El Jesús real de Benedicto XVI



SU MUNDO


por JOSE MANUEL VIDAL
Ratzinger comenzó el libro en verano de 2003, dos años antes de ser Papa. Lo concluyó, ya como Pontífice, en 2006. / REUTERS
Ratzinger comenzó el libro en verano de 2003, dos años antes de ser Papa. Lo concluyó, ya como Pontífice, en 2006. / REUTERS

Joseph Ratzinger ha escrito más de 100 libros. Benedicto XVI, sólo uno. Casi medio, se podría decir, pues cuando el hoy Papa comenzó a redactar Jesús de Nazaret, en el verano de 2003, aún faltaban casi dos años para que lo eligieran Pontífice. Según cuenta él mismo en el prólogo, aprovechó para darle forma los veranos de 2003 y 2004 y todos los momentos libres de que ha dispuesto desde que en abril de 2005 fue elegido «para ocupar la sede episcopal de Roma». Valiosas aportaciones al campo de la teología como son, ninguno de los más de 100 libros de Ratzinger fue tan esperado como este Jesús de Nazaret, el primero que firma como Benedicto XVI.

El libro, que el próximo martes llega a España editado por La Esfera de los Libros, lleva vendidos más de 1,5 millones de ejemplares sólo en Italia, Alemania y Polonia, los tres primeros países en los que se ha editado. En Italia, donde se presentó el Jueves Santo (12 de abril) -haciéndolo coincidir con el 80 cumpleaños del Papa (16 de abril) y el segundo aniversario de su elección (19 de abril)-, se despacharon 50.000 ejemplares el primer día que estuvo a la venta. La versión en inglés -Benedicto XVI lo escribió en alemán- ya está en el mercado.

En total se espera comercializar unos 20 millones de ejemplares, de los que el Vaticano ingresará un 15% de las ventas. El precio del libro en España, 19,50 euros.

Pero, ¿de qué trata Jesús de Nazaret? Crónica ha accedido en exclusiva a la traducción española del volumen. El libro es esencialmente la visión de Jesucristo del actual Papa. Y de sus 447 páginas emerge un Jesús consciente de su divinidad que, frente a otras interpretaciones de su figura, no pasa en absoluto por liberal o revolucionario.

«No necesito decir expresamente que este libro», advierte Benedicto en el prólogo, «no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal "del rostro del Señor". Por eso cualquiera es libre de contradecirme. Pido sólo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial, sin la cual no hay comprensión posible».

Y a partir de ahí se lanza a ofrecer su versión de Jesús, siempre mirando al Nuevo Testamento.

En realidad, se diría que ése es el objetivo del primer libro del Ratzinger Papa: rehabilitar al Cristo de los Evangelios como fuente de verdad histórica. «Jesús no es un mito», escribe, «es un hombre de carne y hueso. Podemos visitar los lugares donde estuvo y andar por los caminos que El recorrió, podemos oír sus palabras a través de testigos. Ha muerto y ha resucitado». O, de manera aún más evidente: «He intentado presentar al Jesús de los Evangelios como el Jesús real, como el "Jesús histórico" en sentido propio y verdadero. Estoy convencido, y confío en que el lector también pueda verlo, de que esta figura resulta más lógica y, desde el punto de vista histórico, también más comprensible que las reconstrucciones que hemos conocido en las últimas décadas. Pienso que precisamente este Jesús, -el de los Evangelios- es una figura histórica sensata y convincente».

Ahora bien, ¿cómo era este Jesús que pretende rescatar el Papa? Algunos datos concretos sobre la persona de Jesús nos ofrece el libro. Aunque es cierto que se trata más de un estudio teológico con el que el Pontífice desciende al debate académico y social sobre Jesús que de una mera biografía.

