea su devoción a Dios, o cuán intensamente se esfuerce por alcanzar la unidad con su Hijo.

A escala menor, más individual, los nuevos movimientos religiosos a menudo comienzan teniendo una naturaleza más parecida a una tienda de campaña. La mayoría, sin embargo, derivan pronto hacia una organización como de ciudad, que les ofrece el sentido y la apariencia de seguridad, que tiene envergadura y, con ella, poder y-debido a esos factores-bastante influencia. Esto permite que los que se asocian con ella compartan un sentimiento de importancia y de poder corporativo, así como un sentido de estar establecidos más cómodamente. Las ciudades literales, aparte de ofrecer seguridad aparente y capacidad para satisfacer la preocupación por el poder y la prominencia, tenían sus males, incluyendo "la reducción de los individuos a miembros de la muchedumbre". El mismo efecto se puede ver en las "ciudades" figurativas en el campo religioso. Éstas proveen los medios para que una minoría obtenga prominencia, pero cuanto mayores llegan a ser, más se ve reducido el individuo a ser un mero apoyador (un segmento de la base del poder). La comunicación íntima se vuelve menos frecuente, menos factible, con el resultado de que las relaciones se vuelven, no más fuertes, sino más débiles. Sin embargo, la tendencia natural humana es apartarse de las "tiendas", con su pequeñez aparente y su carencia de evidencia externa de fuerza y perduración, y acercarse a la "ciudad" o "campamento" y todo lo que parece ofrecer. Ciertamente, el orgullo inclinaría a considerar las "tiendas" irritantes, insatisfactorias. El orgullo maniobraría en la dirección de la "ciudad".

Para los hebreos a quienes se dirigió esa exhortación, el cristianismo significó la voluntad de "salir fuera del campamento", al precio de perder asociaciones anteriores y de ser etiquetados de proscritos, no autorizados a ciertos privilegios que tenían los que estaban "en el campamento". Pero el soportar esta dificultad y el creer que el aislamiento no los separaría de Cristo, los llevaría más cerca de Cristo. Como Abraham y otros, ellos podían mostrar que no tenían ninguna "ciudad que continúe", sino que buscaban una ciudad con fundamentos eternos. La distancia hasta el "campamento" nunca debe producir un sentido de distancia hasta Dios, sino que más bien puede producir un sentido elevado de proximidad. Debido a esto, después de su llamamiento a seguir a Cristo "fuera del campamento", el escritor a los hebreos habla inmediatamente de dar "a Dios sacrificio de alabanza".

Creo que el aceptar la vida "fuera del campamento" es una de las cosas más difíciles de afrontar para las personas, quizás no menos difícil que para los hebreos de entonces. Mis comentarios a este respecto no se deben a alguna simple aversión al aspecto como de "ciudad" en el sentido de grandes organizaciones religiosas organizadas, sino porque creo sinceramente que se pierden cosas muy valiosas cuando regresamos al "campamento", o tomamos "residencia" en alguna de esas "ciudades"-básicamente cosas como la sencillez de la hermandad, el espíritu familiar, el interés en lo espiritual más bien que en lo tangible, lo sensual, lo físicamente impresionante. Creo que es razonable pensar que la humildad se puede cultivar mejor en el entorno de las tiendas que en el de la ciudad. Vivir "fuera del campamento" puede significar una falta de reconocimiento y puede producir junto con ella el sentimiento de estar "en el aire", más bien que estar cómodamente instalado, pero creo que trae beneficios espirituales y eternos que hacen más que compensar y que pueden llenar el corazón.

Lo que se ha dicho, tanto en este capítulo como a través de este libro, no es una apología del aislacionismo eremítico. Todos tenemos la necesidad de estar unidos a los demás. Tenemos una percepción interna de ello. Sin embargo, esencialmente la cuestión es si el asociarse con otros resultará en una relación que permita el ejercicio de la conciencia personal y el derecho de actuar como un individuo responsable, o si, en cambio, exigirá hipotecar estos derechos en una unión que en última instancia roba la libertad y la integridad personal.