Benedicto XVI -o tal vez aquí sería más propio decir Joseph Ratzinger, el doctor en Teología, el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- despliega teorías y críticas y no teme confrontarlas con las de vacas sagradas de la teología católica y protestante. Todos los Papas hablaron de Cristo en algún momento, pero casi siempre con consideraciones piadosas y afirmaciones de la tradición creyente. En este Jesús de Nazaret, por primera vez un Papa se lanza al debate teológico de fondo. Con un libro universitario, con bibliografía, citando a muchos teólogos y tomando partido por unas interpretaciones exegéticas o históricas u otras.

Como Papa culto, Benedicto XVI es, sin duda, el Pontífice adecuado para ello. A veces alcanza niveles de abstracción teológica difíciles de asimilar por parte del lector normal, aunque gracias al talento de pedagogo que caracteriza al ex profesor, consigue un libro en forma de gran catequesis en general relativamente accesible para el gran público.

UN GRUPO HETEROGENEO

Para trazar el retrato de Jesús, Benedicto XVI va tomando escenas de los Evangelios. Empezando por el bautismo, donde comienza, a los 30 años, la vida pública de Cristo, y siguiendo por las Tentaciones, el Sermón de la Montaña o la Transfiguración.

Un recorrido para el que el Hijo de Dios -o el Hijo del Hombre, como Jesús prefiere llamarse a sí mismo, según nos recuerda el Papa- se rodea de incondicionales. Benedicto XVI utiliza todo un capítulo de los 10 de que se compone Jesús de Nazaret para hablar de los apóstoles.

Particularmente, de la diversidad del grupo. «Para nosotros, lo importante es la composición del conjunto, y ésta es sumamente heterogénea», escribe el Papa alemán. Como resalta, dos de los discípulos, Simón el Cananeo -o Simón el Zelotes en el Evangelio de Lucas- y Judas Iscariote procedían del partido de los zelotes. Los zelotes eran un grupo que había protagonizado años atrás un levantamiento sangrientamente reprimido por Roma y que seguían dispuestos a utilizar el terror y la violencia en su lucha por liberar a Israel de los romanos.

«Al otro lado del círculo de los Doce», prosigue Benedicto, «encontramos a Levi-Mateo, estrecho colaborador del poder dominante como recaudador de impuestos». En el grupo caben, pues, subversivos y colaboracionistas. «Podemos suponer que los Doce eran judíos creyentes y observantes, que esperaban la salvación de Israel. Pero en lo que respecta a sus posiciones concretas, a su modo de concebir la salvación, eran sumamente diferentes. Cabe imaginar lo difícil que fue introducirlos paso a paso en el misterioso nuevo camino de Jesús, así como las tensiones que tuvieron que superar [...]. Precisamente en esta diversidad de orígenes, de temperamentos y maneras de pensar, los Doce representan a la Iglesia de todos los tiempos y la dificultad de purificar a los hombres y unirlos en el celo de Jesús».

También caben mujeres. El Papa recuerda cómo Lucas relata que Jesús iba acompañado de algunas mujeres: «[Lucas] menciona tres nombres y añade: "Y muchas otras que lo ayudaban con sus bienes"». Curiosamente, Benedicto no da esos tres nombres que sí apunta el evangelista -María Magdalena, Juana y Susana- y no deja lugar a ambigüedades sobre el sacerdocio femenino: «La diferencia entre el discipulado de los Doce y el de las mujeres es evidente: el cometido de ambos es completamente diferente. No obstante, Lucas deja claro algo que también consta de muchos modos en los otros Evangelios: que «muchas» mujeres formaban parte de la comunidad restringida de creyentes».

EL ESTILO DE SAN MARCOS

Conforme avanza la lectura de Jesús de Nazaret vamos descubriendo a un Papa excelente conocedor de la Biblia, como no podía ser de otra forma, y altamente minucioso. Así, nos enteramos de que en las bodas de Caná Jesús transformó el agua en 520 litros de vino o de que la expresión «Reino de Dios» aparece 122 veces en el Nuevo Testamento. En un momento dado, al fijarse en la Transfiguración de Cristo, llega a afear el estilo a San Marcos: «"Y se transfiguró delante de ellos", dice simplemente Marcos, y añade, con un poco de torpeza y casi balbuciendo ante el misterio: "Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo". Mateo utiliza ya palabras de mayor aplomo...».

Aunque tal vez el mejor ejemplo de ese extremo afán pormenorizador sea la disección que hace de la oración del Padrenuestro. Un capítulo entero, 45 páginas desmenuzando frase a frase, palabra por palabra, el rezo mayor de la liturgia.

Descubrimos también a un Papa preocupado por el presente que a menudo trae sus reflexiones sobre Jesús a nuestros días. «¡Qué actual resulta todo esto!», escribe, sin ir más lejos, en su pormenorizado análisis de la última petición del Padrenuestro -«y líbranos del mal»-. «También hoy aparecen, por un lado, los poderes del mercado, del tráfico de armas, de drogas y de personas, que son un lastre para el mundo y arrastran a la humanidad hacia ataduras de las que no nos podemos librar. Por otro lado, también se presenta hoy la ideología del éxito, del bienestar, que nos dice: Dios es tan sólo una ficción, sólo nos hace perder tiempo y nos quita el placer de vivir. ¡No te ocupes de El! ¡Intenta sólo disfrutar de la vida todo lo que puedas! También estas tentaciones parecen irresistibles. El Padrenuestro en su conjunto, y esta petición en concreto, nos quieren decir: cuando hayas perdido a Dios te habrás perdido a ti mismo; entonces serás tan sólo un producto casual de la evolución, entonces habrá triunfado realmente el "dragón"».

El libro está trufado de numerosos guiños como éste al presente.

Pero entre guiño y guiño lo que va ganando peso es el sólido, rico y a veces complejo retrato de Jesús, el Salvador, el Redentor. Benedicto XVI se refiere con énfasis a este aspecto. «La señal de Dios es la sobreabundancia», anota el Pontífice en relación con las bodas de Caná. «Lo vemos en la multiplicación de los panes, lo volvemos a ver siempre, pero sobre todo en el centro de la historia de la salvación: en el hecho de que se derrocha a sí mismo por la mísera criatura que es el hombre. Este exceso es su "gloria"».

Insiste sobre ello más adelante: «La mera afirmación de lo que ha ocurrido en la historia de la salvación queda sin su profunda esencia, si no queda claro que Aquel que allí ha sufrido es el Hijo del Dios vivo, pero que se despojó a sí mismo y tomó la condición de siervo rebajándose hasta la muerte, y una muerte de cruz».

Y aún volverá más veces sobre esta idea del salvador y siervo: «Jesús, que por un lado se identifica con el futuro juez del mundo, por otro lado se identifica aquí con el siervo de Dios que padece y muere, y que el profeta había previsto en sus cantos. De este modo se aprecia la unión de sufrimiento y «exaltación», de abajamiento y elevación. El servir es la verdadera forma de reinar y nos deja presentir algo de cómo Dios es Señor, del "reinado de Dios"».

NI REBELDE NI LIBERAL

Jesús fue también Mesías, aunque nunca se refirió a sí mismo como tal. Lo que sucede, asegura Benedicto XVI, es que su mesianismo era diferente del mesianismo político y antirromano mayoritario en la Palestina del primer siglo. «Jesús se nos presenta no como un rebelde ni como un liberal», sostiene sin ambages el Papa, «sino como el intérprete profético de la Torá, que El no suprime, sino que le da cumplimiento».

No, a Cristo no lo mataron por revolucionario ni por sus parábolas, ni por sus enseñanzas. Lo mataron por decirse Dios: «Lo que causaba escándalo de Jesús era precisamente [...] el hecho de que parecía ponerse al mismo nivel que el Dios vivo. Este era el aspecto que no podía aceptar la fe estrictamente monoteísta de los judíos». Lo mataron, en definitiva, por blasfemo, aunque Ratzinger no llegue a utilizar ese término.