En mi propio caso, no tengo ningún deseo de formar parte de ninguna confesión. Esto no es consecuencia de una renuencia a fraternizar con la gente, o de un interés exagerado por la independencia; tampoco es debido a un sentido complaciente de autosuficiencia, o a una aversión farisaica de arriesgarme a ser "contaminado" por la asociación con aquéllos entre cuyas creencias existen algunas que yo considero equivocadas. En general, creo que soy quizás menos proclive a juzgar a los miembros de las diferentes confesiones, de lo que a menudo ellos son con respecto a confesiones que no son la suya. Mi sentimiento de apertura no es hacia los sistemas a los que se adhiere la gente, sino hacia ellos como personas.

El que yo permanezca libre de ataduras confesionales, pues, no es indicativo de una perspectiva puramente negativa o pesimista, sino que es debido en primera instancia a factores positivos. Es porque creo que puedo prestar un mayor servicio, un mejor servicio a Dios, a Cristo y a mis semejantes, si no me ato a ningún sistema, sea una sencilla confesión o un "establishment" religioso multiconfesional en conjunto. Honestamente considero que eso, más que un adelanto es un estorbo. No me convencen los argumentos de que se puede hacer más siendo parte de un sistema que separado del mismo. El registro bíblico muestra que los profetas operaban esencialmente fuera del "sistema", como Juan el Bautista y el propio Cristo. Y no creo que entre los cristianos de tiempos apostólicos hubiera algo parecido a los "establishment" o sistemas religiosos actuales. El poder de Dios y de su Hijo seguro que supera cualquier poder derivado que uno pudiese obtener por medio de la pertenencia a una organización, incluso aunque la organización fuese, como lo son algunas organizaciones religiosas, de tamaño descomunal. Creo que ese tipo de poder es enormemente ilusorio, ya que lleva consigo sus propias condiciones limitadoras y restrictivas en forma de requisitos para la pertenencia, condiciones previas que debilitan al individuo como persona, más bien que fortalecerlo. Y yo creo que es lo que somos como personas lo que en última instancia tendrá el mayor significado en nuestros esfuerzos para ser de provecho a otros.

En mi situación actual aprecio sentirme completamente libre para expresar interés en todas y cada una de las personas, sean de alguna confesión o de ninguna, sin estar predispuesto a favor de algunas frente a las demás-y sin que sientan que estoy intentado promover los intereses de alguna confesión. No hay duda de que la mayor parte de mis contactos es con personas que estaban o todavía están afiliados con los Testigos de Jehová. No obstante, esto no es debido a un menor interés en otras personas. Es simplemente el modo natural en que se han desarrollado las cosas. Es desde donde han llegado la mayoría de los mensajes, al igual que la mayor parte de las declaraciones de necesidad. Reconozco, por supuesto, que quizás puedo prestar un mayor servicio a personas que son o que han sido Testigos, ya que mis antecedentes me permiten entender sus circunstancias y puntos de vista más claramente de lo que podría en el caso de los que tienen antecedentes diferentes. No obstante, mi esposa y yo hemos invitado a comer en casa a varias parejas de entre nuestros vecinos, personas con antecedentes confesionales diferentes, con el fin de conocernos mejor. Y en todas las ocasiones nuestras conversaciones incluyeron asuntos espirituales, no porque planeásemos introducirlos, sino por el interés normal de nuestros vecinos. Un hombre católico romano de Italia nos ha visitado y ha comido con nosotros unas cuantas veces, y siempre he encontrado sus visitas refrescantes, debido a su clara preocupación por las personas y a su interés personal en las Escrituras. Estoy a disposición de todas estas personas, y creo que cualquiera de ellos, si tuviesen la necesidad, se sentiría libre de llamarme para cualquier tipo de ayuda que pudiese darles en sentido espiritual, así como en otros aspectos de la vida. Espero aumentar y ensanchar estos contactos en los próximos años.

Creo que la práctica del primer siglo de reunirse en los hogares para asociación cristiana es tan practicable hoy como lo era entonces. No creo que se requiera la presencia de alguna persona notablemente sapiente, o de alguna persona de tipo "carismático", para conseguir lo bueno. Nosotros no tenemos el privilegio de tener al Hijo de Dios entre nosotros, como las personas del primer siglo. Pero sí tenemos las palabras del Hijo de Dios, el registro de su vida, y las palabras de los apóstoles. El simplemente leer juntos las Escrituras y el discutir lo que pueden significar para nosotros, puede ser una fuente de ánimo y de fortaleza. Por lo menos hemos visto que esto es así en nuestro propio caso.


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