Tal vez porque el asunto exceda los límites del libro. Al fin y al cabo, lo que ahora se publica en España no es sino un primer volumen. Benedicto XVI ya ha anunciado que trabaja en un segundo tomo del Jesús de Nazaret que cubrirá la infancia de Jesús, la Pasión y la Resurrección. Dicen que le ha dedicado gran parte de sus vacaciones.



«Hemos destruido los criterios morales»

Aunque el libro de Benedicto XVI aspira a ser un retrato de Jesús a partir de lo que se dice de él en los Evangelios, el Papa abunda en consideraciones sobre el mundo actual. Las siguientes son sólo algunas de ellas:

AFRICA. «Vemos cómo los pueblos explotados y saqueados de Africa nos conciernen [...] vemos, que también nuestro estilo de vida, nuestra historia, en la que estamos implicados, los ha explotado y los explota [...]. En lugar de darles a Dios [...] les hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder y las ganancias; hemos destruido los criterios morales, con lo que la corrupción y la falta de escrúpulos en el poder se han convertido en algo natural [...]. Ciertamente, tenemos que dar ayuda material y revisar nuestras propias formas de vida. Pero damos siempre demasiado poco si sólo damos lo material».

POBREZA. «El sermón de la Montaña como tal no es un programa social, eso es cierto [...]. Pero la Iglesia en su conjunto debe ser consciente de que ha de seguir siendo reconocible como la comunidad de los pobres de Dios».

«FUNDAMENTALISMO». «La interpretación de la Biblia puede convertirse, de hecho, en un instrumento del Anticristo [...]. A partir de resultados aparentes de la exegesis científica se han escrito los peores y más destructivos libros de la figura de Jesús, que desmantelan la fe. Hoy en día se somete la Biblia a la norma de la denominada visión moderna del mundo [...] El Anticristo nos dice entonces, con gran erudición, que una exegesis que lee la Biblia en la perspectiva de la fe en el Dios vivo y, al hacerlo, le escucha es fundamentalismo; sólo su exegesis, la exegesis considerada auténticamente científica, en la que Dios mismo no dice nada ni nada tiene que decir, está a la altura de los tiempos».

INCONFORMISMO. «"Dichosos los afligidos, porque ellos serán consolados". [...] La aflicción de la que habla el Señor es el inconformismo con el mal, una forma de oponerse a lo que hacen todos y que se le impone al individuo como pauta de comportamiento. El mundo no soporta este tipo de resistencia, exige colaboracionismo. Esta aflicción le parece como una denuncia que se opone al aturdimiento de las conciencias, y lo es realmente. Por eso los afligidos son perseguidos a causa de la justicia».

EXHIBICIONISMO. «La oración no ha de ser una exhibición ante los hombres; requiere esa discreción que es esencial en una relación de amor. [...] El amor de Dios por cada uno de nosotros es totalmente personal y lleva en sí ese misterio de lo que es único y no se puede divulgar ante los hombres».

DOMINGO. «Aquí podríamos reflexionar sobre lo saludable que sería también para nuestra sociedad actual que las familias pasaran un día juntas, que la casa se convirtiera en hogar y realización de la comunión en el descanso de Dios. [...] A mí me parece sumamente preocupante que los modernos liturgistas quieran dejar de nuevo a un lado esta función social del domingo».



¿Qué ha traído Jesús si no ha sido un mundo mejor?
Orgulloso, vacío, arrogante...El relato de las tentaciones de Cristo sugiere a Benedicto XVI duras críticas a nuestro mundo. Extractamos un revelador capítulo del libro del Papa. «No sólo de pan vive el hombre», repite con Cristo el Pontícife

El descenso del Espíritu sobre Jesús con que termina la escena del bautismo significa algo así como la investidura formal de su misión. [...] Desde aquel momento, Jesús queda investido de esa misión. Los tres Evangelios sinópticos nos cuentan, para sorpresa nuestra, que la primera disposición del Espíritu lo lleva al desierto «para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). [...] Sigamos el orden que nos ofrece Mateo:

Jesús, «después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre» (Mt 4, 2). [...]. «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes» (Mt 4,3). Así dice la primera tentación. [...] Para ser creíble, Cristo debe dar una prueba de lo que dice ser. Esta petición de pruebas acompaña a Jesús durante toda su vida, a lo largo de la cual se le echa en cara repetidas veces que no dé pruebas suficientes de sí, que no haga el gran milagro que, acabando con toda ambigüedad u oposición, deje indiscutiblemente claro para cualquiera qué es o no es.

[...] ¿Qué es más trágico, qué se opone más a la fe en un Dios Bueno y a la fe en un redentor de los hombres que el hambre de la humanidad? El primer criterio para identificar al redentor ante el mundo y por el mundo, ¿no debe ser que le dé pan y acabe con el hambre de todos? [...] ¿Puede llamarse redentor alguien que no responde a este criterio? El marxismo ha hecho precisamente de este ideal -y muy comprensiblemente- el centro de su promesa de salvación: habría hecho que toda hambre fuera saciada y que «el desierto se convirtiera en pan».

«Si eres Hijo de Dios...»: ¡qué desafío! ¿No se deberá decir lo mismo a la Iglesia? Si quieres ser la Iglesia de Dios, preocúpate ante todo del pan para el mundo, lo demás viene después. Resulta difícil responder a este reto, precisamente porque el grito de los hambrientos nos interpela y nos debe calar muy hondo en los oídos y en el alma. La respuesta de Jesús no se puede entender sólo a la luz del relato de las tentaciones. El tema del pan aparece en todo el Evangelio y hay que verlo en toda su amplitud.

Hay otros dos grandes relatos relacionados con el pan en la vida de Jesús. Uno es la multiplicación de los panes para los miles de personas que habían seguido al Señor en un lugar desértico. ¿Por qué se hace en ese momento lo que antes se había rechazado como tentación? La gente había llegado para escuchar la palabra de Dios y, para ello, habían dejado todo lo demás. Y así, como personas que han abierto su corazón a Dios y a los demás en reciprocidad, pueden recibir el pan de modo adecuado. Este milagro de los panes supone tres elementos: le precede la búsqueda de Dios, de su palabra, de una recta orientación de toda la vida. Además, el pan se pide a Dios. Y, por último, un elemento fundamental del milagro es la mutua disposición a compartir. Escuchar a Dios se convierte en vivir con Dios, y lleva de la fe al amor, al descubrimiento del otro. Jesús no es indiferente al hambre de los hombres, a sus necesidades materiales, pero las sitúa en el contexto adecuado y les concede la prioridad debida.

[...] De este modo entendemos ahora las palabras de Jesús, que toma del Antiguo Testamento (cf. Dt 8,3), para rechazar al tentador: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda la palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4). [...] Cuando a Dios se le da una importancia secundaria, que se puede dejar de lado temporal o permanentemente en nombre de asuntos más importantes, entonces fracasan precisamente estas cosas presuntamente más importantes. No sólo lo demuestra el fracaso de la experiencia marxista.

Las ayudas de Occidente a los países en vías de desarrollo, basadas en principios puramente técnico-materiales, que no sólo han dejado de lado a Dios, sino que, además, han apartado a los hombres de El con su orgullo del sabelotodo, han hecho del Tercer Mundo el Tercer Mundo en sentido actual. Estas ayudas han dejado de lado las estructuras religiosas, morales y sociales existentes y han introducido su mentalidad tecnicista en el vacío. Creían poder transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en vez de pan. [...] Naturalmente, se puede preguntar por qué Dios no ha creado un mundo en el que su presencia fuera más evidente; por qué Cristo no ha dejado un rastro más brillante de su presencia, que impresionara a cualquiera de manera irresistible. Este es el misterio de Dios y del hombre que no podemos penetrar.

DIOS COMO MERCANCIA

[...] Pasemos a la segunda tentación de Jesús [...]. El diablo cita la Sagrada Escritura para hacer caer a Jesús en la trampa. Cita el Salmo 91, 11s, que habla de la protección que Dios ofrece al hombre fiel: «Porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra». [...] El punto fundamental de la cuestión aparece en la respuesta de Jesús, que de nuevo está tomada del Deuteronomio (6, 16): «¡No tentaréis al Señor, vuestro Dios!». [...] Se trata, por tanto, de lo que hemos indicado antes : Dios debe someterse a una prueba. Es «probado» del mismo modo que se prueba una mercancía. Debe someterse a las condiciones que nosotros consideramos necesarias para llegar a una certeza. Si no proporciona la protección prometida en el Salmo 91, entonces no es Dios. Ha desmentido su palabra y, haciendo así, se ha desmentido a sí mismo.

Nos encontramos de lleno ante el gran interrogante de cómo se puede conocer a Dios y cómo se puede desconocerlo, de cómo el hombre puede relacionarse con Dios y cómo puede perderlo. La arrogancia que quiere convertir a Dios en un objeto e imponerle nuestras condiciones experimentales de laboratorio no puede encontrar a Dios. Pues, de entrada, presupone ya que nosotros negamos a Dios en cuanto Dios, pues nos ponemos por encima de El. Porque dejamos de lado toda dimensión del amor, de la escucha interior, y sólo reconocemos como real lo que se puede experimentar, lo que podemos tener en nuestras manos. Quien piensa de este modo se convierte a sí mismo en Dios y, con ello, no sólo degrada a Dios, sino también al mundo y a sí mismo.

REINO DEL MUNDO

[...] Llegamos a la tercera y última tentación, al punto culminante de todo el relato. El diablo conduce al Señor en una visión a un monte alto. Le muestra todos los reinos de la tierra y su esplendor, y le ofrece dominar sobre el mundo. ¿No es justamente ésta la misión del Mesías? ¿No debe ser El precisamente el rey del mundo que reúne toda la tierra en un gran reino de paz y bienestar? [...] El imperio cristiano intentó muy pronto convertir la fe en un factor político de unificación imperial. El reino de Cristo debía, pues, tomar la forma de un reino político y de su esplendor. La debilidad de la fe, la debilidad terrena de Jesucristo, debía ser sostenida por el poder político y militar. En el curso de los siglos, bajo distintas formas, ha existido esta tentación de asegurar la fe a través del poder, y la fe ha corrido siempre el riesgo de ser sofocada precisamente por el abrazo del poder. La lucha por la libertad de la Iglesia, la lucha para que el reino de Jesús no pueda ser identificado con ninguna estructura política, hay que librarla en todos los siglos. En efecto, la fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios.

[...] El imperio cristiano o el papado mundano ya no son hoy una tentación, pero interpretar el cristianismo como una receta para el progreso y reconocer el bienestar común como la auténtica finalidad de todas las religiones, también de la cristiana, es la nueva forma de la misma tentación. Esta se encubre hoy tras la pregunta: ¿Qué ha traído Jesús, si no ha conseguido un mundo mejor? [...] ¿Qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído?

La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios. [...] Ahora conocemos su rostro, ahora podemos invocarlo. Ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres en este mundo. Jesús ha traído a Dios y, con El, la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino; la fe, la esperanza y el amor. Sólo nuestra dureza de corazón nos hace pensar que esto es poco.

«Jesús de Nazaret», el libro de Benedicto XVI sobre Jesucristo, sale a la venta el próximo martes 28 de agosto editado por La Esfera de los Libros.